Una Carta al pueblo de Dios y descanso antes de votar la síntesis
El 28 de octubre la XVI Asamblea General del Sínodo votará un resumen de sus principales preocupaciones. Sus participantes se han retirado dos días para discernir todo lo conversado y piden a los laicos que sigan vinculados en este proceso de escucha
El cardenal Jean-Claude Hollerich reveló el pasado lunes a Alfa y Omega, cuando salía ya de noche del Aula Pablo VI, que «lo más brillante» de la Carta al pueblo de Dios que la Asamblea General del Sínodo ha escrito y que se presentó el pasado miércoles «es su última palabra: “Esperanza”». Más en concreto, la expresión «¡es él, Jesús, nuestra única esperanza!».
El purpurado, varios miembros de la Comisión para la Relación de Síntesis, que él mismo preside, y otros trabajadores de la Secretaría General del Sínodo se quedaron hasta tarde en territorio vaticano, el 23 de octubre, dando forma a las últimas modificaciones a la misiva propuesta por los participantes en la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo sobre la sinodalidad. Todos los que lo desearan tuvieron de plazo hasta las 18:00 horas del lunes para presentar sus aportaciones al texto final de esta carta, no contemplada en el calendario original del Sínodo y surgida en un clima de espontaneidad.
Hollerich revela que no ha habido grandes cambios de una versión a otra, pues la lectura preliminar de la carta ya contó con una gran aceptación y fue respaldada con aplausos en el Aula Pablo VI. Aunque, a juicio del arzobispo de Luxemburgo, «han llegado algunas ideas que han ayudado a hacer la carta aún mejor». «No soy yo quien la ha escrito, pero puedo decir que quienes lo han hecho han tenido muy buena mano», considera.
Amor y escucha
La misiva escrita a los católicos de todo el mundo subraya que «para progresar en su discernimiento, la Iglesia necesita absolutamente escuchar a todos, comenzando por los más pobres». Así, recuerda el momento en el que, en el contexto de la Asamblea General, un grupo de pobres comió con el Papa en Casa Santa Marta. «Ante la pregunta de qué esperan de la Iglesia con ocasión de este sínodo, algunas personas sin hogar que viven en los alrededores de la plaza de San Pedro respondieron: “¡Amor!”». «Este amor debe seguir siendo siempre el corazón ardiente de la Iglesia, amor trinitario y eucarístico».
Pide también «escuchar a aquellos que no tienen derecho a la palabra en la sociedad o que se sienten excluidos, también de la Iglesia», como las víctimas de racismo, especialmente entre los pueblos originarios, y quienes han sufrido abusos. Explican que durante estas semanas de encuentros ha sido clave el silencio, y que desde el principio se ha experimentado «sed de unidad» y «la importancia de favorecer intercambios recíprocos entre la tradición latina y las tradiciones del Oriente cristiano».
«El mundo en el que vivimos, y que estamos llamados a amar y servir también en sus contradicciones», continúa el texto, «exige de la Iglesia el fortalecimiento de las sinergias en todos los ámbitos de su misión». Por ello, los autores muestran su esperanza de que «los meses que nos separan de la segunda sesión, en octubre de 2024, permitan a cada uno participar concretamente en el dinamismo de la comunión misionera indicada en la palabra “Sínodo»». Y recalca, como se hizo desde el inicio, que este proceso de escucha «no se trata de una ideología, sino de una experiencia arraigada en la tradición apostólica». Los autores reconocen que «los desafíos son múltiples y las preguntas numerosas», pero se muestran confiados en que «la relación de síntesis de la primera sesión aclarará los puntos de acuerdo alcanzados, evidenciará las cuestiones abiertas e indicará cómo continuar el trabajo».
Autoridad en el servicio
Según explicaba el relator general del Sínodo a este semanario, la Carta al pueblo de Dios «tiene el objetivo de invitar a la gente a participar en el proceso sinodal que continúa tras la asamblea». Pretende animar a los fieles a no descolgarse del proceso de escucha que comenzó en 2021 y a que sigan trabajando un año más sobre la síntesis de esta reunión. La Comisión para la Relación de Síntesis, que preside Hollerich, terminará de redactar dicha síntesis el 28 de octubre unificando los documentos que los relatores de cada círculo menor han ido entregando a diario y la someterá a votación. Aunque no es vinculante, supondrá el resultado más concreto de esta reunión y marcará las líneas guía de la Asamblea General a finales de octubre de 2024, en la que se redactará el documento final tras cuatro años de trabajo.
Aparte de movilizar al laicado, la Carta al pueblo de Dios persigue otro objetivo: alumbrar a los padres y madres sinodales, quienes se tomaron la tarde del lunes y el martes completo libres para meditarla. Estas vacaciones, no planeadas en un principio pero acogidas por consenso, les han servido para discernir qué impulso quieren dar a la última semana de asamblea y, sobre todo, descansar para realizar la votación final en plenas condiciones. «Los días que hemos tenido asamblea sinodal por la mañana y por la tarde han sido mortales, hay que estar escuchando todo el día en bastantes idiomas con los cascos puestos», confiesa Xiskya Valladares, religiosa de la Pureza de María y una de las 54 mujeres con derecho a voto en la asamblea.
La nicaragüense revela que el Sínodo ha tratado muy poco sobre la posibilidad del diaconado femenino y las bendiciones a parejas LGTBI, dos temas divisivos y que han generado un interés mediático desproporcionado. «Está muy inflado, la novedad del Sínodo no está en cambios doctrinales», opina Valladares. Pide sentido común a quienes creen que los problemas actuales de la Iglesia se resuelven con una agenda de reformas. «Es necesaria una conversión del corazón, si no nos convertimos es imposible, aunque cambien las estructuras internas. Si no nos sentamos con los que piensan distinto, es imposible que surja la sinodalidad», valora.
Xiskya Valladares subraya que las principales peticiones en el Sínodo no son cambios en el ordenamiento de los ministros ni en la moral sexual de la Iglesia, sino «cercanía y sencillez de los obispos» y «un modo de actuar más parecido al Evangelio y a Jesús». Según la religiosa de la Pureza de María, «el clericalismo está haciendo mucho daño en toda la Iglesia» y es urgente desarrollar una mentalidad que evite «confundir la autoridad con el poder». «La autoridad dentro de la Iglesia se tiene en el servicio», considera.
En ese sentido, ha tenido una buena experiencia durante la asamblea conversando como igual con los padres sinodales. «Al principio me imponía ver que la mesa estaba llena de cardenales y obispos, pero ese mismo día ya estabas hablando con ellos con total normalidad y sencillez, no ha habido ninguna falta de libertad por ningún lado», sentencia.