Pocos son los que no han oído hablar del prestigioso Premio de Poesía Fernando Rielo. Pero no todos saben que, entre los muchos tesoros de su legado, Fernando Rielo nos dejó no solo una gran obra de Iglesia, como son los misioneros y las misioneras identes, sino también un pensamiento filosófico, teológico y literario tan novedoso como excelente. En este libro se nos propone un viaje por su «alma habitada». No nos cuenta los avatares del transcurso de su vida –sin duda interesantísimos como lo son siempre en quienes, movidos por el Espíritu, han enriquecido el jardín de la Iglesia con nuevos carismas–, sino que es una biografía intelectual. En este tipo de personas, su pensamiento y sus obras no son meros caminos convergentes de su existencia, sino la única respuesta, que nosotros dividimos en ramas del saber y del hacer en el mundo que, como discípulos misioneros de Jesús, dan fe de lo que del Maestro dice el libro del Apocalipsis, que hace «nuevas todas las cosas» (Ap 21,5), porque el único que hace nuevas todas las cosas también nos dijo: «El que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores» (Jn 14, 12).
Fernando Rielo fue llevado desde esta novedad a repensar la filosofía de nuestro tiempo, sumándose a la ola de tantos filósofos con una mirada menos cosificada de la realidad y más fiel a su vitalidad y permanente transición (como Zubiri, Ortega o Zambrano), pero con una aportación singular: la de la «concepción genética del principio de relación», que pasa del pretender explicar la realidad a concebir desde la experiencia humana la totalidad de la realidad. De la explicación de su replanteamiento del pensamiento filosófico, este libro nos lleva a su replanteamiento teológico, que también navega sobre la ola de la renovación teológica contemporánea, esa que unifica todas las áreas del saber teológico desde la contemplación del misterio de Dios revelado en su Hijo, el Dios Uno y Trino. Pero que lo hace repensando la teología, entre otras cosas, en la comprensión de las procesiones trinitarias, interesándose por la procesión del Espíritu Santo como principio que, ad intra, inspira la unidad del Padre con el Hijo y, ad extra, inspira y nos recuerda la Verdad plena, siendo así principio epistemológico, pues si el conocimiento humano es espiritual, el Espíritu Santo es quien inspira todo el saber.
Por si no fuera poca cosa el interesantísimo abordaje en la filosofía y la teología de Fernando Rielo, el libro nos abre después otra puerta a nuevas y sorprendentes aportaciones suyas, como son además de su poesía mística, la de una singular lectura de la literatura, sobre todo la del Siglo de Oro español, que no solo nos abre a nuevas interpretaciones de santa Teresa de Jesús o de san Juan de la Cruz, sino que además nos propone una lectura mística de la gran obra de Cervantes, pues si ya para Unamuno la historia del Quijote se la dictó a Cervantes otro que llevaba dentro de sí, un espíritu en las profundidades de su alma habitada, Rielo ve que la obra cervantina pasa de la mística española a la novela.
Juana Sánchez-Gey, autora de este libro, es profesora de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid y de la Facultad de Teología del Norte de España. Es directora del Aula de Pensamiento de la Fundación Fernando Rielo y vicepresidenta de la Asociación de Hispanismo Filosófico. Aún recuerdo la magnífica conferencia que dio hace dos años en el Arzobispado de Madrid sobre María Zambrano. Para hablar de ese reducido y exquisito grupo de hombres y mujeres formado por los filósofos místicos no vale cualquiera. Juana sí vale. Por eso es capaz de penetrar de una manera inexplicable en estas almas habitadas por la Verdad, como son las de Zambrano y Rielo, que contemplaban, en su pluralidad, la Unidad de todas las cosas.
Juana Sánchez-Gey Venegas
Ediciones Idea
2020
231
13,90 €