Un grupo de amigos está llenando de libros el planeta
La Biblioteca Solidaria Misionera lleva 20 años donando millones de libros usados que lectores de todo el mundo no se podrían permitir
La Biblioteca Solidaria Misionera acaba de enviar a República Dominicana 300.000 ejemplares de literatura infantil y juvenil con destino a las bibliotecas públicas del país, en respuesta a una petición del Ministerio de Educación dominicano del pasado mes de abril. «Llevamos 20 años haciendo llegar la cultura a los sectores menos favorecidos y más alejados e incomunicados del planeta, asegura Francisco Tébar, secretario de la Fundación Juan Schenk, responsable de la Biblioteca Solidaria Misionera.
La biblioteca, con sede en Valencia, también acaba de asegurar al cardenal Baltazar Porras, en una visita que hizo a finales de mayo, el envío a Venezuela de dos contenedores de libros con más de 60.000 cada uno.
«Hay una gran cantidad de libros semiusados, o incluso sin estrenar, que muchas veces van al contenedor del papel cuando podrían enviarse a países que no se podrían permitir comprarlos, y donde en realidad son muy necesarios», asegura Tébar.
La Biblioteca Solidaria Misionera nació como una intuición de un grupo de matrimonios y amigos del sacerdote Juan Schenk, fundador del instituto Lumen Christi, y de la editorial Edicep. En un viaje que hizo a Roma en los años 90, el Papa Juan Pablo II le pidió: «Proyectaos a América, que está muy necesitada». El encargo cobró forma tras el fallecimiento del padre Schenk en 2001, cuando sus amigos gestionaron el primer envío de libros, en esta primera ocasión a Guinea Ecuatorial: 2.300 kilos de volúmenes que llegaron a un proyecto educativo misionero de Escuelas Católicas.
«Si la gente supiera…»
Desde entonces, la Biblioteca Solidaria Misionera ha enviado «toneladas y toneladas de libros a misiones. Si la gente supiera…», atestigua su secretario. Por ejemplo, a la Universidad Católica de Lima le enviaron tres contenedores de libros para hacer una biblioteca que le permitiera acceder al título de católica. También han llenado de libros los estantes de un albergue para presos que salen de la cárcel en Paraguay. Miles de internos en prisiones de Santo Domingo tienen alguno de sus libros en su celda para leer en sus ratos libres. Seminaristas de Albania pueden estudiar gracias a su labor. En Colombia hay chavales estudiando formación profesional gracias a estos libros. Seminarios, misiones, facultades de Teología, parroquias, obispados, centros educativos, colegios, bibliotecas…: «Hemos abarrotado de libros medio mundo. Con todos ellos podríamos llenar dos estadios de fútbol», afirma Francisco Tébar hablando de una labor que, en ocasiones, también incluye algo más que libros. «Hemos mandado instrumentos musicales, gafas, material médico, de todo. Y ahora vamos a enviar a Venezuela también objetos de aseo y medicinas», añade.
Los libros que reparte la biblioteca proceden de donaciones de particulares, conventos que han cerrado, ayuntamientos, bibliotecas municipales y colegios. En dos locales de Valencia un grupo de voluntarios hace una primera selección, «porque hay libros que no son apropiados para mandar a ningún sitio», dice Tébar.
Luego se clasifican y se seleccionan por materias y lenguas –hay envíos a países africanos francófonos y anglófonos–, y se destinan según las peticiones que les llegan de todo el mundo.
«En la mayor parte del planeta hay un déficit enorme de libros y de cultura. Y la cosa no mejora: la UNESCO ha calculado que en los últimos años ha habido un descenso de inversiones en educación en países de América y del Caribe que llega al 60 %. La economía de todos esos países no les permite comprar libros. Es a ese mundo al que intentamos llegar», añade.
Si cada libro tiene varios lectores, el número de personas que se han beneficiado de su labor en estos años «es incalculable», continúa. Muchos habrán aprendido a leer gracias a esta iniciativa, y «a todos les queremos ofrecer formación e información», abunda el secretario de la biblioteca, que cita a Rubén Darío cuando escribe que «el libro es fuerza, es poder, es alimento, antorcha de pensamiento y manantial de amor». «Eso es lo que damos», concluye Tébar.