Un obispo español ante el COVID-19 en Nueva York
Luis Miguel Romero Fernández, obispo auxiliar electo de Rockville Centre, es testigo de cómo el coronavirus hace estragos entre la población hispana de Long Island
Este jueves estaba prevista la ordenación episcopal del español Luis Miguel Romero Fernández, misionero idente elegido como obispo auxiliar de la diócesis de Rockville Centre, en Nueva York. La pandemia del COVID-19 obligó a suspenderla de forma indefinida. «Cada día nos enteramos de personas enfermas», explica a Alfa y Omega. De hecho, la suya es una de las regiones del país más golpeadas. En el territorio de la diócesis se han superado los 45.000 casos, y en el conjunto de Long Island, donde está situada, suman 108.390 al cierre de esta edición. Sus 1.432 casos por cada 100.000 habitantes ya duplican los 707 de la Comunidad de Madrid.
El condado de Nassau, donde está la que todavía es su parroquia, es el tercer condado del estado con más enfermos, solo por detrás de Kings (Brooklyn) y Queens, ya en la ciudad de Nueva York, y por delante de otros barrios de la misma como el Bronx, Manhattan o Staten Island.
La situación en toda la región es tal, que el martes 14 de abril el Papa Francisco llamó al arzobispo de Nueva York, cardenal Timothy Dolan, para manifestar «su amor, preocupación y cercanía a todas las personas de Nueva York, especialmente a los enfermos». En un comunicado, el cardenal Dolan compartió que el Papa recordaba de forma especial a los neoyorquinos en sus oraciones, y que le había pedido que compartiera sus mejores deseos con los enfermos, el personal sanitario, los líderes sociales y con todos los sacerdotes, religiosos y laicos de la archidiócesis de Nueva York y de la sufragánea de Brooklyn, que incluye Queens.
El obispo auxiliar electo cree que entre sus feligreses los nuevos contagios seguirán apareciendo. La zona de Rockville Centre en la que vive, Hempstead, es «el epicentro al que llega casi toda la inmigración en Long Island, una zona residencial con necesidad de muchos servicios que realizan los inmigrantes», describe. De hecho su parroquia, Nuestra Señora de Loreto, es la más hispana de la diócesis, con un 95 % de latinos de primera o segunda generación.
«Hay restricciones, pero el confinamiento y la cuarentena son distintos según sean las viviendas —reconoce—. Conocemos casos de tres familias viviendo en una casa pequeña, o dos en un sótano. Entre los hispanos hay mucho hacinamiento». A esto se suma el dilema entre proteger su salud y comer al que se enfrentan bastantes de ellos, «que viven de lo que trabajan. De hecho, muchos están haciendo lo posible por salir y trabajar en lo que sea para llevar dinero a casa». Catholic Charities, el equivalente de Cáritas, ha reorientado su trabajo para atender sus necesidades, «empezando por los casos de emergencia, como ayudas para pagar el alquiler».
La mitad de la diócesis
Sin solideo ni pectoral, en realidad Romero ya está prácticamente ejerciendo de obispo auxiliar. Su ámbito de trabajo va a ser la evangelización y, sobre todo, el ministerio entre los hispanos, del que es vicario desde el año pasado. «Es casi la mitad de la pastoral de la diócesis, y además la más ruidosa en el buen sentido de la palabra: muy participativa, con un ambiente entusiasta». Y el núcleo duro es Nuestra Señora de Loreto, por donde, hasta que llegó el coronavirus, cada día de diario pasaban 300 o 400 personas, entre las que iban a Misa y a distintos grupos; todos por la noche, al salir de trabajar. Son especialmente fuertes los grupos de jóvenes y un Movimiento Familiar con 300 familias. Esta vida se irradiaba a toda la diócesis, y el misionero cree que influyó en su nombramiento.
Hasta que este pueda hacerse realidad, el religioso español está viviendo «días muy extraños»: llenos por un lado de reuniones por videoconferencia como obispo electo y por otro al frente de la reconversión a lo virtual de su parroquia. «Cada día ofrecemos la Misa en español (la diócesis tiene otras en inglés) y otros mensajes a través de Facebook, y algunas las han seguido hasta 4.000 personas». Doble carga de trabajo. «Así es la vida», ríe.