Tras su paso por los festivales de Toronto y San Sebastián nos llega la última película de Juan Antonio Bayona. Connor (Lewis MacDougall) es un chico de 12 años que, tras el divorcio de sus padres, vive con su madre (Felicity Jones) enferma de cáncer, a la que tiene que cuidar. Su vida se complica más aún cuando llega a vivir con ellos su estricta abuela (Sigourney Weaver). Todo su dolor se materializa en las continuas pesadillas nocturnas que le asaltan. Su vida cambiará con la llegada de un amigo que no ha sido invitado, el monstruo (Liam Neeson).
La película, a pesar de que tiene ecos indudables de El laberinto del fauno, está mucho más cerca del espíritu de Spielberg en cuanto a concepción dramática. Guillermo del Toro se inclina más al fantaterror, mientras que Spielberg es un narrador mucho más clásico y de vocación más popular. Aunque la historia no es original de Bayona, dado que el guionista y autor del libro, Patrick Ness, se inspiró en un relato inconcluso de Siobhan Dowd, lo cierto es que Bayona la ha hecho muy suya y la ha conectado con su mundo personal y sus temáticas preferidas, especialmente las relaciones materno-filiales (recordemos El orfanato y Lo imposible).
La película tiene un cierto problema de público. Para los niños menores de 11 años puede resultar muy dura y algo traumática por el tema que toca. Pero un adulto pensará que se trata de un cuento fantástico tipo E. T. y tampoco la considerará adecuada. Sin embargo, la película es muy adulta en cuanto a planteamiento, ya que en el fondo, ofrece una radiografía de la psique humana en términos bastante psicoanalíticos. Porque el hecho es que el monstruo tiene mucho que ver con el inconsciente freudiano. Representa todo eso que bulle dentro de nosotros, que no nos atrevemos a decirnos ni a nosotros mismos, y que emerge al exterior de forma incontrolada y violenta. Pero el monstruo es también el catalizador, que a modo de psicoanalista, ayuda al niño-paciente a sacar a la luz sus sentimientos reprimidos. También la película es muy freudiana en el nulo papel que le queda a la pregunta religiosa frente a la muerte y el sufrimiento. Al igual que en Lo imposible, la convivencia con la muerte está amputada de trascendencia, y ni siquiera se le permite al personaje una rebelión contra un Dios, que directamente ni está ni se le espera. No existe ni por la vía de la negación. Por todo esto, al final tanto este filme como el anterior, caen en la ilusión del triunfo de la voluntad, algo que en el cine spielbergiano está siempre matizado por una mirada antropológica más trascendente.
Desde un punto de vista técnico la película es impecable. Con el trasfondo de las ilustraciones que Jim Kay hizo para el libro original, el diseñador de producción Eugenio Caballero despliega un escenario estético coherente y fascinante, a la vez que muy pegado a las convenciones del género. Destaca el diseño del monstruo, creado por ordenador a partir de los movimientos del actor Liam Neeson. También hay partes narradas en animación clásica en 2D, enormemente sugerentes. La banda sonora, muy lograda, es de Fernando Velázquez, que ya escribió las partituras de los anteriores filmes de Bayona.
Juan Antonio Bayona
España
2016
Fantástico
+12 años