Un santo en la política europea
El 4 de septiembre de 1963 fallecía, en su casa de Scy-Chazelles, en la Lorena francesa, Robert Schuman, el ministro de Exteriores galo que propuso crear la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), germen de la Unión Europea. Cincuenta años después, su tumba se ha convertido en un lugar de peregrinación para muchos europeos
En los años 90, el Instituto San Benito Patrono de Europa comenzó a promover la Causa de beatificación de Robert Schuman, para demostrar que la política, entendida como servicio al bien común, es camino de santidad: Schuman vivió las virtudes cristianas en grado heroico, pues se dedicó en cuerpo y alma a trabajar por la paz.
Nacido en Luxemburgo en 1886, era hijo de francés y luxemburguesa. El padre de Robert había luchado con el Ejército francés en la defensa de la Lorena frente a Alemania en la guerra de 1870. Sin embargo, la victoria fue para los germanos, Alsacia y parte de Lorena se anexionaron a Alemania, y por esta circunstancia Robert Schuman adquirió automáticamente la nacionalidad alemana al nacer.
En casa hablaban luxemburgués, y, aunque se sentían franceses, los padres nunca inculcaron al hijo animadversión hacia Alemania. Robert no tuvo hermanos, y su padre falleció cuando él contaba tan sólo 14 años. El adolescente era responsable, estudioso y tenía amigos -y primos- tanto entre luxemburgueses, como entre alemanes, franceses y belgas.
Estudió Derecho en Alemania y abrió un pequeño buffete de abogados en Metz, la capital de la Lorena. Pero un acontecimiento inesperado dio un vuelco a su vida, a los 25 años: su madre murió en un accidente de carruaje, y el joven Robert, profundamente católico, decidió retirarse a un monasterio y consagrarse a Dios.
Así se lo contó por carta a su mejor amigo, Henri Eschbach. Éste, en vez de animarle, le hizo ver cuál era realmente la voluntad de Dios: «En esta época, el apostolado laico es una necesidad urgente, y yo no puedo imaginar mejor apóstol que tú -le escribió-. Seguirás siendo laico, porque así te será más fácil hacer el bien, que es tu única preocupación. Cuando ya no estés, podremos decir de ti como dijeron del Señor: Transit benefacendo –pasó haciendo el bien-».
Apostolado en la política
Desde entonces, Schuman asumió como su vocación la búsqueda de la justicia y la paz, y permaneció célibe. Regresó a su buffete, pero con el estallido de la Primera Guerra Mundial acabó implicándose en política para tratar de evitar abusos y conflictos entre la comunidad germana y la francófona en Alsacia y Lorena, pues al perder Alemania la contienda, las dos regiones volvieron a Francia. Algunos franceses querían revancha, confiscar las propiedades de los germanos y cerrar las publicaciones en alemán. A Schuman, que colaboraba con las asociaciones católicas de ambas comunidades, le pidieron que entrara en la administración pública por su prestigio social y su fama de honestidad.
Se presentó por libre a las elecciones y salió elegido como diputado por Lorena en la Asamblea Francesa. Así llegó a París, donde desde su escaño defendió las peculiaridades de su tierra natal: tanto los derechos de los germano-parlantes como la educación religiosa en la escuela pública. Alsacia y Lorena no formaban parte de Francia cuando este país denunció el Concordato con la Santa Sede. Schuman colaboró con las comunidades judías y protestantes de Alsacia y Lorena y consiguió que ambas quedaran exentas de la enseñanza laicista (una excepción que se mantiene a día de hoy).
En 1940, cuando Francia debatía cómo reaccionar frente a la amenaza nazi, Schuman votó en la Asamblea a favor del régimen de Vichy, pensando que el entendimiento con Hitler evitaría otra guerra. Pronto se dio cuenta de su error, pero ya muchos lo acusaban de ser un traidor, y de seguir siendo alemán en su corazón. Él sentía amor por la patria de su padre, pero realmente se consideraba un hombre de frontera, a caballo entre varias culturas. Su afán era la paz. Por eso, cuando estalló la guerra se dedicó primero a ayudar a los refugiados en Poitiers, y después regresó a Lorena pensando en mediar con las nuevas autoridades. Su esfuerzo fue vano, y al rechazar un cargo en la administración nazi lo encarcelaron. Cuando los agentes le preguntaron qué necesitaba de su casa respondió: Un jersey y los 26 tomos de la historia de los Papas, que guardaba en su biblioteca.
Su plan para Europa
Schuman, que asistía a misa y rezaba el Rosario a diario, tenía además una vasta formación teológica. Leía a santo Tomás en latín, así como a autores contemporáneos neo-tomistas como Jacques Maritain, y los filósofos cristianos del personalismo, como Edouard Mounier. Los meses de cautiverio -primero en una prisión y luego de arresto domiciliario- se dedicó a leer, pero necesitaba pasar a la acción y consiguió escapar. Llegó a Francia en tren y con identidad falsa, escondiéndose en varios monasterios, haciendo la misma vida que los monjes. Al terminar el conflicto, el nuevo Gobierno le encargó la cartera de Finanzas. Para Schuman, ésta era una tarea fundamental: levantar la economía del país. Lejos de ideologías, quería gestionar bien los recursos para procurar el bienestar de los ciudadanos, y para ello el Estado tenía una importante responsabilidad. Fue también lo que procuró durante los escasos meses en que ocupó la jefatura de gobierno (1947), pero la escasez de la posguerra y las protestas callejeras desataron unos años de inestabilidad política.
Entre 1947 y 1952, mantuvo la cartera de Exteriores. Fue entonces cuando conoció a Jean Monnet, comisario de un plan de modernización de la economía gala. Éste pensaba que no habría prosperidad si los países continuaban batallando por los recursos, fundamentalmente los recursos mineros del Ruhr y del Sarre, que eran indispensables para la reconstrucción de Alemania, pero cuya explotación exigía Francia como compensación de guerra.
Monnet explicó a Schuman su visión: una Europa en la que los Estados trabajaran juntos en igualdad y respeto, solucionando sus diferencias en la mesa de negociación. Durante el fin de semana, en su tranquila casa de Scy-Chazelles, Schuman leyó el plan. El lunes, cuando llegó al Ministerio estaba exultante: era el plan que haría realidad sus sueños para Europa.
Se puso secretamente en contacto con el Canciller alemán, Konrad Adenauer, otro católico convencido de su responsabilidad histórica. A pesar de las tensiones políticas y los odios que aún existían entre sus pueblos -la guerra había terminado hacía cinco años-, ambos sabían que podían confiar en el otro.
Los padres de Europa
«Todos somos instrumentos imperfectos de una Providencia que se sirve de nosotros para realizar grandes obras que nos superan -dejó escrito Schuman después de la Segunda Guerra Mundial-. Esta certeza nos obliga a ser muy modestos, pero nos confiere también una serenidad que no siempre justificarían nuestras experiencias personales, consideradas tan sólo desde un punto de vista humano».
El 9 de mayo de 1950, con el beneplácito de Adenauer, Robert Schuman leyó al mundo su famosa Declaración en que anunciaba una Comunidad del Carbón y del Acero (CECA), abierta a todos los países democráticos que quisieran unirse. El primero que manifestó su determinación de adherirse fue Alcide de Gasperi, Primer Ministro de Italia y otro católico convencido de que la Providencia le ofrecía esta oportunidad única junto a Schuman y a Adenauer.
Para Schuman, «Europa es la puesta en práctica de una democracia en el sentido cristiano de la palabra». Como Jacques Maritain, consideraba que la democracia encuentra su fuente en el cristianismo, que proclama la igualdad de todos los hombres, y su dignidad como hijos de un mismo Dios. Ahora tenía la ocasión de llevar los principios evangélicos a la escala europea, a la relación entre las naciones.
Pensaba que la fragmentación de Europa constituía un absurdo anacronismo, y que, para abandonar los afanes bélicos y nacionalistas, Europa debía construir una paz basada en la interdependencia: obligar a una solidaridad de hecho, más fuerte que la buena voluntad de los mandatarios, de manera que la guerra se hiciera imposible entre los socios.
El Carbón y el Acero, y más tarde el Mercado Común (1957), no eran más que el instrumento para construir una comunidad. Así se lo explicó Schuman a Adenauer en una carta privada: no hacían economía, sino una estructura de paz, en la que no hay interés egoísta ni miedo.
«La idea de una comunidad se ha convertido para nuestros contemporáneos en un concepto corriente -escribiría Schuman algunos años más tarde-. Supone ante todo la libre elección de adherirse libremente a las comunidades participantes. La coacción está excluida por definición. Además, la comunidad propone a cada socio un mismo objetivo, que la filosofía de santo Tomás ha llamado el bien común».
Aquellos padres de Europa veían ya una evolución de la economía a una unión política y democrática. Por eso crearon una asamblea, el Parlamento europeo, que Schuman presidió entre 1958 y 1960. Ya cuando dejó el Parlamento le habían diagnosticado esclerosis múltiple. Su salud se fue deteriorando y la política francesa prácticamente lo olvidó. En los últimos años, escribió un breve libro titulado Por Europa, con reflexiones políticas y espirituales.
«Las duras lecciones de la Historia han enseñado al hombre de frontera que soy a desconfiar de las improvisaciones apresuradas y de los proyectos demasiado ambiciosos, pero me han enseñado también que, cuando un juicio objetivo, reflexionado con madurez, basado en la realidad de los hechos y orientado al interés superior de las personas, nos conduce a iniciativas nuevas, incluso revolucionarias, es muy importante -aunque rompa con la costumbre, con antagonismos seculares y con antiguas rutinas- mantenernos firmes y perseverar».
Su valentía, su entrega y su generosidad están ya recogidos en los miles de folios de su Causa de beatificación… Pero aún no hay fecha para la ceremonia: el Instituto San Benito invita a los creyentes a pedir la intercesión de Schuman para que un milagro lo lleve definitivamente a los altares.
• Jean Monnet (1888-1979): vendedor de cognac y aventurero francés, se inventó el método comunitario de negociación y redactó la Declaración Schuman.
• Konrad Adenauer (1876-1967): alcalde de Colonia antes de la Primera Guerra Mundial y primer Canciller de Alemania Occidental después de la Segunda Guerra Mundial. Ferviente católico y fundador de la CDU.
• Alcide de Gasperi (1881-1954): nacido en la región de Trento, primero fue diputado en el Parlamento de Viena del Imperio austro-húngaro, y, después de la Primera Guerra Mundial, diputado en Italia. Fundador de la Democracia Cristiana, fue perseguido y encarcelado por Mussolini y lideró la transición de Italia después de la Segunda Guerra Mundial. Casado y con cuatro hijas, está abierto su Proceso de beatificación.