Un antídoto contra la crisis
«Si nosotros no ardemos, el mundo morirá de frío». Monseñor José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián y responsable de Juventud en la Conferencia Episcopal Española, habló claro en la Vigilia de jóvenes en el Cerro de los Ángeles: la adoración al Señor en la Eucaristía es el antídoto para la crisis espiritual que vivimos. Así transcurrió la noche, que los jóvenes pasaron en oración ante el Santísimo
Hay una salida para la crisis espiritual; y, para monseñor José Ignacio Munilla, responsable de Juventud en la Conferencia Episcopal Española, es «crecer en espíritu de adoración» a la Eucaristía. Se lo dijo a los jóvenes reunidos en el Cerro de los Ángeles, el sábado por la noche, para renovar la consagración al Sagrado Corazón de Jesús, realizada durante la JMJ de Madrid 2011. Adorar, precisamente, es entrar en ese Corazón, contagiarse de su calor. «Si nosotros no ardemos, el mundo morirá de frío. Cristo quiere que nos ofrezcamos, para que su fuego prenda en nosotros». Es también un soplo que nos alivia, «en medio de nuestros agobios, y paz interior» para «sobrellevar las dificultades sin vernos ahogados en ellas». Celo ardiente y paciencia son —añadió— un binomio «indispensable en la vida cristiana». Pero adorar no es sólo «sentir como Él siente», sino pedirle «que mis criterios sean los Suyos». Con todo, es fácil distraerse y, «por mirarnos unos a otros con envidias y complejos, dejar de mirarle a Él». La respuesta es fácil: «No te valores o te sientas despreciado por lo que ocurra con los demás. El Señor te quiere a ti personalmente, y tiene un designio irreemplazable contigo».
La Vigilia concluyó renovando la consagración de la juventud al Sagrado Corazón. Esta consagración —explicó el padre José María Alsina, consiliario nacional de los organizadores de la Vigilia, Jóvenes por el Reino de Cristo, a Alfa y Omega— «es un pacto de amor con Jesucristo. Pero la iniciativa la lleva siempre Él. Él es quien nos consagra y santifica. No se trata sino de dejarle entrar en nuestra vida, de dejarse amar por Él».

Con los turnos de vela, comenzaba una noche diferente. «Hoy, para los jóvenes, la noche es tiempo de compartir amistad, divertirse y, tristemente, para muchos también de ofender al Señor —lamentó el padre Alsina—. El turno de adoración es un momento para que cada joven comparta su amistad con el Amigo. Y también es, en unión con el Corazón de Jesús, un momento para pedir y reparar» por esos otros jóvenes que malgastan sus noches. Aunque los frutos de esta oración «sólo Dios los conoce», el sacerdote destacó «las innumerables confesiones que se producen a lo largo de la noche».
Amaneció el domingo, y con él un nuevo deseo, del que habló, en la Eucaristía, monseñor Joaquín María López de Andújar, obispo de Getafe: comunicar a los demás «esa relación íntima con el Señor» vivida durante la noche. Pero «somos impacientes y queremos que, inmediatamente después de la siembra, llegue la cosecha». Por eso, el «impulso apostólico» al que invita el Señor se ha de vivir «con paz en el corazón», también ante las propias limitaciones. «No podemos avasallar, como Dios no nos avasalla a nosotros. Él sabe que las cosas necesitan su tiempo para dar fruto». Aludiendo al Evangelio de ese día —la parábola del grano de mostaza—, afirmó que, «aunque nuestros grupos sean aparentemente insignificantes, la fuerza de Dios obra maravillas cuando dejamos que actúe». También «en la sencillez y en la normalidad de cada día se esconde el germen del reino de Dios». Un buen mensaje para volver a casa, tras una noche especial.
• «Estamos cansados, pero ofrecer una noche al Señor siempre vale la pena, y Él nos recompensa. La primera Vigilia, en 2009 [cuando se renovó la Consagración de España al Sagrado Corazón], fue un paso para demostrar que la Iglesia está viva, y los jóvenes tienen que llevar la bandera» (Daniel).
• «Para mí, la consagración al Sagrado Corazón de Jesús es una gran tranquilidad, porque nos acoge a todos en Su Corazón, y no tenemos nada que temer. No es algo sólo para los católicos. Tenemos que trabajar para que los demás también lo conozcan» (Lorena).
• «Desde que he comprendido todo lo que el Señor ha hecho por mí, es una gran alegría compartir un rato con Él. Es muy especial estar vinculados al Corazón de Cristo, porque de ahí mana Su Amor, y eso es lo que tenemos que dar a los demás» (Manuel).