Un mártir «de corazón y hechos»
«Un modelo de vida cristiana para jóvenes y adultos», afirmó el cardenal Omella del joven mártir Joan Roig, al que beatificó este sábado en la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona
El arzobispo de Barcelona, el cardenal Juan José Omella, presentó a Joan Roig, un joven laico de 19 años que fue asesinado en los años 30, como «un modelo de vida cristiana para los jóvenes y los adultos».
En la ceremonia de beatificación que presidió el sábado en la basílica de la Sagrada Familia, el purpurado destacó que la figura de Joan Roig «puede suscitar en nosotros el deseo de seguir a Cristo con alegría y generosidad», ya que el nuevo beato fue «un joven cristiano de corazón y hechos», pues «Cristo alimentaba todas sus palabras, todas sus relaciones, todos sus proyectos». Es por ello «un ejemplo para todos nosotros, pero sobre todo, para los más jóvenes».
Al mismo tiempo, el cardenal Omella señaló también que Roig «supo reconocer la existencia de un anhelo de justicia social en el seno de la sociedad» y que, «consciente de esta situación, similar a la que actualmente nos toca vivir, quería transformar la sociedad, pero no desde la violencia, sino desde el Evangelio que se concreta en la doctrina social de la Iglesia».
Al día siguiente, durante el rezo del ángelus en Roma, el Papa Francisco pidió que «el ejemplo» de Roig «inspire en los jóvenes el deseo de vivir con plenitud la vocación cristiana».
«Murió predicando»
De madre inglesa y padre español, Joan Roig Diggle nació el 12 de mayo de 1917, y desde muy pequeño interiorizó la fe que le inculcaron sus padres. «Cuando sea mayor quiero ser misionero entre los salvajes para llevarles a Jesús», dijo a su madre un día al volver del colegio. Roig dedicaba al menos dos horas diarias a la vida espiritual: Misa, comunión, meditación y visita al Santísimo. Los domingos por la mañana visitaba hospitales y por la tarde enseñaba catequesis en barrios obreros. Al mismo tiempo, durante esos años estaba comprometido a fondo con la Federación de Jóvenes Cristianos.
«No sé cómo podría vivir sin comulgar cada día», reconocía, y a su director espiritual le llegó a confesar su gran ilusión: «Vivir solo de Dios y solo para Dios, y ganar almas, muchas almas para Cristo. Ser sacerdote, ser hombre de Dios, todo de Dios, de todos por Dios».
El vicepostulador de su causa, el sacerdote Ramón Santos, explica a Alfa y Omega que Roig «puso a Cristo por delante de todo. Vivió su fe en todo momento, sobre todo en aquellos años en los que sus creencias fueron puestas a prueba». Una vez desatada la persecución religiosa en España, Roig bajaba con frecuencia a Barcelona a ver a su director espiritual: «La última vez que se vieron, conmovido por su deseo de comulgar, le dio unas formas para que Joan las pudiera consumir y repartir entre algunos enfermos del Masnou, donde vivía. Quería tener al Señor cerca porque podía pasar cualquier cosa en cualquier momento».
Y así fue. La noche del 11 de septiembre de 1936, unos milicianos rodearon su casa con coches y reflectores para evitar su huida, pero Joan tuvo tiempo para consumir el Santísimo Sacramento. Al alba, fue conducido frente a las tapias del cementerio de Santa Coloma de Gramanet y allí recibió cinco tiros en el corazón y uno en la nuca. Uno de sus verdugos confesaría después: «¡Ah sí! Aquel chico rubio era un valiente, murió predicando. Murió diciendo que nos perdonaba, y que pedía a Dios que también nos perdonará. Casi nos conmovió».
Horas después de la celebración, el Departamento de Salud de la Generalitat anunció la apertura de un expediente para comprobar si se cumplieron todas las medidas de protección frente a la pandemia en el acto. Por su parte, el Arzobispado de Barcelona lanzó un comunicado en el que pide disculpas a aquellas personas «que se hayan sentido heridas», pero defiende que la Misa se celebró «cumpliendo escrupulosamente todas las medidas exigidas por la legislación vigente».
Concretamente, el aforo pudo haber llegado a 800 personas respetando el 30 % permitido para actos religiosos, pero al final hubo menos de 600. Sin embargo, este acto ha dado pie a la Dirección de Asuntos Religiosos de la Generalitat a pedir que, además de la actual limitación del 30 %, no se puedan reunir más de 100 personas en todos los actos religiosos de Cataluña, aunque se celebren «en espacios de gran capacidad».