Una Iglesia más gitana para los gitanos
Pastoral gitana de la CEE analiza en Toledo La realidad religiosa de la juventud gitana. «Si la Iglesia quiere evangelizar a los gitanos, tiene que hacerse un poco gitana», dicen
«La Iglesia católica es mi Madre, pero que le podemos hacer una crítica constructiva y desde dentro, porque ha sido durante años muy clasista y ha mirado al gitano despreciativamente. Los gitanos éramos lo más bajo de la sociedad, de nuestros pueblos, y esto también se ha trasladado a la Iglesia», dice Salvador Vacas, miembro del consejo asesor del Departamento de Pastoral con los Gitanos de Córdoba.
El resultado de esta situación mantenida durante años es que, «lamentablemente, ha habido una gran sangría de gitanos hacia los evangélicos, y ya no quedan casi gitanos católicos».
Además, si esta situación se aplica a toda la población gitana en general, en el caso de los jóvenes es todavía más sangrante, «porque el fenómeno de la secularización los influye igual que al resto de jóvenes», confirma Fernando Jordán, delegado de Pastoral Gitana de Jaca.
Tanto Vacas como Jordán han participado el fin de semana en las Jornadas de Pastoral Gitana organizadas por la CEE, sobre La realidad religiosa de la juventud gitana a la luz del Sínodo de los obispos. El delegado de Jaca destaca para esta publicación que «el cambio sociopolítico que vivimos en España en los 70 y 80 del siglo pasado hizo que la comunidad gitana dejara un poco del gueto en el que estaba para salir a una sociedad más abierta», pero ese cambio «dejó en muchos un despiste de sus costumbres. Hay un grupo importante de gitanos que se ha promocionado dentro de la sociedad, o que se está promocionando: estudian en escuelas y tienen trabajos como todo el mundo, pero están como en una tierra de nadie, porque no han conservado sus tradiciones pero por su origen cultural siguen siendo considerados como gitanos». Aparte estarían los gitanos que todavía viven en el chabolismo, y sobre cuyos jóvenes merodea la amenaza «del mundo de la droga y de la delincuencia», por lo que «están en un mar de nadie».
Desde el punto de vista religioso, «con los jóvenes gitanos pasa lo mismo que con el testo de jóvenes», explica Jordán, ya que a ellos también les ha afectado «la crisis de la religiosidad popular, y la Iglesia no ha encontrado el camino para incorporarlos a las parroquias».
En su opinión, el trabajo de la Iglesia pasa por «crear grupos de maduración de fe para gitanos dentro de las parroquias, pero evitar al mismo tiempo la formación de guetos, porque se trata de integrar, no de absorber, porque la cultura gitana no debe desaparecer». ¿Y los jóvenes? «A los jóvenes hay que invitarlos a esos grupos y esperar que den el paso cuando quieran».
Uno de los problemas principales de la pastoral gitana con los jóvenes es el del lenguaje, porque la Iglesia no habla hoy el lenguaje de los jóvenes gitanos. «Y es una pena, porque el gitano ha sido siempre una persona muy espiritual. Yo no conozco ningún gitano ateo», afirma categóricamente Salvador Vacas. Por eso, «el 95 % de los gitanos están en el culto evangélico, que los ha acogido con los brazos abiertos y que ha adaptado su estilo totalmente al ser gitano».
Para Fernando Jordán, de la diócesis de Jaca, la manera de acercarse a Dios del gitano «está más basada en los sentimientos que en la reflexión. Para ellos, este modo de rezar y de expresarse es más apayaó, como dicen. Ellos necesitan más canto y más expresión, más sentimiento y más pasión».
El problema es que todo esto no lo encuentran en las liturgias habituales de nuestras iglesias, porque «muchas de nuestras reuniones son tan romanas y sosas y muertas y faltas de Espíritu que no nos dicen nada», lamenta Vacas, que en Córdoba ha creado un grupo con el objetivo de conectar mejor con la sensibilidad gitana: Gicalí.
Gicalí es el acrónimo de liturgia gitana católica, y nació con el ánimo de «cambiar las formas de expresión pero sin cambiar ni un ápice nuestra idiosincrasia católica. Solo queremos adaptar el mensaje a nuestra forma de hablar y de sentir, porque al final el santo es el mismo, lo cantes en gregoriano o por rumbas: el primero no nos dice nada pero el segundo nos vuelve locos», dice.
La liturgia en un Gicalí comienza con una invocación cantada o recitada pidiendo el Espíritu Santo, «le pedimos que venga, y cuando viene pues nos ponemos a alabarlo, con salmos, con cantos, y siempre con el corazón y con tanta música tan rica como tenemos los gitanos», cuenta Salvador Vacas.
Después, viene una catequesis cuya base es el Catecismo; el curso pasado desmenuzaron el credo y ese seguirán con los mandamientos y los sacramentos. Luego sigue una predicación o charla, a cargo de un laico o un sacerdote; y después la Eucaristía, «que es 100 % católica pero que tiene momentos especiales: en el acto penitencial el que quiera tiene la oportunidad de pedir perdón a alguien de la comunidad delante de todos, y es muy terapéutico; más tarde, en las peticiones, cada uno puede pedir por sus necesidades; y tras las lecturas y antes de la homilía cualquiera puede decir lo que le sugiere Dios, son momentos muy bonitos. Y toda la liturgia aderezada por nuestros cantos», añade el responsable de Pastoral Gitana de Córdoba .
Con todo ello, Vacas tiene claro que «si la Iglesia quiere evangelizar a los gitanos, tiene que hacerse un poco gitana. Tiene que hablar en nuestro idioma, no hablarnos desde arriba».