Un consistorio que afianza el pontificado
De la primera gran cumbre de cardenales en ocho años, que tuvo lugar a finales de agosto en el Vaticano, salió un apoyo incondicional a los pilares del papado y a la reforma de la Curia
Cuatro días en el Vaticano con el número de cardenales reunidos más alto de la historia. Así podría resumirse el consistorio de finales de agosto, cuya única consigna fue el diálogo franco, sin cortapisas y estrictamente confidencial. En total, en el aula del Sínodo se concentraron 197 purpurados en reuniones a puerta cerrada, y, por tanto, sin periodistas, estructuradas bajo la batuta del Papa, para reflexionar sobre la constitución apostólica Praedicate Evangelium. Francisco también les explicó las consecuencias de la reforma vaticana, la situación de las cuentas y las finanzas, así como los proyectos para el Jubileo de 2025.
El anterior consistorio, el 28 de noviembre de 2020, fue en plena pandemia, y muchos de los cardenales tuvieron que participar online. Por ello, la última vez que se vieron las caras fue en 2014, para discutir sobre el Sínodo de la familia que tuvo lugar ese año y el siguiente.
La reunión, que arrancó el 26 de agosto, fue plenamente presencial, lo que permitió a los cardenales escucharse unos a otros y conocerse en vistas de un futuro cónclave. El Papa les dejó libre el domingo 28, cuando realizó una visita fugaz a la ciudad del L’Aquila, donde rezó por las víctimas del terremoto de 2009 y abrió la Puerta Santa del Perdón de la basílica de Collemaggio a imitación de lo que hizo en 1294 Celestino V, quien a los pocos meses de haber sido elegido sucesor de Pedro decidió renunciar para volver a la vida monástica. Francisco rezó en silencio ante la tumba del primer Papa que dio un paso atrás en el pontificado y regresó al Vaticano a profundizar en el significado y las consecuencias de la nueva carta magna que rige el funcionamiento del Estado más pequeño del mundo. Dos días antes había creado a 20 nuevos purpurados, entre ellos al español Fernando Vérgez, nacido en Salamanca hace 77 años, gobernador del Estado Ciudad del Vaticano y primer cardenal perteneciente a los Legionarios de Cristo. Del total de cardenales actuales, 132 son electores y provienen de 69 países. De ellos, un 63 % han sido elegidos por Francisco en los últimos años.
Otro de los protagonistas del consistorio fue Angelo Becciu, acusado por la Fiscalía del Vaticano de malversación de fondos en el juicio por la inversión irregular en un edificio de lujo en Londres. El cardenal italiano se vio forzado a renunciar hace casi dos años a los derechos ligados al cardenalato y, aunque estuvo presente en la celebración en la basílica de San Pedro, fue incluido por el Vaticano en la lista de cardenales no electores, aunque no le tocaba porque cumplirá 80 años en junio de 2028.
Francisco abrió con un breve discurso la cumbre de cardenales del lunes 29 y el martes 30, en el que dio las gracias a los que habían contribuido durante siete años a limar asperezas en la definición de las líneas de la nueva constitución apostólica, que tuvo su base en cientos de sugerencias y propuestas por parte de conferencias episcopales, jefes de dicasterios y representantes de congregaciones religiosas. Su objetivo no era aprobar o validar la Praedicate Evangelium, ya publicada el 19 de marzo pasado y en vigor desde el 5 de junio, sino hacer una lectura pausada que dejara poso en cada uno de ellos. Y lo consiguió. El encuentro, en un clima fraterno y un debate sereno, acabó reforzando los pilares del pontificado.
A lo largo de las tres sesiones de trabajo, divididos en grupos lingüísticos de unos 15 cardenales, afrontaron cuestiones como la transparencia financiera, la prioridad de la evangelización o la presencia de laicos y mujeres consagradas en los cargos de gobierno. Es cierto que hubo una minoritaria resistencia que planteó argumentos técnicos contrarios a que los cargos de gobierno de la Curia recaigan en quienes no son sacerdotes. El cardenal alemán Walter Kasper aclaró que «todos los cardenales estamos de acuerdo en el fondo de la cuestión —la mayor responsabilidad a los laicos—, pero algunos han pedido aclaraciones sobre la justificación teológica —que ofrece la constitución— y sobre otros elementos prácticos». En todo caso, avisó de que fue «una discusión pacífica».
En la tarde del 30 de agosto, los casi 200 cardenales concelebraron una Misa presidida por el Santo Padre en la que les pidió que se alejaran de la «falsa seguridad» que otorga la creencia de que están colocados en los «grados eminentes de la jerarquía» eclesial. Era la antesala de un particular examen a cada uno de los presentes: «Quisiera preguntaros a cada uno de vosotros, queridos hermanos cardenales y obispos, sacerdotes, consagrados y consagradas, pueblo de Dios: ¿cómo va tu estupor? ¿Sientes estupor algunas veces o te has olvidado de lo que significa?». Al final recordó a san Pablo VI, el Pontífice que condujo parte del Concilio Vaticano II, y lo propuso como modelo del colegio cardenalicio: «Ha sabido transmitirnos ese amor por la Iglesia […] y nos ha implicado, nos ha hecho partícipes; es más, nos ha hecho corresponsables».