Un abrazo para la historia
El abrazo entre el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, y Bessarión, metropolita de España y Portugal del Patriarcado de Constantinopla, trasciende el tiempo y la efeméride. Busca replicar a nivel local la hermandad entre católicos y ortodoxos para intensificar la cooperación teológica, pastoral y humanitaria
Hay una unidad que nace de la sangre y se materializa en un abrazo; un abrazo fraternal que, más que un gesto, es la expresión sincera del amor que une a los que son hermanos, también en la fe.
Lo explica a la perfección el famoso icono de san Pedro y san Andrés pintado por los monjes del monte Athos, con el que obsequió el patriarca Atenágoras al Papa Pablo VI en recuerdo del histórico abrazo que ambos se dieron el 5 de enero de 1964 en Jerusalén. En la imagen, los dos hermanos se abrazan bajo la figura de un Cristo Pantocrátor, que extiende los brazos para bendecir el gesto de estos apóstoles santos, unidos por la sangre filial y por la derramada en martirio. Ambos, san Pedro y san Andrés, fueron también los elegidos. El primero, para edificar la Iglesia; Andrés fue el primero de los doce en ser llamado. Ambos, apóstoles y mártires, son considerados cabezas de la Iglesia: Pedro, primer obispo de Roma. Y Andrés, primer obispo de Bizancio (Constantinopla, hoy Estambul), por lo que son sus sucesores los patriarcas ecuménicos.
Por eso, cuando Pablo VI y Atenágoras escenificaron ese histórico encuentro, símbolo del ecumenismo posconciliar, este último quiso obsequiar después al Papa Montini con ese icono de los dos hermanos abrazados como recuerdo para la historia. La imagen luce hoy en la sede del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, como signo de esa unidad entre el Oriente y el Occidente.
Es inevitable evocar ese icono al ver la imagen que muestra esta foto con el abrazo de hermandad entre el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, y Bessarión, metropolita de España y Portugal del Patriarcado ecuménico de Constantinopla, en la catedral ortodoxa griega de San Andrés y San Demetrio. Histórico también por ser la primera vez que la comunidad ortodoxa de Madrid recibe esta visita; y por coincidir, al mismo tiempo, con el encuentro mantenido el pasado fin de semana por el Papa León XIV y el patriarca ecuménico Bartolomé en Estambul. El marco ha sido la festividad de san Andrés, padre y patrón de la Iglesia oriental. Pero el gesto trasciende el tiempo y la efeméride, pues busca replicar a nivel local, y de ahora en adelante, la hermandad entre católicos y ortodoxos en la archidiócesis de Madrid, para intensificar la cooperación teológica, pastoral y humanitaria.
Desde aquella histórica declaración, hace 60 años, de Pablo VI y Atenágoras que puso fin a las excomuniones del siglo XI, ha habido otros muchos gestos ecuménicos que, no por repetidos, dejan de ser necesarios. En todos ellos, además de a la unidad, se ha apelado a la paz, condenando el uso de la religión para justificar la violencia. Así lo recordaba Pablo VI a los cardenales en su vuelta a Roma desde Jerusalén —«Su Santidad Atenágoras ha venido a mi encuentro y me ha querido abrazar, como se abraza a un hermano. Ha querido estrecharme la mano y conducirme él […] para decir: debemos, debemos entendernos, debemos hacer la paz, hacer ver al mundo que nos hemos vuelto hermanos».
Renovar ese abrazo de fraternidad es hoy, de nuevo, un gesto y una imagen para la historia.