Todos podemos ser santos
Este sábado, 27 de septiembre, será beatificado en Madrid don Álvaro del Portillo, sucesor de san Josemaría Escrivá al frente del Opus Dei, a quien la Iglesia propone desde ahora como nuevo intercesor y modelo de santidad para todos los fieles, y a quien Juan Pablo II describió, nada más fallecer, como un Siervo bueno y fiel
De joven se ocupó de atender a familias pobres en el extrarradio de Madrid, y sus amigos le recordaban llevando en brazos a un niño desamparado hacia la casa de unas monjas en el centro de la capital; también daba catequesis a niños pequeños, y a la salida de una de ellas, en los difíciles años de la persecución religiosa, recibió un golpe en la cabeza con una llave inglesa que casi le mata; fue perseguido y pasó 54 días encarcelado a causa de su fe; acompañó durante 40 años a un santo, el fundador del Opus Dei, y pasó otros 40 años sirviendo a la Iglesia en la Santa Sede; durante su labor al frente de la Obra alentó e impulsó más de 45 iniciativas asistenciales y pastorales en todo el mundo. Es español, se llama don Álvaro del Portillo y el próximo sábado, 27 de octubre, será beatificado en Madrid, la ciudad que le vio nacer. Don Álvaro, a quien llamaban el báculo de san Josemaría, será propuesto desde el sábado a la Iglesia como nuevo intercesor y modelo de santidad.
¿Quién era don Álvaro?
Álvaro del Portillo fue más que el sucesor de san Josemaría, tras la muerte del fundador en 1975, y más que el primer Prelado del Opus Dei. Lo que más destaca el Vicepostulador de su Causa, don José Carlos Martín de la Hoz, es que fue «un hombre muy de Dios y una persona con una gran bondad; muy fiel y muy humilde, y de una gran inteligencia». Su biógrafo don Salvador Bernal conoció a don Álvaro ya en 1960, y subraya que él era «especialmente cariñoso, afable y sonriente. Un hombre bueno, y fuerte y recio al mismo tiempo, siempre con una sonrisa y siempre muy normal». Muchos de los que le conocieron hacen hincapié en la sensación de paz que vivía y transmitía alrededor, pues mostraba esa paz incluso en momentos de tensión. Y no era por indiferencia o despreocupación. Él se implicaba muy a fondo en todo, pero a todo le daba un tono muy sobrenatural: poner primero los medios humanos necesarios y abandonarse luego a la voluntad de Dios. Él vivía así, con una paz infinita».
Esa virtud no era fruto de un esfuerzo voluntarista, sino el resultado de una vida inmersa en Dios. Don Javier Cremades, Delegado de Actos Públicos en la archidiócesis de Madrid, también conoció de niño a don Álvaro del Portillo, que por entonces se convirtió en un buen amigo de la familia, y cuenta que «todo lo que hacía y decía dejaba traslucir su intensa vida de oración personal. A pesar de no tener muy buena salud, él siempre estaba sonriente y pendiente de los que tenía alrededor. Nunca acaparaba la atención. Tenía mucha facilidad para ponerte delante del Señor, y luego desaparecer. Cuando hablaba del Señor y de la Virgen era de una ternura que conmovía. Nos decía que, si tratamos bien a Jesús, el resto de la vida irá muy bien. Además, bastaba decirle que tenías un problema para que en seguida se pusiera a rezar para solucionarlo. Te ayudaba dándote consejos de mucho sentido común, y luego te decía: No te preocupes, que voy a rezar más…». Y refiere como anécdota que, «en 1967, al recibir la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort, nos confesaba que esa cruz le importaba menos que las pequeñas cruces de cada día, y nos pedía que le ayudáramos rezando para que las pudiera llevar con garbo».
Un modelo para todos
Con su beatificación, la Iglesia propone a todos los católicos un nuevo modelo y un nuevo intercesor. En este sentido, «don Álvaro ya no nos pertenece sólo a los miembros del Opus Dei o a quienes le hemos conocido de cerca, sino que pasa a ser patrimonio universal de toda la Iglesia», afirma su Vicepostulador. Por eso, el nuevo Beato propone al hombre y la mujer del siglo XXI una vida metida en Dios, como la suya propia: «En la conversación, don Álvaro incluía a Dios de manera natural, y así te llevaba a ver las cosas con una luz sobrenatural, de manera que así se veían de otro modo. Él incluso trabajaba metido en Dios; se podría decir que el trabajo lo hacían Dios y él, y tenía una paz adquirida fruto de la oración. Pienso que los hombres de hoy necesitan que los cristianos aparezcamos ante ellos de esta manera, contagiándoles a Dios, a Quien llevamos dentro», continúa Martín de la Hoz.
Asimismo, es también modelo de compasión, «pues sufría con los problemas que tenía quien hablaba con él»; y modelo de comunión, pues fue requerido por diversos Pontífices para trabajar en diversos organismos y dicasterios de la Santa Sede, entablando amistad con cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, nuevas realidades eclesiales: «Él impulsaba y alentaba a todos; amaba todos los carismas de la Iglesia», señala su Vicepostulador.
Con España en el corazón
Sin embargo, este hombre de paz pasó las penalidades propias de la Guerra Civil, e incluso llegó a estar escondido y a ser encarcelado a causa de su fe. Sin embargo, «él nunca hablaba de eso -constata Martín de la Hoz-. Él siempre tuvo una gran confianza en Dios y una gran confianza en el hombre. Siempre animaba a trabajar y a estar unidos y buscar el bien común. En medio de un siglo dominado por las ideologías, procuraba no manifestar sus ideas políticas, sino que impulsaba iniciativas de desarrollo y animaba a lograr la unidad, el trabajar juntos, el servir a la sociedad todo lo posible, ayudar a los más necesitados. Ésa era su visión; no se detenía en discusiones que podían desunir».
Con todo, lo que más le preocupaba de nuestro país era, según don Javier Cremades, el avance de la secularización: «A veces, al ver algún telediario, nos decía: Habéis perdido la epidermis; hay que rezar mucho para que España tenga la piel delicada de ese amor al Señor que ha tenido siempre. Y nos urgía a todos a ahogar el mal en abundancia de bien».
Primer Prelado de la Obra
Un momento especialmente delicado lo vivió don Álvaro a la muerte de san Josemaría, en 1975. Le sucedió al frente de la Obra y, en su primera entrevista con Pablo VI, el Papa le aconsejó: «Siempre que deba resolver algún asunto, póngase en presencia de Dios y pregúntese: ¿Cómo actuaría el fundador? Y obre en consecuencia».
Ya para entonces, Álvaro del Portillo «había aprendido de san Josemaría -cuenta Martín de la Hoz- a ser padre y pastor. Cuando pasa a ser el Prelado, ya ha aprendido a tener un corazón grande, a estar pendiente de los detalles, a no ver nunca masas, sino personas concretas. Así, actuaba con mucho amor a la Iglesia, con mucho amor a las personas, con mucha confianza en la gente».
Don Salvador Bernal descarta que fuera «un mero acompañante» del fundador de la Obra: «Él estaba siempre en segundo plano, pero era muy activo. De hecho, hay muchas cosas en la historia de la Obra que se deben a la iniciativa de don Álvaro; por ejemplo, el uso de películas para grabar las charlas de san Josemaría». Su biógrafo da de él una imagen moderna y actual: «Era muy innovador y creativo. En el año 1992, tenía una agenda electrónica, en la que anotaba todos los aniversarios, cumpleaños y fechas señaladas. Usaba el correo electrónico y sin duda hoy utilizaría el Whatsapp. Y le encantaba estar con la gente joven».
Un santo… como nosotros
Todo ello le convierte en un santo eminentemente moderno, al que se encomiendan a diario numerosos fieles. Y, desde el sábado, muchos más. La Postulación de la Causa afirma haber recibido hasta la fecha la comunicación de más de 13.000 favores. Don Salvador Bernal afirma que muchos de ellos «son favores espirituales. Tengo noticia de personas para las que don Álvaro ha sido un gran intercesor para conseguir la paz en la familia y para resolver tensiones y conflictos entre padres e hijos, y también entre cónyuges».
La gente sigue acudiendo a él y a su intercesión. «Es bonito ver favores de todo tipo -señala su Vicepostulador-, muy pegados al terreno y a los problemas cotidianos de la gente: el paro, la familia, las relaciones humanas, las dificultades para compaginar trabajo y familia… Son necesidades que aparecen de manera muy natural; de ahí que la gente confíe en esos amigos nuestros que son los santos para que ellos alcancen de Dios la gracia de su solución». Pero quizá la mayor gracia que se puede pedir es aquella que Dios ha cumplido en él y que la Iglesia ahora reconoce; en palabras suyas: «Todos podemos ser santos».
• La Misa de beatificación, el próximo sábado 27 de septiembre, será presidida por el cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, y será concelebrada por el cardenal Rouco y el Prelado del Opus Dei, monseñor Javier Echevarría.
• Comenzará a las 12 h. y será una celebración abierta y gratuita. Ya hay miles de personas inscritas, pero para acudir a última hora no será necesario inscribirse (para más información sobre la beatificación y sobre cómo llegar, consultar la web oficial: www.alvaro14.org).
• Asistirá a la celebración José Ignacio Ureta Wilson, un niño chileno de 11 años que, al poco de nacer, sufrió una parada cardíaca de media hora y que salió de ella gracias a la intercesión de don Álvaro: este milagro ha sido el que ha hecho posible la beatificación.
• El domingo, día 28, el Prelado de la Obra presidirá, a las 12 h., una Misa de acción de gracias.
• Durante los días 25 y 26, varias iglesias de Madrid acogerán actos de Adoración eucarística dirigidos especialmente a los participantes de la beatificación
• Hoy, día 25, tiene lugar el Encuentro internacional 40 Iniciativas contra la pobreza, organizado por la Fundación Promoción Social de la Cultura, para dar a conocer las iniciativas sociales impulsadas por el primer prelado del Opus Dei en todo el mundo.
• Un millar de voluntarios de todas las edades, de 40 ciudades españolas, llevan recolectadas más de 40 toneladas de alimentos en la iniciativa Recogida de alimentos Álvaro del Portillo, organizada como una manera de vivir solidariamente la inminente beatificación.
Además, se promoverá entre los participantes la recaudación de donativos para el desarrollo de obras sociales relacionadas con la atención a la mujer y a la infancia en varios países africanos, a través de la ONG Harambee.
• Varias cadenas de televisión, entre ellas 13tv, transmitirán la celebración.
• Varias editoriales han publicado interesantes biografías sobre el nuevo Beato: Rialp ha sacado Recuerdo de Álvaro del Portillo, y Álvaro del Portillo, un hombre fiel; Palabra ha publicado Saxum y Álvaro del Portillo: el poder de la humildad; también San Pablo ha lanzado Álvaro del Portillo, al servicio de la Iglesia; y Cristiandad ha recogido sus Cartas pastorales en Caminar con Jesús.
• En el Centro de Turismo de Colón se podrá visitar, estos días, la exposición Un santo en datos, sobre la vida y obra del nuevo Beato.
Una de las formas de conocer la santidad de una persona es comprobar cómo afrontaba el dolor y la enfermedad. Jesús Prieto, uno de los médicos de don Álvaro del Portillo, ha participado en la Jornada Un santo en mi consulta, de la Clínica Laguna, y destaca del nuevo Beato que «era muy buen paciente. A pesar de padecer una insuficiencia cardiaca unida a una hipertensión arterial severa, y de necesitar tratamientos diversos, nunca se le notaba: hacía vida normal, nunca se quejaba, aun en medio de tantos viajes y actos por todo el mundo, de gran esfuerzo físico e intelectual. Llamaba la atención que nunca pronunciaba una palabra de queja, y siempre se mostraba en paz y dócil ante los consejos de los médicos». Para el doctor Prieto, todo se debía a que «tenía una gran confianza en Dios y una gran seguridad de ser hijo de Dios. Aceptaba la voluntad de Dios y repetía: Todo es para bien. Pienso que vivía la filiación divina muy en profundidad».
Otro dato llamativo es que «se interesaba mucho por los demás pacientes, sobre todo por los niños. Siempre que ingresaba visitaba a los demás enfermos, especialmente a los de pediatría, y se acorada de un año para otro de los enfermos que había visitado el año anterior. Además, tenía una gran seguridad en que la oración de los enfermos vale mucho, especialmente la de los niños, y nos decía que la clínica era una central de energía espiritual para todo el mundo. Pensaba que los enfermos podían hacer mucho con su sufrimiento, y les aconsejaba estar muy unidos a Jesús, que con Él se está siempre muy bien».
Don Salvador Bernal le ha visto «aguantar dolores muy fuertes de cabeza [se piensa se debían al fuerte golpe que sufrió en 1934, cuando le golpearon con una llave inglesa] y seguir con su vida normal de predicación. Te enterabas de su dolor cuando ya se le había pasado. Su regla de oro ante el dolor, después de poner los medios necesarios, era: Pues se ofrece, y ya está».