El 15 de julio de 1961 vio la luz la encíclica Mater et Magistra del Papa san Juan XXIII. Aunque recoge en su contenido las enseñanzas sociales de los pontífices anteriores –sobre todo Rerum novarum– y recuerda los grandes principios que forman parte de la riqueza del mensaje social de la Iglesia (principio de subsidiariedad, función social de la propiedad, criterios reguladores del salario, etc.), de lo que no cabe duda es de que es una encíclica que conecta con la sensibilidad y cercanía a los problemas sociales de su tiempo; la Iglesia se muestra como Madre, y al mismo tiempo ofrece soluciones sabías de por dónde caminar en la cuestión social (Iglesia Maestra).
En este sentido, el texto aborda aspectos tan relevantes como la relación entre la iniciativa y el poder público. También la aceptación del Estado de Bienestar, con un sentido nuevo en aquellos años 60, modelo que hoy en día es la base de nuestra estructura social. Como expresión y camino de ese bienestar, aun con todas las precauciones terminológicas, proponía Mater et Magistra la socialización, como resultado de la aceptada intervención del Estado.
Pero el mundo de Mater et Magistra era un mundo abierto (se dio un incremento notable de las realidades sociales); un mundo interdependiente que se reflejaba también en una clara relación entre los distintos sectores de la economía y entre zonas de desigual desarrollo dentro del mismo país, y un mundo en reconstrucción permanente: de ideologías defectuosas y erróneas, que olvidan tener en cuenta al ser humano en su integridad, ideologías que olvidan el sentido religioso natural del ser humano.
Estoy convencido de que la gran propuesta de Mater et Magistra es la necesidad de impulsar la acción social católica, sin olvidar la divergencia y el pluralismo lógico en una sociedad abierta, y participativa, uno de los signos más apreciados de la década de los años 60. No olvidemos que el mundo que dibuja la encíclica es un mundo donde están presentes la construcción de la Comunidad Europea, las Naciones Unidas… Era, y es pensando en el presente, un mundo de oportunidades al cual debe acompañar la doctrina social de la Iglesia. Mater et Magistra así lo entendió, superando las sospechas y controversias con las que convivió en su tiempo.