Un misionero en Bangladés ayudado por los musulmanes
«Nosotros te protegemos»: «Dinos lo que necesitas del mercado, que nosotros te lo traemos». Mis vecinos no se anduvieron por las ramas tras los atentados terroristas de hace unos meses en Bangladés. Formaron literalmente una barrera delante de nuestra puerta para protegerme de un supuesto ataque que, por supuesto, no tuvo lugar.
Me encontré con este muchacho en Giasnogor, cerca de nuestra casa. Tiene 20 años y dejó de estudiar a los 15 por falta de medios económicos. Estudió en una madrasa, escuela coránica. Iba ataviado a la musulmana de pies a cabeza. Entablamos conversación; al principio sobre el tiempo, dónde vive, qué hace, dónde trabaja… y luego llegamos a la religión, las aspiraciones de futuro… Todo dentro de mis limitaciones con el bangla, la lengua local. Nos despedimos pidiéndonos mutuamente rezar el uno por el otro, y haciéndonos unas fotos.
Hace unos meses tuvimos una ola de atentados terroristas en Bangladés. Los objetivos eran todos aquellos que molestan a los radicales islámicos, es decir, periodistas, blogueros, editores, hindúes, homosexuales, extranjeros, minorías chiitas, trabajadores de ONGs, y por supuesto, cristianos. Varios sacerdotes recibieron amenazas, bombas explotaron, y un misionero italiano resultó herido gravísimamente. Pues bien, al día siguiente de un atentado especialmente sangriento, las buenas gentes de Giasnogor no me dejaron salir de casa. «Quieto aquí, nosotros te protegemos», me decían. «Pero tengo que ir al mercado». «Dinos lo que necesitas y nosotros te lo traemos». No hubo manera de convencerlos. Eran todos musulmanes, vecinos y amigos, y formaron literalmente una barrera delante de nuestra puerta para protegerme de un supuesto ataque que, por supuesto, no tuvo lugar.
Desde que estoy en Bangladés muchas veces me he preguntado acerca del diálogo interreligioso. Y he visto que es difícil cuando se llega a temas doctrinales, pero sumamente fácil cuando se trata de moral, de respeto, de contacto personal, de rezar los unos por los otros. La inmensa mayoría de los musulmanes que conozco, que son muchos, son tremendamente respetuosos con nosotros; reconocen con gratitud y admiración el trabajo de los cristianos por los necesitados. Y si saben que eres un religioso, el respeto se multiplica. Creo que este es el camino: la relación personal, la oración, el amor a los pobres. El diálogo teológico no es lo primero para el acercamiento; las relaciones de amistad y respeto allanan el camino.