Nuevas Familias Eclesiales: una llamada «igual a la de un consagrado»
Laicos y religiosos comparten «un mismo carisma y una misma misión» en las nuevas familias eclesiales, a las que mira la Jornada Mundial de Vida Consagrada
«Que consagrados y laicos compartamos el mismo carisma y la misma identidad en una misma realidad eclesial es ya una realidad», aseguran Guillem y Esther. Cuando aún eran novios conocieron en Francia la Comunidad de las Bienaventuranzas y se quedaron enamorados de su forma de vivir. Allí trabajaban y rezaban juntos sacerdotes, consagrados, consagradas y seglares: «Nos atrajo su vida de oración intensa y su acción misionera, y también que vivían en comunidad. Nosotros no conocíamos algo así en España y nos fuimos a vivir con ellos. Al poco tuvimos la convicción de que estábamos recibiendo una llamada, al igual que la recibe un consagrado o consagrada», aseguran.
Aquello fue en 1995. Después se casaron y casi diez años después introdujeron la Comunidad de las Bienaventuranzas en Castellón; una apuesta de vida comunitaria aún poco conocida en nuestro país. Seglares y consagrados trabajan juntos en las parroquias y llevan una casa para madres solteras. Todo comenzó «como una aventura que no sabíamos dónde nos iba a llevar», reconocen. Pero en el camino han tomado contacto con realidades similares que hoy forman parte de lo que la Iglesia llama las nuevas familias eclesiales.
Estas experiencias novedosas se van a resaltar en algunos de los testimonios de cara a la celebración en España de la Jornada Mundial de Vida Consagrada, que coincide cada año con la fiesta de la Presentación del Señor, el 2 de febrero. Teresa Rodríguez, religiosa de Verbum Dei —precisamente una de estas nuevas realidades— y coordinadora de Nuevas Familias Eclesiales en el seno de la Conferencia Episcopal Española, explica que, en general, «se trata de instituciones en rodaje y sin precedentes canónicos». No son órdenes monásticas clásicas ni congregaciones religiosas o institutos seculares. Son comunidades distintas, aunque con unas características comunes, como el reconocimiento del valor central de la comunión. «Este es su acento más esencial, junto al hecho de que nacen con pluralidad de vocaciones: hombres y mujeres consagrados, y también laicos, aunque con mecanismos jurídicos que los diferencian de lo que sería una tercera orden. Todos forman parte de un mismo carisma y una misma misión», explica Rodríguez.
«Esto no quiere decir que tengan que vivir todos en el mismo sitio, pero siempre preservan momentos juntos para la formación y el apostolado», añade. Esta unidad se percibe también en las formas de gobierno, «siempre alrededor de la sinodalidad y con la participación de los diferentes miembros según su estado, con una labor consultiva y también decisoria», dice Rodríguez. En Pro Ecclesia Sancta, otra de estas nuevas realidades —dedicada a propagar la devoción del Sagrado Corazón—, laicos y consagrados «trabajamos en equipo, porque aunque la mayor parte de los apostolados están dirigidos por consagrados, siempre se llevan a cabo en colaboración con los seglares», afirma Carlos Lann, su provincial en España. De hecho, no concibe su realidad sin ellos, «porque nuestro alcance quedaría muy disminuido».
Una renovación constante
Las nuevas familias eclesiales han de recorrer un camino similar: primero se constituyen como asociación publica de fieles en una diócesis y el obispo las acompaña hasta proponer su aprobación a Roma. En ese tiempo, los criterios para el discernimiento van desde la originalidad del carisma hasta la madurez de los miembros, pasando por una forma estable de vida y un sentido eclesial de su misión. En cuanto al carisma, hay comunidades más orientadas a la contemplación y otras más centradas en la atención a los pobres o en la misión ad gentes en ambientes donde la Iglesia no está presente. Son modos de vivir que indican «que el Espíritu Santo está constantemente renovando la Iglesia, siempre atento a las necesidades del mundo», concluye Rodríguez.
Las nuevas familias eclesiales son en España más de 40 comunidades, de las cuales hay diez con un reconocimiento canónico más avanzado. Todas se rigen por constituciones en vías de aprobación definitiva. La Conferencia Episcopal Española las acompaña desde el año 2010 a través de la Comisión de Vida Consagrada y de encuentros donde comparten inquietudes, el último de ellos celebrado en julio de 2023.