Un Airbnb dentro de los muros conventuales
Ante el declive de la venta de dulces, las clarisas de Sevilla han construido cuatro apartamentos turísticos en un ala de su convento
No es el mejor momento para la vida religiosa en España y tampoco para el alquiler vacacional. A las monjas cada vez les cuesta más sostenerse económicamente con la venta de dulces y las comunidades de vecinos están en pie de guerra contra los pisos turísticos, que generan numerosos conflictos con el resto de propietarios. El alcalde de Barcelona, de hecho, ha llegado a anunciar recientemente la prohibición total de este tipo de inmuebles arrendados para noviembre de 2028. Según el Instituto Nacional de Estadística, el último año los pisos turísticos aumentaron un 9,2 %. Para solucionar una y otra dificultad, a las monjas clarisas del convento de Santa María de Jesús, situado en Sevilla, se les ha ocurrido dedicar una parte de su monasterio a la construcción de viviendas para alquiler. Han convertido un ala del cenobio, otrora celdas conventuales, en unos funcionales, prácticos y estilosos pisos que los turistas pueden alquilar al precio de 90 euros por dos noches. Solucionan así dos problemas de golpe, el de su subsistencia y el del aumento de los pisos turísticos en barrios residenciales que dificultan el alquiler de la población local. Aunque todo comenzó, sin embargo, tratando de poner freno al paso de los siglos por los cimientos del inmueble.
«Teníamos una parte del convento que estaba medio derruida y, lógicamente, pensamos que no podíamos dejarla caer del todo», explica sor María, vicaria del monasterio, a este semanario. Había que arreglarlo, pero ¿qué hacer? y, sobre todo, ¿cómo financiarlo?, se preguntaban las religiosas. «En un principio pensábamos arrendarlo a familias de confianza o poner una hospedería, pero algunos colaboradores nos aconsejaron sacarlas al mercado del alquiler». Y eso hicieron. Ahora los pisos se ofertan en plataformas como Airbnb bajo el reclamo de vivir «la experiencia de alojarse en un convento del siglo XVI». De esta forma, el vetusto cenobio acoge en un extremo a las religiosas y, en el otro, a los inquilinos.«No tenemos ningún contacto con ellos. Tienen su propia entrada independiente. De hecho, solo nos enteramos que están si vemos alguna luz encendida, pero nada más», aseguran la religiosas. El único cambio que ha tenido que adoptar la comunidad de monjas ha sido a la hora de despertarse, cosa que hacen de manera habitual a las 5:45 horas. Antes, tocaban la campana para comenzar el día, pero algunos inquilinos se quejaron y ahora han buscado otra forma de tocar diana. Así, la comunidad, formada por 18 hermanas, continúa con su ora et labora, rezando por las necesidades de la Iglesia y del mundo —«ahora también por las de los inquilino»— y trabajando en la elaboración de dulces, «aunque eso ahora mismo está un poco muerto». Del día a día de los apartamentos, desde la gestión del alquiler o la reparación de los desperfectos, se encarga el dúo de gestores formado por Javier Bernal y Luis Bidón.
Este modelo Airbnb de las clarisas sevillanas es la versión moderna de las míticas hospederías que han poblado tradicionalmente los conventos y monasterios españoles. La del monasterio en Toledo de las gaytanas, como se conoce a las agustinas calzadas de la Purísima Concepción de Nuestra Señora, ya lleva abierta tres años.
A diferencia de las clarisas de Sevilla, estas monjas sí que entran en contacto con sus inquilinos. «Nosotras nos ocupamos de todo. Limpiamos las habitaciones, las adecentamos, nos encargamos de la gente que viene. Lo que no hacemos es dar comidas, tan solo el desayuno», detalla María de los Ángeles Rosendo, superiora de la comunidad. Y el negocio funciona. «Tenemos la hospedería a tope», aclara triunfalista la religiosa, que ve cómo el éxito de esta iniciativa está ayudando a sufragar los numerosos gastos de este tipo de edificios. «Yo se lo recomiendo a todas las comunidades a las que les cueste llegar a fin de mes», concluye la superiora.
Los números rojos de la pastoral vocacional, que la Iglesia trata de convertir en brotes verdes, ha generado, sin embargo, una oportunidad para continuar con la labor social desarrollada por las diócesis y las congregaciones religiosas. Un ejemplo de ello lo encontramos en Cataluña. El obispado de Gerona, a través de la Fundación Sant Martí, tiene alquiladas 131 casas parroquiales a un precio asequible. Con el alquiler en máximos históricos, una renta asumible es clave para un sinfín de familias a las que les cuesta llegar a fin de mes. Al mismo tiempo, los alquileres contribuyen al sostenimiento económico del obispado y a la labor que este desarrolla. Por su parte, el arzobispado de Toledo está planteándose un proyecto parecido, que ayude con el tema de los gastos y que dinamice también la economía local. La Iglesia toledana ha planteado un Plan de Reforma Interior (PERIM) para un inmueble, que data de 1900 y está situado en la calle Vicario, 3, que quiere convertir en un hotel.