Un sacerdote secuestrado por el ISIS nombrado arzobispo en Siria
Francisco elige al padre Jacques Mourad como nuevo arzobispo sirio-católico de Homs. En 2015, pasó cinco meses en manos de los yihadistas
Jacques Mourad fundó en 1993 la comunidad de Deir Mar Musa junto al sacerdote italiano Paolo Dall’Oglio. El monasterio de Mar Elian era una casa de puertas abiertas para los cristianos y los musulmanes de la zona de Qaryatayn. Pero en 2011 el estallido de la guerra civil siria destruyó esa preciosa convivencia. El padre Dall’Oglio, en un intento por poner paz y mediar en la liberación de unos rehenes, desapareció en Raqqa en 2013. No se sabe nada de él desde entonces. La comunidad siguió adelante con el padre Mourad al frente quien, además de responsable del monasterio de Mar Elian, era también el párroco de Qaryatayn. En 2015 el autoproclamado Estado Islámico desembarcó en esa parte de Siria donde no muy lejos se encuentran las bellas ruinas de la ciudad de Palmira. Los yihadistas volaron parcialmente este monumento histórico y arribaron a las puertas de Mar Elian.
El 21 de mayo secuestraron al padre Mourad junto a otro cristiano, Boutros. A ambos los llevaron a Raqqa, la entonces capital siria del califato del terror, y para más humillación les encerraron en un baño durante días. En aquella prisión yihadista Mourad pasó meses enteros. Dos oraciones se convirtieron en su permanente consuelo entre las amenazas constantes de muerte de sus captores. Por un lado, el rezo del rosario y, por otro, la oración del abandono Charles de Foucauld.
«Nada te turbe, nada te espante, quien a Dios tiene, nada le falta. Solo Dios basta»
Pero, además, una santa española acudió en su ayuda. Relataba poco después de su puesta en libertad que, de noche en medio del poco sueño que llegaba a conciliar, una suerte de jaculatoria apareció en sus pensamientos: «Nada te turbe, nada te espante, quien a Dios tiene, nada le falta. Solo Dios basta». «Y la rezaba en árabe, con la música de Taizé. La recé todos los días. Fue como una mano tendida que me sacó del pozo», explicaba en 2016 en Roma en un encuentro de la Asociación de amigos del Deir Mar Musa. Santa Teresa de Ávila, en su quinto centenario, socorrió a un sacerdote sirio encarcelado por el único hecho de serlo.
La liberación llegó meses después. El 1 de septiembre de 2015, el califa del Estado Islámico envió a varios emisarios desde Irak para que los cristianos de Qaryatayn firmasen un acuerdo con el califato. Serían liberados a condición de que no salieran nunca de su pueblo. De hacerlo, matarían a los hombres y esclavizarían a las mujeres y a los niños. Junto al padre Mourad, el ISIS liberó a otros 25 cristianos. Volvieron todos a Qaryatayn, pero enseguida escaparon como pudieron aterrorizados por la violencia del Estado Islámico y los constantes bombardeos. No tenían ni comida ni agua ni electricidad. 40 días después, el padre Mourad consiguió escapar gracias a un vecino musulmán que le sacó de allí en moto. Antes de irse, estrechó la mano de otro vecino con el que tomó el té días antes de su secuestro. Fue quien entregó a los cristianos a los yihadistas del ISIS.
El sacerdote recaló en Europa donde estuvo recuperándose de sus problemas de salud. Después, decidió trasladarse al Kurdistán iraquí donde fue un refugiado más entre refugiados. No estaba preparado para regresar a Siria. Toda esta experiencia Mourad la plasmó en un libro llamado Un monje secuestrado que presentó en 2019 en Italia junto a la comunidad de Sant’Egidio. «Mi experiencia quiere transmitir que la fuerza del amor y del diálogo supera el miedo, supera el mal y supera la oscuridad», contaba entonces a los medios de comunicación. En 2020 Mourad volvió a Siria con su rebaño de Qaryatayn. Este sábado el Papa Francisco le ha designado arzobispo sirio-católico de Homs.