Michael Czerny, un cardenal para la acogida
El jesuita Michael Czerny fue creado cardenal por el Papa Francisco el 5 de octubre
El jesuita Michael Czerny, recién creado cardenal por el Papa el 5 de octubre, junto a los españoles Miguel Ángel Ayuso Guixot –presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso–, Cristóbal López Romero –arzobispo de Rabat– y otros diez prelados, nació en la antigua Checoslovaquia (hoy República Checa) en 1946. Era uno de los estados satélite de la antigua URSS, con un régimen comunista que ahogaba las libertades y promovía el ateísmo. «Tenía solo dos años, pero recuerdo el rechazo del comunismo y el deseo de vivir en libertad», recuerda en una entrevista con Alfa y Omega. Su familia, como otros muchos checoslovacos católicos, puso rumbo a Canadá. «Estábamos muy agradecidos al país por su acogida», reseña el purpurado, a quien no le falta estos días como secretario especial del Sínodo para la Amazonía, encomienda que demuestra la alta confianza que ha puesto en él Francisco.
Después de graduarse en 1963 en el Instituto Loyola de Montreal, se unió a la Compañía de Jesús. El 9 de junio de 1973 fue ordenado sacerdote y, cinco años más tarde, se doctoró en estudios interdisciplinarios en la Universidad de Chicago. Pronto brilló por sus grandes dotes de organización. Hasta 1989 fue el director del Centro Jesuita para la Fe y Justicia Social en Toronto. Pero en noviembre de ese año, un grupo de militares salvadoreños irrumpió en la Universidad Centroamericana (UCA) de San Salvador y disparó a bocajarro contra seis sacerdotes y dos mujeres. En cuanto se enteró de esta masacre, Czerny se trasladó a El Salvador. «Acompañé a un obispo y a mi provincial al funeral de los mártires», explica. «Los jesuitas centroamericanos me emplazaron a formar parte de un equipo que se construyó con rapidez, para sacar adelante la Universidad Centroamericana (UCA)», agrega.
Durante dos años fue el vicerrector de la UCA y dirigió su Instituto de Derechos Humanos. De esta experiencia, recuerda que «los jóvenes estudiantes tuvieron que aceptar el hecho cruel de que pertenecían a una “familia de mártires”; algo que aceptaron con fe y madurez». «Admiré su espíritu, capaz de recibir la gracia y recuperarse, incluso de fortalecerse».
Entre 1990 y 1991 fue el director espiritual en la comunidad de estudiantes de Teología en la colonia de La Sultana. Era un momento de gran represión contra la Iglesia. «Encontré en medio de la crisis a una Iglesia golpeada pero viva, llena de sufrimiento y del Espíritu Santo. Las abundantes respuestas de muchos ayudaron a levantarla», manifiesta.
Con los mártires de la UCA
Czerny también se ocupó de manejar el caso legal de la masacre contra los jesuitas a nivel internacional. «Destaca en mi memoria la solidaridad de abogados, expertos en derechos humanos, diplomáticos, líderes de la Iglesia, algunos de ellos vinieron a trabajar con nosotros, otros ayudaron desde lejos. Prepararse para el juicio fue arduo, estresante, quizás peligroso. El veredicto consistió en dejar en libertad a los gatilleros, condenar a los dos oficiales intermedios y dejar intactos a los autores intelectuales. Fue decepcionante y, sin embargo, un logro importante por haber llevado a cabo el juicio y responsabilizar al Estado, al menos, de alguna responsabilidad».
De 1992 a 2002, Czerny se mudó a Roma, donde ejerció de secretario de Justicia Social en la Curia General de los Jesuitas. Luego fundó y dirigió la Red Jesuita Africana sobre el sida, colaborando con la Conferencia Episcopal de Kenia. «El papel de los jesuitas en África ha sido el de tratar de caminar con los más necesitados, proclamando el Evangelio y buscando responder a las injusticias más urgentes. Todo desde la fe en Cristo».
Regresó a la capital italiana en 2010 y trabajó durante seis años como asesor del presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, el cardenal Peter Turkson. Desde principios de 2017 es, junto al sacerdote Fabio Baggio, subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral. «Independientemente de mi nombramiento, el Santo Padre ha mostrado signos muy concretos de su compromiso con los migrantes y refugiados. Su interés por ellos, hace que valore con mucho cariño y cercanía espiritual el servicio de estos hombres y mujeres que trabajan día a día en acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes y refugiados, a los desplazados y a las víctimas de la trata. Todas estas personas ocupan un lugar muy especial en el corazón del Papa». Y en el suyo. El cardenal eligió una cruz pectoral de madera de una barca hundida en el Mediterráneo.
Como él, el resto de nuevos cardenales tienen un extenso recorrido en las periferias. Por eso, en la homilía del consistorio, les recordó la importancia de seguir teniendo «compasión del hermano» y pidió no destruir «con actitud de condena o de indiferencia». «El papel que ocupamos no es suficiente para hacernos compasivos».