Una ciudad moderna
Madrid es sin duda una ciudad moderna con un desarrollo urbano muy completo y grandes arterias radiales. Pero tiene carencias históricas, pues aunque su crecimiento se debe a la Reconquista, se conservan muy pocos restos del Medievo. El Madrid histórico es especialmente heredero de la Edad Moderna, el conocido como Madrid de los Austrias. En 1561, Felipe II convirtió la villa en capital, pero ya en el siglo XII había comenzado un lento crecimiento que poco a poco nos llevará al Madrid de hoy en día. Sin embargo, pese a que se mantienen algunas iglesias de la primera fundación y podemos contemplar restos arqueológicos, enseguida percibimos la falta de edificios del siglo XII o XIII. ¿Por qué se conservan tan pocos?
El culpable del cambio brusco de la ciudad es el siglo XIX. Desde el punto de vista de la conservación del patrimonio histórico-artístico, fue un siglo muy dañino. La invasión napoleónica, los proyectos de José Bonaparte, la desamortización de Mendizábal, el ensanche de la ciudad y el liberalismo revolucionario propiciaron la desaparición de iglesias y conventos que formaban parte del patrimonio de los madrileños y de su historia.
Lo cierto es que en el siglo XIX la ciudad seguía teniendo las mismas dimensiones que a finales del siglo XVIII, y el espacio urbano estaba delimitado por la cerca de Felipe IV. Por tanto, debía ampliarse y sumergirse en la Edad Contemporánea. Para ello se decidió suprimir algunos edificios considerados no productivos del centro. Las iglesias y conventos invadían gran parte del Madrid antiguo, y las ideas liberales consideraban que era necesario ocupar esos espacios con edificios más acordes con la nueva sociedad.
Se fueron sucediendo derribos y demoliciones que dieron paso a calles, plazas y avenidas. Algunos de los bienes de los edificios desaparecidos fueron trasladados; otros desaparecieron. Y Madrid estrenó una nueva configuración más moderna pero con importantes pérdidas de patrimonio. No debemos llorar solo la merma del patrimonio histórico artístico eclesiástico: también han desaparecido, por los avatares de la historia, edificios emblemáticos como el Alcázar, el Palacio del Buen Retiro y, ya en el siglo XX, preciosos palacetes del paseo de la Castellana.