Escribir una reseña sobre un libro del cardenal Martini puede resultar superfluo porque ni necesita mucha presentación ni explicación. Sin embargo, si escribo sobre este libro es fundamentalmente por tres razones. Primero, porque me lo ha recomendado una persona a la que quiero y admiro especialmente. La segunda, tengo que reconocerlo, porque es la primera vez que leo un libro del cardenal Martini. Hasta ahora había leído algún artículo, entrevista o fragmentos de los libros que había escrito, pero nunca había rezado con sus meditaciones. Y, la tercera, porque tras su lectura he descubierto en este exégeta y arzobispo a un hombre de una gran sabiduría y de una extraordinaria experiencia de Dios.
Carlo Maria Martini es conocido por su profundo conocimiento de la Escritura y aquí conviene recordar que es uno de los autores de la edición crítica del Nuevo Testamento de Nestle-Aland. Es por tanto un erudito en la crítica textual que, sin embargo, ha sabido hacer de la Escritura un alimento sólido para el espíritu y la vida cristiana. Al mismo tiempo, Martini es pastor, por tanto, sabe traducir el conocimiento científico en experiencia de Dios para los demás. Experiencia de Dios, un profundo amor a la Escritura y gran conocimiento científico y humano, de tal manera que se podría decir, sin temor a equivocarse, que en el cardenal Martini se cumplen las palabras de Jesús: «Un escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo» (Mateo 13, 52).
En este libro nos encontramos con los ejercicios espirituales inéditos que el cardenal predicó en el año 2007. Son unos ejercicios que siguen la biografía de san Pablo a través de una lectio divina que Martini hace con el libro de los Hechos de los Apóstoles. A través de cada una de las meditaciones que predicó el cardenal se puede comprobar cómo sigue el libro de los ejercicios de san Ignacio de Loyola, y lo hace en toda su originalidad, ya que el texto ignaciano no es un libro de oraciones ni de meditaciones, sino un manual de instrucciones con el que contemplar la Sagrada Escritura y a través de ella seguir los pasos de Jesús.
Nos encontramos, por tanto, ante el itinerario que hizo el apóstol Pablo, como muy bien explica el cardenal Martini, tras su encuentro con el Resucitado, quien rompió todos sus esquemas, le dio una nueva visión de Dios y un nuevo sentido a su fidelidad a la ley que vivía fielmente como fariseo que era. En el Señor resucitado, Pablo se encontró con alguien que lo amaba, lo perdonaba y lo enviaba.
Me gustaría destacar, entre todas las meditaciones, la que el cardenal dedica al discurso de despedida de Pablo en Mileto. Es un discurso breve en el que el apóstol muestra su afecto más profundo hacia aquellos a los que ha servido. El apóstol no va a volver a ver a los que son sus discípulos, los que imitan su modo de vida, como afirma el mismo Pablo, y a través de esa imitación siguen al Señor. El apóstol les ha dado todo, «no ha omitido nada», «nunca me he sustraído». La entrega de Pablo ha sido total y absoluta. No se ha reservado nada, no se ha buscado a sí mismo, no ha pretendido ganancias ni honores personales. La única razón de su existencia ha sido «servir a Dios». Y esto lo ha cumplido siguiendo al Espíritu Santo a quien está «encadenado».
En conclusión, a lo largo de estas páginas el cardenal Martini nos ofrece un itinerario, un camino «de purificación, de orden que debemos poner en nuestras vidas, de iluminación, de maneras de actuar según la manera de actuar de Jesús».
Carlo Maria Martini, SJ
Sal Terrae
2024
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