Un atentado de Sendero Luminoso recuerda la época de «barbarie y terror» en Perú
El atentado en Vizcatán del Ene (Perú), en el que murieron 18 personas, se produce apenas dos días después de que el Papa reconociera el martirio de una religiosa asesinada por el grupo terrorista
«Nunca más al terrorismo, nunca más a la violencia en el Perú, venga de donde venga». Con estas palabras el presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, Miguel Cabrejos, condenó el lunes el asesinato de 18 personas en el distrito de Vizcatán del Ene, en el valle de los ríos Apurimac, Ene y Mantaro (zona conocida como VRAEM). El atentado se ha atribuido a Sendero Luminoso.
Según indicó el comandante general de la Policía, César Cervantes, el ataque causó la muerte de al menos diez hombres, seis mujeres y dos niños, en una zona de bares y prostíbulos cercana a una ribera del río Ene en la zona de San Miguel del Ene, una zona dominada por el narcotráfico.
En el lugar de los hechos, se encontró un panfleto en el que Sendero Luminoso justificaba la masacre por «la necesidad de limpiar el VRAEM y el Perú de antros de mal vivir, de parásitos y corruptos». Además, se instaba a los pobladores a no votar en las elecciones del 6 de junio por Keiko Fujimori. El grupo lleva décadas operando en esa región de la selva central peruana como protector armado de los productores de cocaína. Desde hace años no se conocían ataques contra la población.
Nueva beata
«Este hecho trágico», lamentaba Cabrejos, «nos recuerda la época de la barbarie y el terror que vivió el país durante más de 20 años», entre 1980 y 2000. El resultado «fue más de 70.000 muertos y un gran número de desaparecidos».
Precisamente en el ecuador de esos años negros, el 27 de septiembre de 1990, el grupo armado asesinaba a la religiosa peruana María Agustina Robles. Conocida como Aguchita, pronto será beatificada, después de que el Papa Francisco aprobara el sábado el reconocimiento de su martirio.
Antonia Luzmila, como se llamaba antes de hacer sus votos, había nacido en 1920 en Ayacucho, en la sierra sur del país. A los 18 años conoció la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, en la que se consagró a los 25 años. Aunque por aquella época su sueño era poder trabajar en la selva, el grueso de su labor lo llevó a cabo en la zona de Barrios Altos, en el centro de Lima.
Un «juicio popular»
Después de dedicar todo el día a atender a los demás, por la noche rezaba y organizaba su trabajo. En 1987, con 67 años, su vida cambió de rumbo. Fue destinada a La Florida, en la región Junín de la selva central del país. Por aquel entonces, Sendero Luminoso causaba una gran violencia en toda la región con sus ataques, y con el secuestro de niños para incorporarlos a sus filas.
El 27 de septiembre de 1990, un comando de terroristas llegó a La Florida. Iban a organizar un «juicio popular». Cuando esto ocurría, todos los habitantes eran llevados al centro del pueblo, y los atacantes decidían quién debía ser asesinado.
«Los últimos días de mi vida»
Aguchita no estaba en la lista. Sí otra compañera, la hermana Luisa, acusada de ayudar a los pobres de la localidad y de tratar con los asháninkas, un pueblo indígena que rechazaba a Sendero Luminoso. Pero no pudieron encontrar a Luisa, y decidieron que Aguchita ocuparía su lugar. Un joven miembro del grupo, de solo 17 años, segó su vida con cinco tiros.
Con una fuerte vida contemplativa, es posible que ella fuera consciente, tiempo antes, de lo que le iba a ocurrir. El año anterior, durante un retiro, había escrito a su superiora provincial, la hermana Delia. Recordando su deseo de ser misionera en la selva, apuntaba que «el Señor me ha traído aquí para complacerme en mi vejez antes de morir. Soy arcilla en sus manos». Y aseguraba también que «estoy a punto de dar pasos gigantescos. Parece que estos serán los últimos días de mi vida».
En plena campaña electoral
El regreso de los asesinatos de Sendero Luminoso se produce menos de dos semanas antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales peruanas, que tendrá lugar el 6 de junio. El grupo terrorista ha tenido un cierto protagonismo en la campaña electoral, pues tanto el candidato Pedro Castillo como su partido, Perú Libre, han sido acusados de estar relacionados con él.
Uno de los congresistas del partido, Alfredo Pariona, estuvo en la cárcel en la década de los años 1990 por este motivo. Otro, Guillermo Bermejo, se enfrenta a la misma acusación por parte de la Fiscalía, que pide para él 20 años de prisión. En el caso de Castillo, se le ha acusado de tener relación con el Movimiento por la Amnistía y los Derechos Fundamentales (MOVADEF), considerado el brazo político de Sendero Luminoso.