Un sacerdote negocia con las bandas de Haití
La violencia en el país es tal que la Iglesia tiene un misionero de referencia para los casos de secuestro y la ONU ha aprobado el despliegue de una misión internacional
«Me llega un SOS de las religiosas que están en la carretera a Morne Cabrit. Tienen a 300 personas con discapacidad, están acorraladas por las bandas y se les está acabando la comida», relata el padre Rick desde Haití. Después de comprar la comida que necesitan, «Junior va a hablar con V. para que diga que nos dejen entrar». No abunda en detalles. Basta con saber que estos misteriosos contactos les permiten llegar a la residencia de las religiosas sin problema, cruzándose con «tres grupos de bandidos que tienen orden de dejarnos pasar». En la carretera «hay perros comiendo cadáveres». Tras descargar el camión, «rezamos juntos. Me preguntan si no estoy asustado. Claro que sí, pero nos negamos a dejarnos gobernar por el miedo».
Es un día más para Richard Frechette, CP. Este pasionista estadounidense es la persona de referencia de la Iglesia local cuando, en medio de la brutal crisis de violencia que vive el país, algún religioso, sacerdote o misionero es secuestrado por los grupos armados que controlan buena parte del territorio. No son ataques anticristianos, sino «por dinero». Desde enero de 2020 ha contribuido a liberar a 30. También las autoridades civiles y el Gobierno de Estados Unidos, la ONU y la UE se han beneficiado de su labor, bien para liberar a alguien o porque comparte con ellos información relevante. «Nuestros programas en las zonas más marginales nos brindan la posibilidad de dialogar con los líderes de las bandas. Respetan nuestra labor humanitaria, así que les pedimos que también ellos actúen de forma humana».
La Fundación San Lucas para Haití, fundada por Frechette, gestiona dos hospitales, ocho clínicas, 36 colegios, dos programas para personas con discapacidad y un orfanato. El pasionista trabaja también en el Hospital San Damián, el único pediátrico en Haití. Todos han notado el impacto de la crisis. Además de la escasez de medicinas y material —y la consiguiente subida de precios— por el control que las bandas ejercen sobre los puertos, «muchos trabajadores han sufrido secuestros y se marchan del país. La mayoría de hospitales ha perdido al 40 % o más del personal cualificado». San Damián, por ejemplo, ha cancelado totalmente la cirugía cardiaca y ha visto empeorar su atención a niños con epilepsia y la mejor unidad de VIH del país. Muchos pacientes no acuden «por el peligro generalizado en las calles». El Hospital San Lucas, en cambio, «ha tenido un aumento enorme de pacientes con heridas de bala y víctimas de la violencia».
La situación se repite en toda la nación. En agosto, los redentoristas tuvieron que evacuar su casa madre porque «la zona de Carrefour-Feuilles estuvo amenazada por grupos armados». Mataron a varias personas y «robaron e incendiaron casas. Nos llegaban balas de todas partes», explica su provincial, Pétuel Gérard. Solo ahora «los fieles empiezan tímidamente a volver, pero el miedo sigue ahí. Todas nuestras actividades están paralizadas». Más aún, «los habitantes de ciertos barrios han decidido tomarse la justicia por su mano formando grupos de autodefensa».
El 2 de octubre, el Consejo de Seguridad de la ONU respondió a la petición desesperada de ayuda del primer ministro haitiano, Ariel Henry, y autorizó el despliegue de una misión de apoyo. No sería una misión de paz de Naciones Unidas, sino una fuerza multinacional liderada por 1.000 agentes de la Policía de Kenia con el visto bueno del organismo supranacional. De momento, la población haitiana vive esta noticia con bastante indiferencia porque «quedan meses», explica Frechette. El despliegue está paralizado en un tribunal keniano hasta esta semana como mínimo. Las opiniones sobre su eficacia, además, están divididas, abunda Gérard. Él mismo no sabe qué pensar. «Creo que una fuerza de apoyo especializada bien podría ayudarnos», si se hace con «una hoja de ruta completa y precisa». Pero también se siente «muy pesimista», porque «los extranjeros creen que pueden resolver el problema con soluciones cosméticas y prefabricadas, sin mirar las causas. Las intervenciones extranjeras siempre han salido mal en Haití».
- 3.000 homicidios y 1.500 secuestros entre enero y septiembre, según la ONU
- 949 casos de violencia sexual en 2022 y 16.470 incidentes de violencia de género
- Según el padre Gérard, las violaciones se producen «para aterrorizar a la población» u «obligar a las familias a pagar rescate» en los secuestros. Frechette explica que las víctimas evitan ir al hospital por el estigma, pero que cuando llaman por teléfono las remite a un centro especializado en la capital.
- Un problema añadido es la decisión de República Dominicana de cerrar la frontera por donde entran bienes de primera necesidad. Es una represalia porque en agosto campesinos haitianos retomaron la construcción de un canal de riego desde el río Masacre, cuyas aguas se disputan ambos países.
- Desde España, la Fundación Nuestros Pequeños Hermanos ayuda al Hospital San Damián y también apoya a la Fundación San Lucas.