El COVID-19 se ha ensañado con los ancianos. Alrededor de 13.000 de ellos han fallecido, y el resto están encerrados en sus casas, muchas veces en la más absoluta soledad. Ante esta situación, las concepcionistas franciscanas del monasterio de San Antonio en Algezares (Murcia) —fundadas en 1489 por santa Beatriz de Silva— también han puesto su mirada en las personas mayores, particularmente en aquellas que están solas. Las monjas llaman cada día a un nutrido grupo de ellas «con el único propósito de hacerles un rato de compañía, sacarles una sonrisa y darles un poco de esperanza», explica sor María Torres Ros.
Las llamadas son expresión de su carisma. «Este se encarna en la acogida de aquellos que se acercan a nuestros monasterios en busca de una palabra de aliento o de un momento de escucha». Pero eso ahora es imposible con el Estado de alarma, y ha tocado reinventarse utilizando internet y el teléfono. «Pusimos en Facebook que estábamos disponibles para este servicio, principalmente para ancianos que se encuentren en situación de soledad, y hemos tenido una respuesta que no nos esperábamos».
Pero las concepcionistas franciscanas de Algezares —zona conocida como el Vaticano murciano, al aglutinar en sus inmediaciones a cuatro conventos de religiosas contemplativas— no solo se preocupan de las principales víctimas del coronavirus, sino también de quienes se encuentran en primera línea luchando contra él. «Participamos en una cadena de oración de monasterios de toda España frente al virus y se nos han asignado varios profesionales de la salud para rezar de forma concreta por ellos». Además, también «pedimos al Señor por las víctimas y sus allegados, por las familias que lo están pasando mal… Tenemos expuesto el Santísimo 24 horas y, por turnos, vamos rezando por todos ellos», asegura Torres Ros.
Además de su labor de escucha cara a cara, el COVID-19 también se ha llevado por delante el principal medio de subsistencia de estas religiosas: su tienda de dulces y saladitos artesanales, aunque tratan de resistir de forma online a través de su página web: oconventosanantonio.com. «Nuestro monasterio está situado en el monte y a la gente se le hacía un tanto complicado llegar hasta aquí para comprar nuestros productos». Por eso, hace un año, «decidimos abrir una tienda en la ciudad. Damos trabajo a dos jóvenes y allí vendemos nuestros productos artesanales y también los de otras religiosas». Además, «nos sirve como lugar de evangelización. Nosotras no estamos en la tienda, pero colocamos un cofre pequeñito para que los clientes pongan sus intenciones de oración. Tiene un éxito mayor que los dulces. Te encuentras desde pegatinas de niños que nos piden que recemos por su equipo de fútbol o por sus exámenes, hasta novios que desean formar una familia, o personas que piden salud o acercamiento a la fe para otras personas».
Con la tienda cerrada, «la venta de nuestros productos ha caído de forma estrepitosa. Lo mismo ha pasado con nuestros ingresos». Sin embargo, el desplome se ha visto amortiguado por un grupo, el de sus «ángeles de la guarda». Así los llama sor María Torres. En realidad, se trata de un grupo de empresarios católicos que han lanzado la iniciativa Tu clausura, mi clausura para recaudar fondos y hacérselos llegar de forma íntegra —a través de la Fundación DeClausura— a aquellos monasterios y conventos que han visto paralizada la actividad con la que conseguían su sustento a causa de la crisis del coronavirus.
Pinche aquí para descargar la receta en PDF
Pinche aquí para ver todas las recetas de Entre pucheros también anda el Señor
Ingredientes para diez personas
- 625 gramos de harina de trigo
- 250 gramos de azúcar
- 200 mililitros de aceite girasol
- 50 mililitros de aceite de oliva
- 25 mililitros de anís seco
- 1.250 mililitros de zumo de naranja
- Tres huevos
- Raspadura de naranja
- Levadura
Preparación
Batimos los huevos y el azúcar y, cuando esté un poco clara la mezcla, se añaden el aceite, el anís y el zumo de naranja. Volvemos a batir todo junto durante dos minutos. A continuación añadimos la raspadura de la naranja y batimos otros tres minutos. Añadimos despacito la harina y la levadura. Cuando vemos que la masa se hace compacta la echamos en una manga pastelera. En caso de no tener, podemos utilizar una bolsa de plástico limpia a la que le cortamos una esquinita. Por último, vamos haciendo pequeñas porciones en la bandeja del horno, que previamente hemos untado de aceite, y pintamos con huevo las pequeñas porciones de masa. Las metemos en el horno, precalentado a 180 grados. Esperamos 15 minutos o hasta que estén doradas.