Tres curas malagueños, capellanes de Su Santidad
La Santa Sede ha concedido este título, el único honorífico que ha mantenido el Papa Francisco, a los sacerdotes diocesanos de Málaga José A. Sánchez Herrera, Antonio Aguilera Cabello y Francisco González Gómez
El obispo de Málaga, monseñor Jesús Catalá, hizo entrega del reconocimiento como capellanes de honor de Su Santidad a tres sacerdotes malagueños en el Encuentro del Presbiterio y Seminario celebrado a mediados de enero. Antonio Aguilera (73 años) es deán de la catedral, así como profesor de los Centros Teológicos Diocesanos y miembro del Consejo de Presbiterio y del Colegio de Consultores. Habla con humildad de este reconocimiento, que afirma recibir con agradecimiento pero como un impulso a seguir trabajando con sencillez y en la tarea de cada día. Su primera impresión fue de sorpresa: «Cuando te lo comunican, te preguntas qué significa esto para ti y tu tarea. También lo recibo como acción de gracias. Es de pura educación ser agradecidos, y tengo mucho que agradecer a la Iglesia desde que empecé a descubrir la fe hasta el día de hoy, especialmente a través de tanta gente que me ha ayudado a caminar».
José A. Sánchez Herrera (66 años) es vicario general de la diócesis de Málaga, además de canónigo de la catedral. Para él, «no me queda más que vivirlo con gratitud. Este reconocimiento lo merecen todos mis compañeros en el sacerdocio –dice–. Nunca pensé en nada parecido, por lo que, tras la sorpresa, me invadió un profundo sentimiento de gratitud a la Iglesia de la que tanto he recibido desde el día del Bautismo».
Francisco González (70 años) coincide con Sánchez. «Lo recibí con rubor y, a la vez, con agradecimiento a don Jesús por el detalle de afecto y cercanía, comprendiendo que, aunque es necesario que se personalice en algunos, en el fondo es el reconocimiento a tantos buenos sacerdotes que entregan su vida, en la Iglesia, por Cristo y por el Reino». González es en la actualidad delegado para el Clero, arcipreste de Álora, párroco de San Isidro Labrador y Sta. María de la Cabeza (Cártama Estación) y San Juan Bautista (Aljaima), además de confesor ordinario de las monjas cistercienses (Málaga). «A lo largo de los años de ministerio sacerdotal he podido comprobar la veracidad de aquella plegaria de san Manuel González de que servir a nuestra madre la Iglesia de balde y con todo lo nuestro es un verdadero gozo. No es un trabajo, sino un disfrute. Y ojalá se me conceda la gracia de imitar a Jesús pobre y humillado pasando como Él por la vida haciendo el bien y transmitiendo a todos la alegría del Evangelio», afirma.
Décadas de entrega
Los tres pueden contar ya por décadas una vida entregada a la Iglesia. A lo largo de los años han ejercido multitud de tareas: pastorales, formativas y de responsabilidad en diversos ámbitos, incluso en la Curia. «He aceptado siempre lo que los obispos me han ofrecido», cuenta el ahora vicario general, José A. Sánchez. «Les prometí obediencia y respeto el día de mi ordenación, pero también he sido libre de manifestarles mis dificultades y mis grietas, y siempre me han escuchado. En cada tarea se ha manifestado la mano y el cariño de Dios. Recuerdo con profunda gratitud mis primeros pinitos ministeriales en la aldea de El Valdés, a la que vuelvo siempre que puedo». «La tarea es anunciar a Jesucristo para que los demás, conociéndole, más le amen y le sigan». «¡Es tan hermoso gastar la vida tratando de llevar a todos el amor de Dios y la alegría del Evangelio! Uno aprende a relativizar las cosas», apunta González, «a centrarse en lo esencial y a dar gracias al Señor por poder seguir trabajando con esperanza, mientras tengamos su fuerza, en la inmensa obra de la evangelización de nuestro pueblo», comenta.
Por su parte, el deán de la catedral, Antonio Aguilera, recuerda que «por todos los lugares donde he ido pasando he tenido la suerte de encontrarme con muchísima gente que te ayuda a buscar el rostro de Dios y a intentar servir a los demás. Esto me lleva a decirme a mí mismo: “Sigue trabajando y sirviendo sencillamente en lo que puedas, que los años aminoran las fuerzas a medida que pasan”».
Con esta excusa para mirar atrás, estos tres sacerdotes, ahora capellanes de Su Santidad, dan gracias a Dios «por su fidelidad y su misericordia. El camino recorrido ha llenado mi vida de alegría y gratitud y me ha hecho más comprensivo, tolerante y misericordioso», concluye Sánchez.