Un obispo se jubila... ¿y ahora qué? - Alfa y Omega

Un obispo se jubila... ¿y ahora qué?

El cardenal Osoro inicia una nueva etapa como emérito que dedicará a la Eucaristía, a rezar, a leer y a escribir. También a hablar y a acompañar a las personas que se lo pidan. Como él mismo dice, ahora podrá entregarse a «ser un cura»

Pablo Martín Ibáñez
El cardenal Osoro durante la rueda de prensa el pasado lunes en el salón de actos de Alfa y Omega. Foto: Tania Sieira.

El proceso de elección de un obispo es complejo. Tras una serie de consultas, se presentan ante el Santo Padre los candidatos, se piden informes y se toman decisiones. De lo que se habla menos es de la vida de un obispo cuando se apagan los focos. ¿Qué ocurre cuando un prelado termina su ministerio? ¿Se jubilan los obispos? La renuncia de un obispo aparece en el canon 401 del Código de Derecho Canónico: «Al obispo diocesano que haya cumplido 75 años de edad se le ruega que presente la renuncia de su oficio al Sumo Pontífice, el cual proveerá teniendo en cuenta todas las circunstancias».

La norma que introduce la edad de renuncia del obispo, explica Miguel Rodríguez, OCD, experto en Derecho Canónico, se introdujo en 1983. «Es una manera de proteger el bien de los fieles y de la Iglesia». Esta ha de ser aceptada por el Santo Padre para hacerla efectiva. De esta manera, la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium, del año 2022, prevé la posibilidad de ampliar la edad de jubilación a los 80 años e «incluirlos en otros grados de consulta», puntualiza Rodríguez.

Pero ¿a qué dedica un obispo el tiempo que antes dedicaba al gobierno de su diócesis? «La vida de un obispo jubilado es una etapa nueva de fidelidad renovada en la configuración con Cristo Sacerdote y Pastor», cuenta Vicente Jiménez Zamora, arzobispo emérito de Zaragoza desde el año 2020. En el momento de hablar con Alfa y Omega se encuentra en medio de las fiestas patronales de su pueblo, Ágreda, en Soria, a las que ha sido invitado. Para este arzobispo, la jubilación de un obispo es «la culminación de una vida entregada a Cristo y a su Iglesia», un tiempo para practicar «un ocio laborioso». Y para rezar, retirarse y vivir un «sereno atardecer».

A los pies de los crucificados de Madrid

Aunque con «vértigo y responsabilidad» por la tarea, el nuevo arzobispo de Madrid, José Cobo, se sentó ante los medios acompañado por el cardenal Carlos Osoro y el obispo auxiliar Jesús Vidal, para afirmar que la nueva tarea «es preciosa» y que es consciente de que se sube a un tren en marcha, guiado por la Evangelii gaudium deFrancisco. «Nos pone en un Madrid que es misión». Un Madrid que lo vio crecer y que hoy reclama a la Iglesia, aseguró, que esté «al pie de la cruz, delante de los crucificados». También afirmó que ser obispo «no es una dignidad, sino un servicio» y dijo que los más jóvenes pueden ayudar a reubicar la Iglesia dentro del mundo «con otras claves, otro lenguaje», pero sin perder el camino andado. «No se trata de innovar como de encarnar el Evangelio». No estaba en su horizonte ser arzobispo: «Es un encargo que hace el Papa, que viene de Dios. Dios no llama a los capaces, sino que capacita a los que elige. Tenemos una Iglesia preciosa».

Sobre el cardenal Osoro, que hasta la Misa de inicio de ministerio será el administrador apostólico, dijo que le enseñó «a mirar la vida y a afrontar las dificultades con ojos de pastor». «Ha sido un maestro para mí, un maestro con el que he compartido la mesa», recalcó. A continuación, el ya arzobispo emérito de Madrid manifestó sentir agradecimiento a Dios: «He sido muy feliz en los lugares en los que he estado. No tengo conciencia de haber guardado nada para mí».

Antes de comparecer antes los medios y tras el rezo del ángelus, el cardenal Osoro dio la noticia a los trabajadores de la Curia diocesana. El nuevo arzobispo dijo que «la diócesis merece la pena», igual que «servir al proyecto de Dios aquí».

Algunos expertos hablan de que quienes alcanzan altos grados de responsabilidad sufren el duelo por el teléfono que deja de sonar. Zamora, por el contrario, piensa que un obispo «no hace duelo, sino que siente júbilo y descanso en el Señor». Es cierto que «uno deja el oficio de gobernar, pero seguimos teniendo la plenitud del sacerdocio en el episcopado». Uno es obispo para siempre. Zamora asegura que lo vive con enorme agradecimiento y que uno envejece solo cuando deja «que se le arruguen las esperanzas y los proyectos».

En las empresas del siglo XXI, uno de los términos de moda es el know how [saber hacer], el conocimiento adquirido. Es un valor para muchas instituciones, que aseguran el traspaso de conocimiento de una generación a la siguiente. En el caso de la Iglesia ocurre igual: los obispos eméritos no se jubilan. Sus hermanos obispos cuentan con ellos para predicar ejercicios espirituales, trabajar en comisiones, etc. Por ejemplo, Jiménez Zamora coordina los trabajos del equipo sinodal de la Conferencia Episcopal Española (CEE). «La Iglesia cuida bien a los eméritos», reflexiona.

Una nueva vida

Preguntamos al cardenal Carlos Osoro qué va a hacer ahora que su renuncia ha sido aceptada por el Papa Francisco. El purpurado termina su ministerio tras nueve años en la archidiócesis de Madrid y, en total, 26 años de servicio a la Iglesia como obispo y 50 como sacerdote. Explica que la sede madrileña le ha prestado un piso normal, «nada especial, que perteneció a un sacerdote diocesano que ya falleció», explica. También confiesa que se dedicará a «leer, escribir, rezar, celebrar la Misa… e intentar ir a Cantabria a ver a mi familia». Y añade: «Quiero estar disponible para hablar y acompañar a las personas que me lo pidan». El hasta ahora arzobispo de Madrid ha pasado por cuatro diócesis como prelado: Orense, Oviedo, Valencia y Madrid, lo que le ganó el sobrenombre cariñoso de el peregrino, en palabras de Francisco. Aún le quedan unas semanas como administrador apostólico, hasta el inicio de ministerio de su sucesor, José Cobo. Y, después, podrá dedicarse a «ser un cura», como él mismo dice.

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