Una medalla para la salvación de todos
De Camerún a Ucrania, de Siberia a México, de la India a Canadá, la medalla que la Virgen inspiró, en 1830, a la joven francesa Catalina Labouré ha dado la vuelta al mundo, llevando el mensaje de María con su característica simbología. Este año, la Asociación de la Medalla Milagrosa cumple cien años de su aprobación pontificia, con un Año Jubilar y una misa que presidirá, el próximo domingo, el cardenal Rouco
Noviembre de 1830, en la parisina rue du Bac. La joven religiosa, Hija de la Caridad, Catalina Labouré recibe, en la capilla del asilo en el que trabajaba, la visita de la mismísima Virgen María. No era la primera vez: en julio de aquel mismo año, Catalina Labouré ya había afirmado haber sido visitada por la Madre. Sin embargo, en esta ocasión, la Virgen expresa a la joven su deseo de acuñar una medalla que dé amparo a todos los hombres y mujeres del mundo: una medalla para salvarlos a todos. En el anverso, la figura de María Inmaculada, coronada de doce estrellas (como aparece en el libro del Apocalipsis), con rayos de luz en las manos y pisando la cabeza de la serpiente, signo de la derrota de Satanás. En el reverso, la letra M, de María; una línea horizontal -alegoría del altar en la Eucaristía- de la que surge la Cruz de Cristo; el Corazón de Jesús rodeado de espinas y el Corazón de María, atravesado por una espada. Catalina Labouré transmitió el mensaje salvador de la Madre a la Superiora de la comunidad y, a partir de ese momento, los acontecimientos se sucedieron mucho más rápido de lo que nadie podía imaginar. Hoy, millones de medallas se encuentran por los cinco continentes, en una expansión sin precedentes de una devoción mariana.
El por qué de su nombre
A pesar de ser una advocación muy venerada en todo el mundo, no mucha gente sabe el por qué del nombre de la Virgen Milagrosa. Dos años después del mensaje de María a santa Catalina Labouré, una epidemia de cólera causó 20.000 muertos en el París de la época. Los fieles, angustiados y enfermos, acudieron al auxilio de la Virgen. Las numerosas curaciones pronto hicieron que la medalla se ganase el calificativo de milagrosa. Tal fue el fervor popular por la Medalla que, en 1939, ya se habían acuñado más de diez millones. Aunque, como ha señalado recientemente el superior General de los padres Paúles e Hijas de la Caridad, y Director General de la Asociación de la Medalla Milagrosa, el padre Gregory Gay, «el mayor milagro que siempre ha producido esta medalla ha sido que nos lleva a Jesús».
Para dar unidad a las miles de asociaciones que surgían por todo el mundo para venerar a la Virgen, a través del icono que Ella misma había mostrado en París, en 1909, el Papa Pío X aprobó la constitución de la Asociación de la Medalla Milagrosa. Hoy, sólo en España, la Asociación (AMM) cuenta con cerca de 34.000 socios y más de 400 asociaciones diocesanas. Precisamente para celebrar el centenario de la AMM, se convocó, el pasado 8 de julio de 2008, y hasta el 20 de noviembre de 2009, un Año Jubilar especialmente dedicado a la oración.
En el marco de estos actos conmemorativos, el próximo domingo, 10 de mayo, se celebrará la Eucaristía en la madrileña basílica de La Milagrosa (calle García de Paredes, 45), presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, don Antonio María Rouco, con quien concelebrará el padre Gregory Gay. Como ha señalado el religioso, «la Asociación ha dado respuesta a las nuevas pobrezas, ha intentado favorecer proyectos de evangelización y de servicio para, con y desde nuestros amos y señores, los pobres. Es nuestro deseo seguir caminando con María, unidos con su Hijo, a quien vamos descubriendo con mayor profundidad a través de nuestra cercanía a los pobres». Un motivo más para, como pidió María a santa Catalina Labouré, seguir rogando por la salvación de todos.
Proclamamos tu bondad, Señor, porque, hace cien años, la Asociación que nació del deseo de María, tu Madre y Madre nuestra, expresado a santa Catalina Labouré en 1830, fue reconocida por san Pío X como Asociación para toda la Iglesia. Ayúdanos, Señor, para que sigamos creciendo en espíritu de oración y acercándonos al pie del altar que eres Tú, oh Cristo. En torno al altar queremos seguir construyendo la comunión entre los hombres y mujeres de toda raza y nación, para fortalecer a la Iglesia y para vivir la entrega en un auténtico servicio a los más pobres, todo según el espíritu del Mensaje que María nos invita a vivir en la Medalla que Ella nos regaló. Por siempre bendeciremos tu Nombre, Señor, por tus bondades con nosotros. ¡Oh, María, sin pecado concebida: ruega por nosotros que recurrimos a ti! Amén.