Un Goya de visita en el Prado
No hay cuadro de Goya donde la muerte esté tan actuante como La última comunión de San José de Calasanz
El próximo año celebra el Museo del Prado su II centenario y son muchas las exposiciones previstas. No obstante, les quiero hablar de una que está abierta ahora y reviste un interés especial por el autor, el valor del cuadro y la circunstancia de su creación.
Francisco de Goya estudió unos años en el colegio de Santo Tomás de los padres escolapios de Zaragoza, y desde entonces mantuvo con ellos un fuerte vínculo de gratitud. Estando ya en Madrid, recibió por parte del prior de san Antón el encargo de pintar a su santo titular, José de Calasanz, en el momento de recibir la última comunión.
Hace un tiempo tuve el privilegio de contemplar con detenimiento el cuadro en la residencia de los escolapios en el barrio de Argüelles, debido a la gentileza del padre Arce, quien me explicó con amabilidad y sabiduría extremas los detalles de esta obra maestra. La última comunión de San José de Calasanz es una obra conmovedora por el ambiente trascendental que irradia gracias al tema, la composición y los tonos, con un potente contraste lumínico.
En la iglesia romana de San Pantaleón, enfermo y nonagenario, recibe Calasanz el sacramento de manos del padre Berro. Un halo celeste realza la extremaunción. La luz cándida irradiada del alba del oficiante compone la antítesis central con la negrura del ambiente y el pálpito mórbido de la boca del santo, un cráter, en palabras de Camón Aznar. A la derecha, observamos unos niños; entre ellos el nieto del pintor, Marianito y quizá Víctor Hugo, alumno de San Antón cuando su padre fue embajador francés en Madrid. En el centro, otras figuras para ocultar la colocación errónea del manípulo; a la izquierda, se asoma Goya. Todos estos personajes secundarios recuerdan a las pinturas negras.
No hay pieza donde la muerte esté tan actuante. En Los fusilamientos del tres de mayo vemos la violencia como ingrediente esencial de la historia humana; en Los Desastres, la vesania; aquí el ineludible tránsito en ejecución. Con los frescos del Pilar y la cúpula de san Antonio de la Florida, este cuadro constituye el culmen de la pintura religiosa de Goya.
Al llevar el lienzo a los escolapios, el artista les hizo una rebaja y les regaló un magnífico cuadro más pequeño: La oración en el Huerto.