Un joven keniano resuelve el problema del transporte de alimentos
La ONGD Harambee ha premiado un proyecto de microfinanciación para mujeres empresarias en la región keniana de Nyanza y otro para establecer una granja hidropónica autosostenible en la aldea de Sekenani
Las tierras áridas y semiáridas de Kenia comparten estampa: cientos de cadáveres de animales muertos por la falta de lluvia y pasto, y poblaciones extremadamente delgadas que solo pueden permitirse comer una vez al día. La sequía en el país africano, de 53 millones de habitantes, ha dejado a miles de personas al borde de la hambruna. La Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU advierte que 3,5 millones de personas están en riesgo por falta de alimentos. Un panorama desolador que pretende revertir un proyecto para construir una granja hidropónica autosostenible en la aldea de Sekenani, enclavada justo en los límites de la reserva nacional de Masái Mara. La industria hotelera de la zona es la gran beneficiada del turismo de safari, mientras que la ganadería —principal motor económico de la comunidad rural— está sujeta a las condiciones meteorológicas. El cambio climático ha afectado enormemente a la seguridad alimentaria en el Cuerno de África. «Hasta la fecha, el cambio climático sigue modificando los patrones meteorológicos, lo que dificulta a los agricultores la predicción de los resultados de las cosechas. Además, la sequía y las inundaciones repentinas han castigado drásticamente a los agricultores y a los ganaderos», asegura Ngotiek Benson, principal impulsor de la iniciativa para activar una agricultura hidropónica, una técnica de cultivo revolucionaria que permite sembrar sin tierra, utilizando agua enriquecida con diversas soluciones minerales nutritivas y con sistemas de iluminación directa.
El proyecto, que ha sido galardonado con el premio que la ONGD Harambee otorga a jóvenes emprendedores africanos, se enmarca en el centro Envirotech de Sekenani, cuyo objetivo es ayudar a los jóvenes del poblado y mejorar las condiciones medioambientales de la zona. El sistema alimentario en Sekenani arrastraba varios fallos: «Las frutas y verduras que se consumen se transportan desde Nakuru y Bomet, a unos 200 kilómetros de distancia. Esto significa que a menudo los productos no están frescos cuando llegan a la localidad, y los precios son elevados para cubrir los costes de transporte. La granja hidropónica pretende resolver el problema con una producción local». Además, serán muchos los jóvenes que podrán trabajar en la granja. «En la actualidad hay 3.000 granjas hidropónicas en Kenia que generan unos ingresos de 487 millones de dólares anuales, y esperamos que sean muchas granjas más», reclama Benson.
Mujeres con todo en contra
Harambee también ha premiado un proyecto para financiar con microcréditos a mujeres empresarias en la región de Nyanza, situada cerca del lago Victoria, en el suroeste de Kenia. Las que se benefician de esta iniciativa tenían todo en contra cuando nacieron en un área rural y empobrecida del país. Todas tuvieron que dejar pronto la escuela y se quedaron embarazadas a tierna edad. Muchas acabaron discriminadas por sus propias familias. Algunas arrastran una discapacidad física. «Malviven por las calles, con mucha pobreza; ninguna puede alimentar a sus familias con tres comidas al día y mucho menos pueden llevar a sus hijos a la escuela. Casi todas estas mujeres carecen de apoyo laboral y familiar», asegura Emily Bakhitah Akoth, impulsora de esta iniciativa que repercute en beneficio de toda la comunidad. «Los ingresos de los hogares rurales de Nyanza dependen principalmente de los ingresos de las pequeñas empresas dirigidas por mujeres. Sin embargo, se enfrentan a barreras socioeconómicas como el acceso limitado al capital empresarial y la falta de una formación adecuada para la gestión empresarial y financiera. Estos obstáculos limitan el crecimiento de sus negocios y amenazan los medios de subsistencia de sus familias», explica Bakhitah Akoth.
Las opciones de financiación existentes en Kenia se limitan a los préstamos móviles que cobran intereses muy elevados. En cambio, este sistema otorga préstamos a pequeña escala. «La microfinanciación es la prestación de servicios financieros a clientes de bajos ingresos que tradicionalmente carecen de acceso a los servicios bancarios y afines. Es una herramienta de desarrollo para aliviar la pobreza, ofrece resultados rápidos y tangibles a los pobres, especialmente a las mujeres», asegura. «La libertad financiera les da dignidad humana. Se sienten muy felices», incide.
La iniciativa Harambee, surgida en la canonización de san Josemaría Escrivá de Balaguer, ha cumplido 20 años de compromiso solidario en los cuales se han realizado más de 80 proyectos centrados en la educación y la formación en unos 20 países del África subsahariana. En una de las regiones globales más castigadas por el hambre y la violencia, pero con mayor concentración de jóvenes menores de 35 años, es clave invertir en educación y dedicar tiempo a encontrar socios locales en los que apoyarse. Los premios Harambee para emprendedores africanos pretenden hacer visible el talento y la capacidad de los jóvenes empresarios de esta zona del mundo que, en la mayoría de los casos, solo necesitan un poco de ayuda para desarrollar sus proyectos.
La inclusión de las mujeres sigue siendo una batalla pendiente en Kenia: «Falta acceso a la educación; hay discriminación por razones de género; faltan oportunidades y abunda el sexismo, la ignorancia y las prácticas culturales denigrantes». Por ello, el programa de microcréditos las empodera con formación que promueve su derecho a influir en el cambio social, tanto para ellas mismas como para los demás. «Hay que educar y mantener la salud de las mujeres para mejorar la productividad y el desarrollo social. Es necesario que las mujeres tengan una representación justa en los diferentes niveles de decisión de la estructura gubernamental para proteger mejor sus intereses y lograr una gobernanza de calidad», concluye Bakhitah Akoth.