Trabajo comunitario como método de unidad forzada en Ruanda - Alfa y Omega

Trabajo comunitario como método de unidad forzada en Ruanda

El último sábado de mes todos los ruandeses deben parar la vida para hacer su servicio al país. El Ejecutivo lo utilizó para reconstruir y unir a la población tras el genocidio, pero hoy muchos critican que es una medida de control

David Soler Crespo
Los ruandeses se unen el último sábado de mes para participar en 'Umuganda'
Los ruandeses se unen el último sábado de mes para participar en Umuganda. Foto: Paul Kagame.

El último sábado de cada mes, Ruanda se paraliza. Desde las ocho de la mañana hasta las once no se oye ni un coche, no hay nadie caminando por la calle y, si buscas una cafetería o una tienda abierta, te la encontrarás cerrada. En Gisenyi, ciudad fronteriza con R. D. Congo, donde el sonido de los camiones que cruzan la frontera suele ser habitual, encontrar a gente es complicado. Unos policías en la avenida señalan hacia un grupo en una calle perpendicular. Allí, más de cien personas se reúnen frente a una pequeña edificación de dos plantas en obras.

Zawadi Esperance dirige el cotarro. Ella es la secretaria ejecutiva de la célula de Bugoyi, en esta ciudad fronteriza con Congo. Son pasadas las diez de la mañana y los vecinos han acabado por hoy su umuganda. Cada sábado desde 2009, todo ciudadano debe hacer un servicio a la comunidad. Los ruandeses suelen organizarse por sus barrios y las tareas varían dependiendo de las necesidades: desde la limpieza de las impolutas calles ruandesas a la construcción de un centro social de barrio como ese. Esperance dice que llevan cuatro años construyéndose y que este verano, al fin, esperan terminarlo. En el piso de arriba irán oficinas y abajo se podrán hacer reuniones y eventos.

Umuganda significa en el idioma local «uniéndose en un propósito común» y es una cuestión cultural desde hace más de un siglo en Ruanda que ha pasado de unir para el mal a hacerlo para el bien.

Antes de la llegada de la colonización existía una forma similar, conocida como uburetwa, por la que la población local debía servir dos días a la semana a los jefes locales. Los colonos belgas utilizaron esa medida a su favor para forzar trabajos y, una vez independizados, en 1974 el Gobierno del expresidente Juvénal Habyarimana lo utilizó a su favor.

Los años de tensión étnica y conflicto civil entre una mayoría de población de la etnia hutu y una minoría tutsi estallaron con el asesinato de Habyarimana en 1994. Los primeros, que suponían un 85 % de la población, utilizaron ese método de umuganda para reunirse y acabar con los tutsi, que eran un 15 %. En 100 días los vecinos se volvieron unos contra otros y cerca de 800.000 personas fueron asesinadas en un genocidio contra los tutsis que todavía marca la política del país hoy. En julio de 1994, cuando las tropas del Frente Patriótico Ruandés lideradas por el tutsi Paul Kagame consiguieron llegar a Kigali y hacerse con el poder, acabando el genocidio, Ruanda estaba en un estado de desastre. Sin fondos propios, había que limpiar, reconstruir y, lo más difícil todavía, unir a un país roto por el odio y la violencia

El presidente de Ruanda, Paul Kagame también participa en estos trabajos comunitarios
El presidente de Ruanda, Paul Kagame también participa en estos trabajos comunitarios. Foto: Paul Kagame.

En 1998, Kagame decidió recurrir a un recurso que todos los ruandeses conocían y utilizarlo: umuganda. El Gobierno indicó el último sábado de cada mes como un día de contribución para comenzar a reconstruir la capital, Kigali. Tres años más tarde la medida se oficializó y en 2009 la hizo obligatoria en todo el país para aquellos entre 18 y 65 años. «Umuganda es un día de limpieza en todo el país. Lo haces en tu barrio y educas a los niños para que sean limpios y que sea parte de su cultura», dice Solange Muhirwa, jefa de Urbanismo en el Ayuntamiento de Kigali. 

En las calles de la capital no hay ni un solo chicle en las aceras. Las palmeras en las medianeras de las avenidas están alineadas con escuadra y cartabón, el asfalto con dos carriles perfectamente señalizados no tiene ni un bache y el césped que rodea las avenidas en el Parque Centenario de Kigali está en perfecto estado. Kigali es considerada como la ciudad más limpia del continente y muchos la llaman la Singapur de África. «Es una forma de vivir, cuando ves algo lo recoges, es un cambio de mentalidad y mantenemos nuestra ciudad más limpia», dice Muhirwa.

Con umuganda, el Gobierno no solo buscaba la reconstrucción del país, sino sobre todo tener una herramienta para la reconciliación entre vecinos y la superación de los traumas interétnicos. «Umuganda es una de las razones por las que avanzamos, trabajamos juntos y creemos en nuestro objetivo común de transformar nuestras vidas y las de nuestras familias», dijo el presidente Kagame, que comúnmente participa junto a otros ruandeses en este rito.

Ahora, si cumplir con umuganda es hacer el bien para el país, muchos se preguntan para qué tipo de país. El pasado 15 de julio, Kagame ganó su cuarto mandato tras prohibir a toda la oposición y vencer con un 99 % de los votos en unos comicios hechos a su medida. El presidente ha convertido a Ruanda en un país a su antojo desde el genocidio. Oficialmente como presidente desde el año 2000, Kagame ha modernizado el país con una mano de hierro y una visión de unidad nacional que no es discutible. Decenas de opositores han acabado arrestados o asesinados incluso en el exterior y, para sus críticos, umuganda es solo una herramienta más para tener un férreo control sobre la población.

Cada año se realiza un Informe Anual Umuganda con datos de participación de cada célula que sirve para monitorear qué lugares no obedecen. A ello se suma el impacto económico por un trabajo comunitario que es gratuito y algunos critican como una manera de trabajo forzado en nombre de la cultura y la unidad.