Nos conocimos en una Asamblea del Foro de Laicos de España hace muchos años. Y desde el primer momento se estableció entre nosotros una relación de afecto, de respeto y, por qué no decirlo, de complicidad ideológica. Coincidíamos en muchos puntos de vista y en muchos análisis de la realidad social, política y religiosa. Guillermo me llevaba 20 años, pero conmigo y con los demás sabía saltar las barreras de los años y sabía estar ahí y decirte lo que él creía con educación, franqueza, respeto y gallardía.
Fue un católico a carta cabal, un caballero y un oficial del Ejército de Tierra enteramente orgulloso de serlo, con todo lo que ello implica, al cual le preocupaba España y su futuro.
Un laico que comprendió a fondo la vocación laical. Se entregó con pasión al Movimiento Vida Ascendente, del cual llegó a ser presidente nacional, renovando estructuras, impulsando nuevas iniciativas, siempre con entusiasmo. Comprendió que su asociación era un carisma que sumaba a otros y que sumando se hace más Iglesia. Se incorporó a la Comisión Permanente del Foro de Laicos primero como vocal y luego como vicepresidente. Siempre sumando, siempre animando. Siempre sabiendo estar…
Entendió perfectamente que no debe de haber oposición entre parroquia y movimientos y por eso vivía también con entusiasmo su pertenencia a la parroquia en donde fue un gran colaborador hasta el final de sus días. En la vida parroquial sabía discernir que el punto culminante es la celebración de la Eucaristía. Comulgaba y administraba la Sagrada Comunión a los enfermos de la parroquia. Llevaba a Cristo Eucaristía por las calles de este querido y viejo Madrid, sabiendo que llevaba el mayor tesoro a los más necesitados, los enfermos, los impedidos.
El día de Navidad del 2018 hablamos por última vez. Su voz era apenas un hilo, pero de ese hilo pendía todo el afecto y toda la amistad de alguien que supo pasar por la vida como su Maestro, haciendo el bien.
En este primer aniversario de su muerte lo recordamos con afecto y con gratitud.
A su viuda, Puri, y a sus hijos y nietos, que hicieron de su funeral un momento inolvidable por la autenticidad, por la catolicidad y por la fidelidad a los principios de Guillermo, mi abrazo y mi cariño en el recuerdo de la gallarda figura de esa gran persona y buen amigo que se llamó Guillermo Aparicio García.