El joven que transformó una leucemia en una experiencia contagiosa de amor a la vida y al prójimo
«¿Qué mayor satisfacción hay que ayudar a los demás si todo lo que das a los demás te lo estás dando a ti?» La frase es de Pablo Ráez, el joven malagueño que se ha convertido en todo un ejemplo para decenas de miles de españoles por cómo transformó una leucemia en una experiencia contagiosa de amor a la vida y al prójimo.
«¿Qué mayor satisfacción hay que ayudar a los demás si todo lo que das a los demás te lo estás dando a ti?». La frase es de Pablo Ráez, el joven malagueño que se ha convertido en todo un ejemplo para decenas de miles de españoles por cómo transformó una leucemia en una experiencia contagiosa de amor a la vida y al prójimo. En una de sus últimas entrevistas dijo que la mejor forma de vivir es «amar y ser feliz» y que estaba satisfecho porque «todo lo que estoy dando me volverá». Por añadirle un componente evangélico, «recibirá el ciento por uno», en palabras de Jesucristo.
Hagan el cálculo. Solo en su Málaga natal ha conseguido un 1.300 % más de donantes de médula ósea. 600.000 personas han seguido día tras día su optimismo frente a la adversidad a través de las redes sociales. Su filosofía de vida ha calado por su realismo, por su sencillez, por su autenticidad. Una historia de superación y coraje: «Pasará lo que tenga que pasar, así que acéptalo como venga». En una sociedad enganchada a los 140 caracteres, al clic fácil y a superficialidad de Internet, su mensaje ha conseguido alterar los usos y costumbres de Facebook y Twitter, hacer pensar a la gente, sacar la solidaridad de sus seguidores y ganarse el cariño y la admiración de quienes le hemos conocido por sus mensajes.
Miles de homenajes en las redes sociales le definen como un luchador, un guerrero cuyo lema era «Nunca te rindas. Siempre fuerte». Pero su lucha no era una elección. La leucemia vino a golpearle sin que él buscara el combate. Pablo supo convertir cada mal momento en una lección de cómo amar lo que tenemos y valorar lo cotidiano. Uno de sus últimos posts decía: «Demos más sonrisas, demos más abrazos, demos más paz, demos la mejor versión de nosotros mismos. Demos gracias a la vida por darnos el gran lujo de poder despertarnos cada mañana. Seamos más agradecidos». Permítanme que yo prefiera definirle como un apóstol de la vida.