Tres años y medio en Egipto
«El ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo» (Mt 2, 13-14). José obedeció y aplicó el mandato viajando por la mayor parte del territorio egipcio siempre con un único fin: salvaguardar a la Madre y al Niño. Lo consiguió. Antiguas tradiciones lo evocan
El evangelio de San Mateo certifica el cumplimiento de las profecías de Oseas –«… y de Egipto llamé a mi hijo» (Os 11, 1)– y, sobre todo, de Isaías:
«He aquí que Yahvé monta sobre una ligera nube, y entrará en Egipto; y los ídolos de Egipto temblarán delante de él, y desfallecerá el corazón de los egipcios dentro de ellos» (Is 19, 1).
Más adelante, Isaías menciona el privilegio que supone para Egipto la entrada de Jesús en su tierra, coronada con una bendición divina:
«Bendito el pueblo mío Egipto» (Is 19, 25).
Estas profecías bíblicas empezaron a materializarse cuando la Sagrada Familia (la Madre y el Niño Jesús a lomos de un burro, y José sujetando las riendas, tal y como queda plasmado por todas las tradiciones occidentales y orientales) partió de Belén, en Judea, pasó por Gaza e hizo su entrada en tierra de Egipto a través de la zona norte del desierto del Sinaí, por El-Farma (Pelusium, en latín), lugar sito entre las ciudades de Al-Arish y Port-Said. Unos impresionantes restos arqueológicos (como las ruinas de la iglesia de Flussia, por ejemplo) permiten hacerse una idea de la arquitectura y, por ende, de la vida en aquella época.
Conviene asimismo resaltar que el recorrido de la Sagrada Familia por Egipto no fue un periplo de placer, sino un duro trance que implicaba cruzar desiertos, mesetas y valles. Además, viajaban solos (y, obviamente, sin planificación), lo que les exponía, más que a otros, a los peligros. Incluido el acoso que podían padecer por parte de tribus.
Según la tradición copta, lo pudieron comprobar cuando, adentrándose ya en el corazón de Egipto, llegaron a Basta, ciudad situada a un centenar de kilómetros de El Cairo. Basta estaba repleta de ídolos, que se desplomaron ante el paso de la Sagrada Familia. Este suceso acarreó como consecuencia que muchos de sus habitantes desataran su hostilidad hacia el Niño Jesús, María y José, lo que obligó a éstos a abandonar Basta, si bien a Jesús le dio tiempo a crear una fuente de agua. No sería la única.
Su siguiente destino, ya en las afueras del El Cairo, fue Mostorod o Al-Mahamma, que en árabe significa lugar de baño. Así se llama porque allí María bañó a su hijo y le lavó la ropa. Fue este sitio uno de los pocos que la Sagrada Familia volvió a visitar cuando emprendió viaje de regreso a Tierra Santa. Entonces, Jesús hizo brotar agua de otra fuente que, a día de hoy, sigue existiendo. Sin embargo, el mayor testimonio cristiano de Mostorod es la iglesia de la Virgen María, en cuyo interior hay unos iconos notables así como una cueva.
Cruce del Nilo por primera vez
Al salir de allí, la Sagrada Familia no fue aún a El Cairo, optando por parar en Belbeis, donde se protegió del sol a la sombra de un árbol que lleva desde entonces el nombre de Árbol de la Virgen María, y que sigue siendo un lugar frecuentado por cristianos. Un momento tranquilo antes de enfrentarse a uno de los episodios más arriesgados de su ruta: el primer cruce del Nilo (hubo cinco en total).
Realizaron la maniobra en el delta del famoso río, más precisamente desde Minyet Samanud, donde el Niño Jesús correspondió con una bendición a la entrañable acogida que le dispensaron sus habitantes. En Minyet Samanud se puede, además, ver una artesa de granito en la que, según la tradición, la Virgen María amasó, y un pozo de agua bendecido por el Niño Jesús. No fueron las únicas huellas que dejaron a su paso por Egipto.
Sakha, al norte del país, adonde llegaron procedentes de Minyet Samanud, ostenta el honor de tener la roca con la impronta del pie de Jesús. Curiosamente, sólo fue descubierta hace pocos años: oficialmente, fue ocultada para evitar su robo en una tierra que ha sido el escenario de numerosos y violentos aconteceres a lo largo de la Historia.
De Sakha, el trazo de la ruta de la Sagrada Familia se alargó hacia Wadi al-Natrun, ciudad ubicada entre Alejandría y El Cairo. No consta que ocurriese nada extraordinario en presencia del Niño Jesús, María y José. Dicho esto, Wadi al-Natrun y sus cuatro monasterios merecen el detenimiento por ser uno de los lugares más emblemáticos de la Iglesia copta.
Monasterio de San Bishoy
Especial interés reviste la historia del monasterio de San Bishoy, que en lenguaje copto significa noble. Así se llamaba un monje nacido en el año 320 de la era cristiana. A su madre se le apareció un ángel anunciándole que su hijo había sido elegido para servir a Dios. Bishoy se hizo monje y, al cabo de unos años, se convirtió en el prior del monasterio, siendo agraciado con varias apariciones del Señor, una de ellas cuando lavaba los pies a un extraño: al ver las heridas, el monje se dio cuenta de que era Nuestro Señor, que le bendijo y desapareció.
Con el paso del tiempo, el monasterio de San Bishoy, que sigue conservando su estructura original, se ha ido consolidando como referencia para los cristianos orientales en general y para los coptos en particular. Simboliza la presencia cristiana en Egipto, entre otras razones, porque ha sobrevivido todos los intentos de acabar con el cristianismo en esa tierra, desde las invasiones bárbaras hasta el acoso islamista. Se puede decir que, no en vano, pasó por ahí la Sagrada Familia…
Problemas en El Cairo
Al abandonar Wadi al-Natrun, Jesús y sus padres volvieron a cruzar el Nilo, esta vez con destino a El Cairo, pasando por las zonas de Matariah y Ain Shams. En Matariah, se repitieron las escenas de creación de fuente, de refugio a la sombra de un árbol que todavía existe, y de lavado de ropa.
Con una diferencia: en el lugar donde la Virgen María tiró al suelo el agua de la colada, brotó una planta aromática, conocida por el nombre de planta del Bálsamo, que sirve de complemento a las especies de perfumes y esencias usados en la preparación del santo crisma. Antes de hacer su entrada en lo que ya era y sigue siendo la capital de Egipto, la Sagrada Familia descansó en Zeitún.
El Cairo, pese a ser una ciudad dominada por musulmanes desde hace ya varios siglos, preserva una nítida identidad cristiana, materializada principalmente –la lista no es exhaustiva– en una veintena de iglesias, en un monasterio para monjas y en el Barrio Copto. De entre las Iglesias, destacan tres, edificadas sobre lugares honrados con el paso de la Sagrada Familia.
En el barrio de El-Ezbakeya, hoy céntrico, la zona cairota por donde llegó la Sagrada Familia, se levanta en el callejón de Zuela la iglesia antigua de la Virgen. Ya dentro del Barrio Copto, consta que la Sagrada Familia pisó el lugar en el que están edificadas la Iglesia colgante y la de San Sergio. La primera, la más famosa de El Cairo, se llama así por estar erigida encima de la muralla de una fortaleza romana del casco viejo de la ciudad, y fue construida en el siglo VII. No muy lejos, está la iglesia de San Sergio, con fama de ser la más antigua de todo Egipto. Está construida sobre la cueva –que aún se puede visitar– en la que vivió la Sagrada Familia durante su estancia en El Cairo. Es también el templo en el que los coptos eligieron a sus papas durante siglos.
No fue fácil la vida de Jesús y sus padres en El Cairo: volvieron a topar con los ídolos. Pero, en esta ocasión, las amenazas fueron mucho más graves, pues venían del mismísimo Gobernador, quien quiso matar al Niño Jesús.
Abandonar El Cairo se convirtió, pues, en una emergencia. La Sagrada Familia salió de la ciudad por el embarcadero de Maadi, en cuyo emplazamiento está hoy la iglesia de Adawey, palabra derivada del verbo adat, que en árabe significa cruza. Al salir de la iglesia, se observa la escalera de piedra por la que la Sagrada Familia descendió a la orilla del Nilo, desde donde se embarcaron en un velero que les trasladó al sur del país. El primer pueblo por el que pasaron se llama Deir Al-Garnus, en cuya iglesia hay un pozo en el que bebieron el Niño Jesús, María y José.
En el sur, tras pasar por varias localidades, la Sagrada Familia recaló en el monasterio de Muharraq, en Asiut, donde vivieron seis meses. Es el lugar donde más tiempo permanecieron en los tres años y medio que duró su estancia en Egipto. Su residencia fue una cueva en cuya roca se sentaba Jesús. Sobre esta roca se alza hoy el altar del monasterio. Un día, a José se le volvió s aparecer el ángel: «Levántate, toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del Niño» (Mt, 2, 20-21). Era el final la Huida a Egipto.