«Un cristiano que no molesta a nadie es un cristiano inútil»
Francisco dedica su catequesis semanal a la virtud de la fortaleza. «En nuestro cómodo Occidente sentimos una sana nostalgia de profetas que nos levanten del blando lugar en el que nos hemos acostado», ha dicho
«La fortaleza es la virtud moral que, en las dificultades, asegura la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien». Así ha comenzado el Papa Francisco su catequesis de la audiencia general este miércoles, dedicada a esta virtud.
La fortaleza «reafirma la decisión de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral, y hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones», ha dicho el Papa citando el Catecismo de la Iglesia católica. Por tanto es «la más combativa de las virtudes», ha recalcado dentro de su ciclo semanal sobre los vicios y las virtudes.
Francisco ha subrayado asimismo que esta virtud «está a menudo asociada a lo que los antiguos llamaban “apetito irascible”», pues «un ser humano sin pasiones sería una piedra». Y ha matizado que las pasiones en sí «no son necesariamente el residuo de un pecado, pero deben ser educadas, dirigidas, purificadas con el agua del Bautismo, o más bien, con el fuego del Espíritu Santo». En este sentido, «un cristiano sin valor, que no molesta a nadie, es un cristiano inútil».
«Los antiguos, tanto los filósofos griegos como los teólogos cristianos, reconocían en la virtud de la fortaleza un doble desarrollo, uno pasivo y otro activo», ha abundado el Pontífice. El primero se dirige hacia el interior de nosotros mismos, «pues hay enemigos internos a los que tenemos que vencer, que responden al nombre de ansiedad, angustia, miedo o culpa; todas fuerzas que se agitan en lo más íntimo de nosotros mismos y que en alguna situación nos paralizan». En esta línea, la fortaleza es ante todo «una victoria contra nosotros mismos», ya que «la mayoría de los miedos que surgen en nuestro interior son irreales, y no se hacen realidad en absoluto. Mejor entonces invocar al Espíritu Santo y afrontarlo todo con paciente fortaleza: un problema cada vez, según nuestras posibilidades», pero siempre contando con que «la Providencia de Dios será nuestro escudo y nuestra armadura».
En segundo lugar, el segundo movimiento de la virtud de la fortaleza, de naturaleza más activa, apunta a «enemigos externos, que son las pruebas de la vida, persecuciones, o dificultades que no nos esperábamos y que nos sorprenden», todo ello un elenco de «acontecimientos imponderables en los que nuestra barca es sacudida por las olas». En estos casos, la fortaleza «nos hace marineros resistentes, que no se asustan ni se desaniman».
Por último, Francisco ha contado que «en nuestro cómodo Occidente sentimos a veces una sana nostalgia de los profetas», personas «incómodas y visionarias» que nos levantan «del blando lugar en el que nos hemos acostado y nos hacen repetir con decisión nuestro “no” al mal y a todo lo que conduce a la indiferencia», al estilo de «la fortaleza de Jesús» y del «testimonio de los santos y de las santas».