Una exposición sobre una de las crisis humanitarias más duras del mundo - Alfa y Omega

Una exposición sobre una de las crisis humanitarias más duras del mundo

A pesar de registrar más de 40.000 muertos —fundamentalmente civiles— y de provocar cinco millones de refugiados, el conflicto en el Sahel es una guerra olvidada

Cristina Sánchez Aguilar
Niñas desplazadas en una escuela de UNICEF en Malí
Niñas desplazadas en una escuela de UNICEF en Malí. Foto: Juan Luis Rod.

«Pregúntale a cualquiera dónde está el Sahel. Nadie lo sabe», asegura José Naranjo, periodista experto en África Occidental y colaborador de El País y de la radio y la televisión canarias. Un lugar olvidado tanto geográfica como informativamente, ya que desde el estallido de la insurgencia yihadista en el 2012 y el avance de la mismo en la región, sufre una de las crisis humanitarias más duras del mundo, con más de 40.000 muertos —fundamentalmente civiles— y alrededor de cinco millones de refugiados. Para dar voz a esta «amenaza global» opacada por otras guerras, como la ha calificado António Guterres, secretario general de la ONU, Naranjo y Juan Luis Rod, fotógrafo, emprendieron una serie de viajes a la triple frontera epicentro del conflicto, la que une Malí, Níger y Burkina Faso. «Cada país tiene su especificidad; el origen de todo surge en Malí y luego se produce un contagio a la zona de Burkina Faso a partir de 2015», explica Naranjo. Los golpes de Estado en ambos países tienen que ver con el reclamo de la población «para que hubiese un cambio, porque la guerra contra el yihadismo se estaba perdiendo».Esta muestra eminentemente fotográfica que ya ha recorrido varios lugares de España como las Canarias, Huelva o Pamplona y que ahora llega a Madrid, concretamente al Museo Misiones Salesianas, tiene como objetivo mostrar el impacto de un conflicto olvidado. Lo hace a través de las vidas de las personas desplazadas y refugiadas en Dori y Barsalogho, en Burkina Faso; de las escuelas improvisadas para los niños y niñas desplazados en las localidades malienses de Sevaré y Mopti; de los pastores estigmatizados de la etnia peul, acusados de connivencia con los terroristas, o de cómo las comunidades de los pueblos nigerinos de Abala, Takasasam o Inidzan se esfuerzan por recuperar  la confianza. Pero, sobre todo, la clave está en recordar que «el sufrimiento de una guerra es el mismo en cualquier lugar del mundo», añade Naranjo.

Mujeres y niñas esperan pacientemente el reparto del agua en el campo de desplazados de Barsalogho, en la región centro norte de Burkina Faso
Mujeres y niñas esperan pacientemente el reparto del agua en el campo de desplazados de Barsalogho, en la región centro norte de Burkina Faso. Foto: Juan Luis Rod.

Las imágenes de Rod son impactantes. Muchas, centradas en miradas limpias de niñas deseosas de aprender y salir del círculo de la pobreza y el dolor. En miradas anhelantes de profesores temporales, «muchos de ellos los propios desplazados adultos, que hacen de maestros para los pequeños que llegan», explica el fotógrafo mientras acompaña a los espectadores por una visita guiada el día de la inauguración de la exposición, el viernes 7 de marzo. También hay miradas tristes, como la de esa abuela que cuida de sus dos nietas mientras su hija ha salido a buscar algo de comida, las tres sentadas en una carpa de la que solo quedan en pie los palos. O miradas que interpelan, como la del jefe de la comunidad peul, que posa en su nuevo lugar aparentemente seguro —después fue atacado— tras huir de su aldea amenazada. «Quiso que sacáramos a sus hijas detrás, pero difuminadas, porque durante un viaje en el que iban ambas el autobús fue asaltado y tenía miedo de que fuesen reconocidas», cuenta Rod. La gran joya de la corona es la mirada heladora de un yihadista arrepentido. Mientras explica las imágenes, Juan Luis Rod se detiene en dar los detalles de cada persona tras la foto. No son meros contenedores de una historia global. «Todos tienen nombres y apellidos», asegura. Y los cita. Los nombra. Los recuerda. Los hace visibles, más allá de la instantánea. «También tienen una historia detrás». Con cada uno de ellos se sentó Naranjo a escuchar sus miedos. Sus anhelos. Su contexto. Sus deseos.

Tres chicas pasan junto a un vehículo de la Guardia Nacional de Níger en el pueblo de Inazdan, donde operan grupos terroristas yihadistas
Tres chicas pasan junto a un vehículo de la Guardia Nacional de Níger en el pueblo de Inazdan, donde operan grupos terroristas yihadistas. Foto: Juan Luis Rod.

Hasta el 31 de julio se podrá disfrutar de esta exposición, eminentemente fotográfica pero con un diseño realmente rompedor: imágenes divididas en trozos para mostrar la fragmentación de las personas rotas. Otras fotografías en tela, como las carpas de las escuelas. Y con un salto también a nuevas narrativas más allá del montaje audiovisual, que hay —dos, de hecho—. En el techo, una lona con los números de los muertos tachados, a modo de calendario de cárcel, y un rincón con objetos cotidianos para que el visitante complete la inmersión. «Para que quede atrapado y quiera informarse más de lo que está pasando», concluye Rod.