Una campaña para llevar vacunas al Amazonas… si Brasil lo permite
Una Vacuna para Todos, lanzada por entidades cercanas a los focolares, subraya la necesidad de que la inmunización sea universal y accesible para todos
Algunas vacunas frente a la COVID-19 ya están llegando a las regiones amazónicas de Brasil. «Pero solo a los grandes centros urbanos», lamenta el enfermero Edison Galego. Este colaborador del barco hospital Papa Francisco, de la asociación Lar San Francisco de Asís en la Providencia de Dios, ve difícil que vaya a estar disponible a corto plazo en las zonas ribereñas. Y allí vive buena parte de la población amazónica. Los principales obstáculos son cómo transportar los viales a una zona donde «las distancias son muy grandes y solo se puede llegar por el agua, en barco», y conservarlos en ese clima cálido.
Ellos podrían hacerlo. «Nuestro barco tiene la infraestructura y el equipo necesarios para mantener la vacuna en frío y para administrarla», explica a Alfa y Omega. Además de voluntarios dispuestos a participar en una campaña de vacunación grande. A lo que no tienen acceso es a las vacunas.
La campaña Una Vacuna para Todos, puesta en marcha por Jóvenes por un Mundo Unido, Acción por un Mundo Unido y el Movimiento Político por la Unidad, va a intentar hacerlo posible. Estas entidades, vinculadas a los focolares, pretenden conseguir donativos suficientes para comprar una cantidad significativa de dosis. «Siendo realistas, en las próximas semanas o meses esperamos poder llegar a los 100.000 euros», explica Stefano Comazzi, presidente de Acción por un Mundo Unido. Con el coste actual de unos cinco euros por vacuna, esto permitiría llegar a unas 20.000 personas. «Pero podría variar si algún cambio político hiciera que se elevara el precio. O, como s deseable, que bajara».
Obstáculos legales
Con todo, reconoce que no tienen claro que alcanzar este objetivo vaya a ser posible. La ley que está tramitando el Gobierno federal brasileño sobre la vacunación «no es clara», apunta Galego. Modificada varias veces en los últimos meses, recoge algunas condiciones para que empresas privadas compren lotes de vacunas a cambio de ceder parte a la sanidad pública.
Por el contrario, «una ONG o la Iglesia no podría hacerlo; tendría que ser una compañía comercial muy grande», matiza Comazzi. Todo ello «puede complicar los tiempos de compra y vacunación para todos», añade el enfermero. Aunque espera que, puesto que su barco colabora con el sistema sanitario público, los obstáculos terminen por superarse.
Si al final las restricciones políticas impidieran hacer llegar las vacunas, aclara Comazzi, el dinero recaudado se destinaría a financiar el envío de kits de prevención, a organizar acciones de concienciación en las comunidades ribereñas, y a dotar al barco de los medios para seguir atendiendo a los pacientes.
Todo ello muy necesario porque «no tenemos forma de hacer llegar oxígeno y los tratamientos» para algunas personas. Además, «aquí la población no tiene nada, ni gel ni mascarillas; hay que llevárselo todo». Junto con agua potable, comida y medicinas. En las últimas semanas, las carencias se han agudizado por las fuertes lluvias. Los ríos han alcanzado niveles no vistos en los últimos 29 años, y se han inundado casas y centros de salud.
El Amazonas, un símbolo
Entre todas las regiones del mundo con características similares, en Una Vacuna para Todos «elegimos esta porque nos parecía simbólica», explica Comazzi. A las dificultades propias de una zona pobre y aislada se añadían los obstáculos debidos a la gestión de la pandemia por parte del Gobierno federal. El presidente, Jair Bolsonaro, lleva más de un año menospreciando la importancia y gravedad de la pandemia. Esto, unido a las deficiencias sanitarias previas, ha dado lugar a graves oleadas de contagios como la de Manaos. «Las autoridades sanitarias locales sí están preocupadas por la difusión del virus, pero no tienen recursos para hacerle frente».
Pero no se trata solo de llevar vacunas al Amazonas. Esta acción solidaria es solo parte de la campaña, que pretende concienciar sobre la necesidad de garantizar en todo el mundo el acceso universal a la inmunización frente al coronavirus. «De la misma forma que en nuestros países de Europa cualquiera puede recibir gratuitamente las vacunas, independientemente de su renta, se tendría que dar las mismas oportunidades a los que viven en otros países». Incluso en aquellos «donde la atención sanitaria no contempla esta posibilidad».
Como con la polio
Para Comazzi, lo ideal sería que se repitiera lo ocurrido en los años 1950 y 1960, cuando los dos creadores de las vacunas contra la poliomielitis, Jonas Salk y Albert Sabin, renunciaron a patentarlas. Se produjeron entonces campañas masivas de vacunación que lograron erradicar de los países occidentales una de las enfermedades que más estragos causaba entre los niños.
Sin llegar a esto, «un primer paso sería que durante un año o dos se suspendieran las patentes» de las vacunas. Así lo han propuesto 62 países ante la Organización Mundial de Comercio. Pero, a pesar del reciente apoyo de Estados Unidos, aún no se ha logrado la unanimidad necesaria. La semana pasada, la cumbre del G-20 también rechazó esta medida. Y estos días, en la Asamblea General de la OMS, el debate que está sobre la mesa es el que propone que sean las farmacéuticas las que ofrezcan voluntariamente a otras empresas licencias para fabricar sus productos.
Esta medida, según los países defensores de la suspensión de la patente, es insuficiente. Aunque Comazzi apunta que también lo sería la suspensión propiamente dicha. «Es muy importante que la tecnología necesaria para producir las vacunas se ponga a disposición de los países sin recursos, para que las vacunas se puedan producir localmente» y así superar la escasez.