Un ilusionante proyecto cultural - Alfa y Omega

Un ilusionante proyecto cultural

José Francisco Serrano Oceja

Alasdair MacIntyre es uno de los pensadores más atractivos del presente, por tres razones. Primera: es un intelectual, un filósofo, que tiene un sistema propio y un proyecto filosófico y cultural que ofrece respuesta adecuada a la cuestión antropológica; un sistema que parte de un diálogo profundo con la modernidad y que no le tiene miedo a las modas del hoy. Por tanto, es capaz de analizar el sustrato de la realidad social y denunciar críticamente algunas de sus más profundas heridas, ofreciendo una medicina eficaz. Su sistema es holístico, y tiene una especial capacidad para detectar los problemas y para dar respuesta a la crisis de la modernidad. Según MacIntyre, la sociedad moderna es: la de los desacuerdos interminables; la del emotivismo generalizado; la del lenguaje moral vaciado de contenido; la de la filosofía moral puesta al margen; y la de las virtudes perdidas. Su crítica al liberalismo, entendido como la teoría que niega un acuerdo sobre cuál es el bien humano para el hombre, no debe desdeñarse.

Segunda: la centralidad de la persona y de la educación, a través de una correcta comprensión del ser personal, con una especial incidencia de la pedagogía de las virtudes. Su proyecto cultural arranca de su libro After Virtue: A Study in Moral Theory, de 1981, traducido al español en 1987 con el título Tras la virtud (ed. Crítica, Barcelona). De ahí que ofrezca una comprensión de la educación, y particularmente de la educación universitaria, que es un duro examen de conciencia para nuestro presente. Su diagnóstico acerca de la universidad contemporánea, que padece los mismos síntomas disgregadores de la sociedad moderna, supone una descarga eléctrica de alto voltaje para el sistema, incluido el de las Universidades Católicas o de inspiración cristiana. Cuando habla de los males de la Universidad liberal —¿la nuestra?—, la fragmentación del saber, la desaparición de la Universitas, la profesionalización de la filosofía, el olvido de la educación para la sabiduría, la obsesión por el aparato burocrático y la pérdida de la teología, está hablando de no pocas de nuestras patologías.

Y tercera: su vida, su trayectoria intelectual, que arrancó del marxismo mezclado con psicoanálisis, con Freud para ser más exactos, y que cambió con su conversión filosófica al aristotelismo y, sobre todo, al tomismo; y, en términos religiosos, su conversión al catolicismo en 1983, de la que dirá en 1994: «Soy un católico romano. Creo que estoy educado para creer en Dios a través de la Iglesia. Y, cuando Dios habla, no hay nada que hacer, sino obedecer o desobedecer. No sé de qué otra manera uno podría ser un católico romano». Su vuelta al catolicismo no supuso, ni mucho menos, un bautismo de su filosofía. Fue una más aguda percepción del ejercicio de la razón y del diálogo con la teología, al tiempo que una mayor sensibilidad hacia las relaciones entre fe y razón y de las instituciones que han mantenido encendida esa llama, la universidad y su ethos, por ejemplo. Necesitamos a MacIntyre, al menos para respirar aire fresco.

Diagnóstico de la Universidad en Alasdair MacIntyre
Autor:

José Manuel Jiménez Amaya y Sergio Sánchez-Migallón

Editorial:

EUNSA

Año de publicación:

2011

Páginas:

368

Precio:

23 €