Una jornada en la Cañada: «¿La comida?, vamos al día»
Los cuatro meses que llevan sin luz los vecinos del sector 5 y 6 de la Cañada Real agrava aún más las ya de por sí duras condiciones de vida en el poblado. La Iglesia combina la atención a las familias y la denuncia de la situación
Son las 18:45 horas y la oscuridad se empieza a adueñar de los sectores 5 y 6 de la Cañada Real. Busco a Rocío, Jesús y sus cuatro hijos, pero la falta de luz no me permite distinguir los escombros de la sencilla construcción que esta familia ha levantado con sus propias manos. «¡Rocío!, ¿estáis ahí?», grito. No hay señales de vida, pero estoy convencido de que era aquí. Unas horas antes, cuando el sol iluminaba y calentaba la vida del poblado –sin electricidad desde el 2 de octubre–, había acompañado a Conrado Jiménez, presidente de la Fundación Madrina, que había dejado algo de leña en la puerta del hogar de esta familia. Lo había hecho dentro de una operación que el pasado viernes organizó la fundación para entregar estufas, bombonas o pañales a familias de la zona. «Venimos regularmente desde octubre y nos quedaremos hasta que haga falta. Por lo menos, hasta que vuelva la luz», asegura Jiménez.
Por fin se oye una puerta y solo gracias a una linterna reconozco a Jesús y a Rocío. Me invitan a pasar. Hace frío. Esta tarde la leña ardía con brío y el calor era agobiante, pero ahora la madera escasea en la estufa y apenas hay diferencia con la temperatura del exterior. «Imagínate durante Filomena», exclama ella. Vengo dispuesto a documentar la vida de una familia después de cuatro meses sin luz, pero dentro de la casa las fotos salen en negro. La oscuridad lo invade todo.
—¿Cómo es vivir sin luz? ¿Qué estabais haciendo ahora?
—No es vivir, sino malvivir. A las siete de la mañana ya estamos en pie para aprovechar la claridad y, cuando oscurece, charlamos un rato y nos acostamos. Ahora estábamos hablando todos alrededor de la estufa. Para asearnos, colocamos un cubo de agua cerca del fuego y cuando está caliente la mezclamos con un poco de agua fría y nos frotamos como podemos. Con el tema de la comida vamos al día, porque sin nevera todos los alimentos se nos ponen malos enseguida.
Propuesta no de ley
Más allá de la ayuda puntual de la Fundación Madrina, la Iglesia lleva años trabajando en la Cañada Real a través de Cáritas Diocesana de Madrid y de la parroquia Santo Domingo de la Calzada. Ambas entidades han organizado recientemente una recaudación de fondos. «En estos momentos, estamos centrados en tratar de paliar los efectos de la falta de suministro eléctrico en la vida de las familias», explica Agustín Rodríguez, sacerdote responsable del templo. «Que no haya luz supone que se necesitan otros recursos para calentar las viviendas, pero es un gasto inasumible para las familias y nosotros estamos dando ese apoyo económico que necesitan», asegura.
Por su parte, Cáritas ya ha retomado tras Filomena «el espacio de atención a la infancia, que está funcionando todas las tardes», y el «espacio de encuentro para la mujer, donde también se imparten talleres de alfabetización todas las mañanas», explica Pablo Choza, responsable de la entidad en el poblado. El taller de peluquería, sin embargo, lo han tenido que trasladar fuera de la zona «porque al no haber luz no funcionaban ni los secadores ni ninguna de las máquinas que utilizan». Pero además de trabajar sobre el terreno, Cáritas Diocesana de Madrid también está tratando de influir a nivel político para que las familias recuperen la luz cuanto antes. Al escrito que presentó ante la Fiscalía General del Estado en diciembre en el que pedía su intervención, ha añadido ahora una propuesta no de ley entregada en el Congreso en la que la entidad señala que es «preciso y urgente» emprender una «decidida acción coordinada por parte de las administraciones» tanto para «dar solución a la emergencia de la falta de luz», como, sobre todo, «la dignificación de la vida» de los vecinos del poblado.
Con este título, la Comisión Diocesana de Justicia y Paz ha elaborado un informe en el que denuncia la «situación de marginalidad y abandono que históricamente sufre la Cañada Real» y en el que asegura que el poblado «no puede esperar ni un día más sin que las administraciones actúen». Por ello, insta a las instituciones a «coordinarse» y a «asegurar urgentemente» que «vuelva la luz a la Cañada». Además, reclaman la reactivación y cumplimiento del pacto que todas las fuerzas políticas firmaron en 2017 que establece el realojo de las familias.
El informe está presentado por el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, quien pide «a Dios que no nos acostumbremos jamás al sufrimiento evitable que provoca la inequidad y la maldad humana cuando busca el beneficio a toda costa». El purpurado, además, hace una súplica a la Comunidad de Madrid, al Ayuntamiento, a la Delegación de Gobierno y a Naturgy para «que pongan toda la voluntad y el empeño para dar solución a una problema humanitario de primer orden». Nadie puede escudarse en la complejidad legal de esta situación, añade, «sobre todo porque viene provocada en gran medida por la falta de actuaciones de todo tipo y la inhibición durante mucho tiempo».