Qué necesario es encontrar un puerto seguro en el proyecto migratorio de cada uno; sobre todo, cuando se llega a países de acogida y las personas migradas, después de venir de situaciones violentas que han forzado el huir de sus países de origen, se topan con políticas migratorias agresivas que no están a la altura de una acogida digna.
En los países de acogida, cada día somos testigos de lo amurallados que se van quedando: concertinas, muros metálicos, devoluciones a fronteras externas antes que alternativas de acogida y un sistema aletargado que, para manifestar la voluntad de protección internacional y empezar un proceso migratorio, da citas incluso hasta para dentro de un año. ¿Qué pasa mientras tanto con las personas en el tiempo de espera? ¿Cómo sobrellevar el limbo jurídico, la supervivencia cotidiana? ¿Cómo vivir los primeros meses?
Preguntando a quienes participan en la misión, con el fin de tener su voz y elaborar este pequeño artículo de opinión, llegué a la conclusión de cuán necesario se vuelve para ellas encontrar un puerto seguro, un lugar de certezas, fortaleza y comunidad. A quienes escuché decían que en Cáritas, la Delegación de Migraciones, parroquias o asociaciones como Guada-Acoge, han encontrado un faro para sostenerse en los momentos difíciles del comienzo; y aun después, cuando ya están regularizados.
Alguna persona decía: «Llegué perdida, desorientada, con mucha información que aquí desmitificaron. Ellos son una luz que dio rumbo a esta experiencia. He encontrado un apoyo en todos los sentidos: jurídico, psicológico, espiritual, moral». Hasta el punto de que «al no tener aquí familia, estas instituciones son la mía». «Me sentí atraída por el recibimiento que me dieron», cuenta otra. Y este es algunas veces una simple sonrisa, llamarlos por su nombre o derivarlos a otras instituciones, más allá de dar un seguimiento integral, personalizado. Esta experiencia es suficiente para saber que ahí podrán contarse, reencontrándose y continuar proyectando su proceso migratorio.
Un trato humano, digno. Es lo que nuestra Iglesia busca ofrecer como expresión de que «hemos creído en el amor de Dios». Eso nos posibilita para ser un puerto hospitalario entre tantos hermanos y hermanas migradas que viven entre nosotras, con quienes tejemos sororidad y fraternidad en medio de la incertidumbre.