Un Café Gijón en el garaje de Bocatas
La asociación, que atiende a drogadictos y familias vulnerables, estrena su sala de la ternura para «generar relaciones y regenerar lo humano»
«¡El amor vence siempre!». Estas palabras del Papa san Juan Pablo II son la carta de presentación de Bocatas, una asociación que lleva por apellido Pasión por el Hombre. Nació hace ya 25 años del acompañamiento y la amistad con las personas sin hogar de los bajos de Azca, y después con los drogadictos de los grandes poblados de la droga de Madrid: primero Las Barranquillas, ahora Cañada Real. La pandemia les llevó a dar un paso adelante en la atención a las personas. Sin dejar de lado las visitas de los viernes por la noche al poblado para llevar alimentos y ropa al sector 6, Bocatas llegó a atender a más de 1.300 familias en los meses más duros del confinamiento. Lo hizo, y sigue haciendo, en simbiosis perfecta con la parroquia Santo Tomás Apóstol, donde tiene su sede. Es en el garaje, que ocupa parte de los bajos del complejo parroquial y que se ha ido llenando de alimentos y también de productos de higiene, para bebé, de muebles…
Ahora estrena un chill out o sala de la ternura, lo llaman, que es una zona en la que estar y compartir. Es para las familias que acuden a por sus alimentos cada mes –en entregas dos días a la semana– y para aquellos que «ya no van a salir» de su situación. Lo explica Jesús de Alba, Chules, uno de los iniciadores de Bocatas. «Lo que necesita la gente es una relación», y este espacio la favorece. Tanto a aquellos muy deteriorados por una vida de alcohol y drogas, «que generan mucha soledad», como a quienes no son necesariamente pobres –vecinos jubilados, parados de larga duración, personas con problemas emocionales o depresivos–, que encuentran un espacio «que regenera lo humano».
El chill out es como un Café Gijón para Hachin, por ejemplo, que el pasado viernes por la noche se esmeraba en la cocina haciendo pollo con verdura para llevar al poblado –de postre tendrán roscón de Reyes–. «Ya no existen sitios así en Madrid. Es un lugar para estar, de debate, y eso es lo bonito de Bocatas, que, seas de la religión que seas, hay hueco». Musulmán, nacido en Tel Aviv, hijo de padre libanés y madre palestina, ambos activistas a los que apenas conoció; con una vida casi siempre más allá de la legalidad; desde el año 78 en España, pero indocumentado hasta hace nada –«la movida madrileña, ya sabes lo que fue eso…»–, tiene en Bocatas amigos. Una amistad que se hace desde la asociación, en palabras de Chules, «al estilo de Jesucristo», porque «la vida de Cristo con los apóstoles era de amistad».
«Yo a mis hijos nos los he llevado nunca a un restaurante». Y en esto también Bocatas cuida de sus amigos. Gracias a varias entidades, las familias más vulnerables a las que atienden pueden salir a cenar a establecimientos como Tony Roma’s. O disfrutar del circo, como han hecho esta Navidad. Fue el día 29 de diciembre, en la carpa instalada frente a la parroquia. Cerrada para cerca de 500 personas atendidas por la asociación, el mundo del circo devolvía así las atenciones que recibieron de Bocatas en los peores meses de la pandemia, en los que por el garaje también pasaron feriantes, payasos… Al finalizar la función, cada niño recibió un juguete de regalo, fruto de donaciones. Como asegura Chules, hay pobreza que es también social, y la gente necesita «su hueco en la sociedad, que vea que es querida, que la ciudad es amable con ella». «La pobreza es un problema humano al que hay que darle una respuesta humana», concluye.