Una bula mejoró la atención pastoral en Canarias
Desde su conquista en 1496, se intentó que Tenerife fuera diócesis. Solo se logró en 1819, pero el parto fue accidentado
La bula de erección de la diócesis de San Cristóbal de La Laguna, en 1819, «es la única que conozco en forma de cuaderno y no en un pergamino grande». Lo subraya Miguel Ángel Navarro, director del Archivo Histórico Diocesano de la diócesis, con sede en Tenerife. Relaciona esta peculiaridad del documento, que es uno de los tesoros de la diócesis —otras más antiguas no lo conservan—, con un origen tan largamente reivindicado como accidentado. Ya poco después de incorporar la isla nivariense a la corona de Castilla en 1496 su conquistador y el de La Palma y gobernador vitalicio de ambas, Alonso Fernández de Lugo, trata de que se traslade la sede episcopal desde Gran Canaria. «Aquí hay mucha agua y riqueza» y la promesa de prosperidad atrae a ella a mucha gente, transformándola en el lugar más poblado del archipiélago, explica el director del archivo.
Sus intentos y otros posteriores son infructuosos, «hasta que en el siglo XVIII Tenerife crece todavía más y las élites sociales y eclesiásticas empiezan a moverse no ya para cambiar la sede sino para que haya dos diócesis canarias» y poner fin al abandono pastoral, relata Navarro. «Algunos sitios no habían visto a un obispo en 80 años. Ellos vivían en Las Palmas de Gran Canaria y para visitar las islas había que coger un barco de vela» y embarcarse en el Atlántico. «Luego, el terreno es muy abrupto». Por la mayoría de parajes «no se podía ir en carreta, solo andando o en burro». Por ello, en el mejor de los casos visitaban solo las localidades principales.
Cristóbal Bencomo Rodríguez, sacerdote de La Laguna que había sido preceptor y era confesor y consejero de Fernando VII, es el gran valedor de la petición. «Una vez que llega a Roma la bula está firmada por el Papa Pío VII en menos de un mes», el 2 de febrero de 1819, lo que apunta a «la influencia del rey» y a la habilidad del sacerdote. No es de extrañar que en estas circunstancias el texto fuera más extenso de lo habitual, de ahí su formato. «Refleja la intención de que la diócesis sea para siempre y la indicación explícita, que no es normal, de que se traslade toda la documentación que haya en Gran Canaria referida a este territorio».
Con todo, a la diócesis nivariense le quedaba tiempo para funcionar de forma plena. Su primer obispo, el asturiano Luis Folgueras y Sion, no es nombrado hasta 1824. En primer lugar, como el rey Fernando VII tenía que dar el plácet a la bula, esta no se ejecuta hasta el 21 de diciembre. Apenas once días después, el alzamiento del teniente coronel Rafael del Riego desata la Revolución de 1820 y da inicio al Trienio Liberal. «Se paraliza el nombramiento de todos los obispos porque los gobiernos tienen la pretensión de que sean liberales», relata el director del archivo.
En el caso de Canarias, además, las autoridades civiles quieren volver a una única diócesis, lo que reaviva la polémica con Gran Canaria. Mientras, la diócesis debe empezar a funcionar sin pastor. El cabildo capitular nombra como vicario capitular a Pedro José Bencomo —hermano del consejero real—. «Pero todo el sector liberal de aquí lo acusa de ser contrario a la Constitución y termina dimitiendo para evitar que eso dañe a la diócesis». Los canónigos tienen que nombrar a otro gobernador eclesiástico, «lo que hoy sería un administrador diocesano».
Fortuna: Creada por el Papa Clemente VI en 1351 y encomendada a Bernardo Font, enviado para acompañar una misión evangelizadora pacífica impulsada desde Mallorca. Posteriormente se la conoce como de Telde (Gran Canaria). Las expediciones concluyen en 1393 con el asesinato de todos los misioneros a manos de los indígenas, en represalia por las continuas razias desde la Península para capturar esclavos.
San Marcial del Rubicón: En el contexto de la conquista del archipiélago entre 1402 y 1496, el Papa Benedicto XIII (Papa Luna) erige en 1404 esta sede en Lanzarote, que sustituye a la de Telde. Desde ahí comienza la evangelización de las islas, tanto las incorporadas a Castilla como las que no. En 1435 el Papa la traslada a Gran Canaria renombrándola como Canarias y Rubicón, pero no se hace efectivo hasta 1483.
Por fin, la joven Iglesia local recibe a su obispo en 1825. Lo hace con «la mayor parte de la población sin confirmar». En la primera celebración de este sacramento, en la parroquia de la Concepción de La Laguna, lo reciben 6.000 personas. Miles más lo hacen en los cuatro años siguientes, en el marco de una larga visita pastoral que lleva a cabo «sin regresar a su sede», relata Navarro. Conoce así todos los lugares de culto y elabora una «descripción exhaustiva de la situación religiosa, social y cultural de la población», que es «interesantísima», y otra de las joyas del Archivo Histórico Diocesano.
Por ejemplo, «le sorprende enormemente la pobreza y, a la vez, el dispendio en fuegos artificiales el día de la fiesta», señala su director. O cómo «la gente pobre no va a Misa a las parroquias porque no se siente digna de ir al pueblo con harapos» y prefiere las muchas ermitas. «Pero como sus capellanes no tienen obligación de predicar, se perpetúa la ignorancia religiosa» entre las clases bajas. En respuesta, el obispo decreta que en esos templos también haya homilía. Su relato prueba, para Navarro, lo necesaria que era la diócesis.