Traumatólogos españoles realizan 30 operaciones en seis días en Camerún - Alfa y Omega

Traumatólogos españoles realizan 30 operaciones en seis días en Camerún

Acaba de regresar a España la expedición número 73 de COEM al Hospital Notre Dame de la Santé, en Dschang (Camerún). Desde 2015 viajan cada tres semanas a este centro de las Siervas de María

Begoña Aragoneses
Una de las doctoras en el hospital de las Siervas de María. Foto: COEM.

«Si vas una vez al año, ¿qué pasa con los enfermos el resto de los meses?». Es la pregunta de partida que se hizo el doctor Tomás Epeldegui, traumatólogo, durante una comida con amigos en la que se plantearon poner en marcha una ONG de atención sanitaria. Así nació la idea de una entidad que respondiera a dos objetivos: continuidad en la asistencia y formación del personal médico y clínico nativo. En la búsqueda de localizaciones «nos daba igual cualquier continente», pero sí querían contar con la «garantía de las órdenes religiosas» por su experiencia y rigor. La realidad fue que «nos dieron calabazas» en varias hasta que aterrizaron en Camerún, donde las Siervas de María tenían un hospital «de construcción sólida», con capacidad para 100 camas, pero abandonado. Solo había «uno o dos pacientes con paludismo y una embarazada».

Cirujanos Ortopédicos de España para el Mundo (COEM) se puso en marcha con una primera expedición en septiembre de 2015 para organizar la logística. «Arrancábamos de menos cero», relata Epeldegui, así que en las sucesivas expediciones se llevaron, en sus maletas, «instrumental, vendas gasas, clavos, tornillos, placas»… «Era todo muy numeroso y súper pesado», aunque aprovecharon que por entonces cada pasajero podía facturar dos maletas. «Tacita a tacita empezamos a hacer cosas». Lo primero, establecer unas rutinas: de España partiría cada tres semanas una expedición base de cinco traumatólogos, un instrumentista y un anestesista, todos ellos voluntarios, que además enseñarían al personal local. Allí no tienen MIR ni residencia ni cursos de especialización y actualización. Aún recuerda el doctor cómo en aquellos primeros meses «prestaba» sus brazos para que aprendieran a escayolar.

El material grande llegó de sótanos de hospitales españoles, «que eran como la cueva de Alí Babá». Allí había mesas de exploración y de quirófano, camillas, sábanas, toallas, arcos de rayos…. «Estaban dados de baja por anticuados, pero siendo útiles, nos daba igual». En esos primeros tiempos tuvieron que hacer frente a un «problema gravísimo»: los cortes de luz —«a veces estábamos dos y tres días sin ella»—, las bajadas de tensión que estropeaban los aparatos… Con el tiempo pudieron instalar una unidad fotovoltaica, a lo que se ha sumado la red wifi y el desarrollo de un programa informático específico que les permite seguir las historias clínicas desde cualquier punto del planeta. Ahora mismo, el Hospital Notre Dame de la Santé, en Dschang, es un «hospital de referencia para traumatología» en el país. El doctor Epeldegui afirma que gracias a todo este trabajo, «los médicos que hemos formado han sido capaces de resolver las urgencias» durante los 15 meses de pandemia que no han podido viajar al país.

Esta formación es posible gracias a la continuidad, mediante la que se han podido diseñar «normas de conducta, exigencias, rutinas y métodos de trabajo». Desde sus inicios han acudido a Dschang más de 200 sanitarios y actualmente COEM cuenta con una cantera de casi 600 voluntarios. Se trata de «ver siempre a las personas con el mismo método». Durante los tres primeros años, Epeldegui formó parte de todas las expediciones. Ahora, que ha bajado el ritmo, «tengo mono; me siento muy querido». De hecho, «me llaman papá Tomás», ríe, mientras cuenta que el rey local (una especie de autoridad tradicional frente a la autoridad cívica) «me ha hecho notable de su reino».

Una lección de vida

Ese «mono» se lo ha quitado en la expedición de febrero, la que hace el número 73, que aterrizó hace unos días en Barajas después de haber realizado 27 intervenciones quirúrgicas en seis días seguidos. A «los blancos» —«así nos llaman», ríe Epeldegui— se les reservan las intervenciones más complejas. Ellos no dejan de atender las urgencias en una región en la que la «conducción, sobre todo de motos, es un caos», pero básicamente se encargan de operar «las patologías más difíciles o menos comunes» que se han programado para los días que están allí. Pablo Aragoneses (38), el traumatólogo más joven de esta última expedición, cuenta que una de las más «dramáticas» fue la amputación de una pierna a un chico joven que se le había infectado por «no cuidarla». Eso, en una sociedad fundamentalmente agrícola, le relega a una posición de «paria» al no poder trabajar. «Se le ha acabado la vida».

Precisamente las amputaciones, especialmente de origen diabético, son de las intervenciones más comunes. También las fracturas —de fémur, tibia— por accidentes de tráfico, con heridas abiertas que condicionan infecciones y, en general, toda la patología esquelética: prótesis de cadera, artrosis… El 33 % son niños, que sufren fundamentalmente deformidades congénitas. En la región se da otro fenómeno local: las patologías derivadas de la aplicación de la medicina natural de los chamanes. «Vemos cosas terribles —sentencia Epeldegui—, los enfermos de allí no se ven en otros sitios».a

Los médicos españoles hacen un seguimiento de los pacientes. Foto: COEM.

En Dschang «somos voluntarios, no misioneros», puntualiza el iniciador de COEM, aunque la relación con las Siervas de María es muy estrecha: los alojan en un edifico para cooperantes, les preparan las comidas y las cenas y los cuidan como si fueran sus hijos. «Las monjas nos quieren, aunque yo me siga peleando con ellas», ríe de nuevo el traumatólogo. Cada mañana arranca con un rato de oración que «es una acción de gracias y un ofrecimiento de las labores del día muy emotiva», explica Aragoneses. Después, a los quirófanos y las consultas. «La gente viene a resolver problemas con mucho agobio y se vuelven muy agradecidos, sonrientes…», apunta Epeldegui, y aquí Aragoneses desvela lo que para él ha sido uno de los grandes aprendizajes que se trae de África: «Son gentes sencillas y humildes, pero en esa sencillez son felices y alegres». En el aspecto profesional, reconoce que, «al ser el más joven, he aprendido mucho del equipo» y también de las circunstancias médicas africanas. «Caes en la cuenta del exceso de recursos de aquí y de cómo allí funcionan con menos de forma muy eficaz. Es como una cirugía de guerra». Además, «es alucinante el servicio que han montado; parece de ciencia ficción en medio de la nada».

La expedición 73 comenzó su trabajo el domingo 12 de febrero, después de la Misa en la parroquia que hay junto al centro hospitalario. Una Misa alegre, festiva, con cantos y bailes, como lo es la fe en África. De la semana larga de trabajo solo pararon el miércoles por la tarde para ir a la escuela y al mercado. Una escuela a la que llevaron globos y caramelos, lo más preciado por los pequeños, y que, gracias también a COEM, cuenta con un pozo de agua potable y baños nuevos.

—¿Volverás, Pablo?

—Sí [rotundo]. Todos los que hemos ido repetimos.

Ya lo decía el doctor Epeldegui, que en el hospital Notre Dame de la Santé «no solo aprendes de la especialidad; también de la vida».