«Una, en cuanto se acerca a Dios, se encuentra con un corazón lleno de nombres»
Sor Nazaret encarna desde Monzón el lema de la Jornada Pro Orantibus: La vida contemplativa, cerca de Dios y del dolor del mundo
Más allá de lo que pueda parecer, la clausura religiosa no implica olvidarse del mundo. «Los contemplativos rehúyen el activismo frenético de nuestras sociedades y eligen una vía de intimidad orante y fraterna», pero esto, «lejos de ensimismarlos, esterilizarlos o alejarlos del dolor del mundo», los «convierte en faro para los mares agitados y semilla para los campos agrietados», dicen los obispos en su mensaje para la Jornada Pro Orantibus que se celebra este domingo 30 de mayo con el lema La vida contemplativa, cerca de Dios y del dolor del mundo.
La vida contemplativa «sufre cuando el mundo sufre», añaden, «porque su apartarse del mundo para buscar a Dios es una de las formas más bellas de acercarse a él a través de Él». Los religiosos contemplativos enjugan «nuestras lágrimas» y vendan «nuestras heridas» «adorando al Señor en su templo, escuchándolo en su celda, honrándolo con su trabajo, buscándolo con su estudio, acogiéndolo en tantos que llaman a su puerta pidiendo oración y consuelo».
Primeros votos, en san José
Estas palabras las encarnan personas concretas, como sor Nazaret. Hoy tiene con 25 años y desde hace tres es religiosa clarisa del monasterio de la Inmaculada, situado en Monzón. «Entré el 22 de febrero del 2018 –dejando novio y la carrera de psicología a medio acabar–, tomé el hábito el 19 de febrero del 2019 e hice los primeros votos el 19 de marzo de este año, el día de san José», detalla con voz juvenil al otro lado del teléfono.
Refiere a Alfa y Omega un ejemplo cercano. Ni ella, ni ninguna de sus hermanas se han contagiado, «pero nos ha dolido mucho el brote que se produjo en la residencia municipal de aquí, porque tenemos una relación muy estrecha con ellos a través de su directora», asegura. También han sufrido mucho por el desarrollo de la COVID-19 en los diferentes países del mundo. «Aquí hay hermanas de Madrid, México, África… hemos experimentado esa globalización del sufrimiento dentro de nuestro monasterio».
Ante todas estas peticiones, han presentado su oración al Señor a ejemplo de su fundadora. «Cuando fueron a invadir la ciudad Asís, donde vivía nuestra madre santa Clara, ella rogó de manera especial por la ciudad que también las cuidaba. Nosotros igual», explica la religiosa, que este viernes participó en un coloquio online organizado por la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada de la CEE. «Todas las semanas de manera especial bendecimos desde el monasterio la ciudad de mozón y pedimos porque esto acabe cuanto antes».
Pero no se trata de algo excepcional. «El estar cerca de Dios es lo que no hace estar cerca del dolor del mundo. Buscar la unión cada vez más cercana con el Señor es lo que nos hace meternos ya no cerca sino casi dentro del dolor del mundo», señala. Y concluye: «Una, en cuanto se acerca a Dios, se encuentra con un corazón lleno de nombres».