Todos huían del sida menos sor Juana, que cuidó a los infectados durante 30 años
La religiosa, de las Hijas de la Caridad, recibirá este jueves el premio Gálvez Ginachero por esta labor. «O los premios están muy baratos o esto es una exageración», dice quitándose importancia la hermana
«En los años 80 se produjo el boom del sida», una enfermedad que «entonces era un tabú, algo horrible de lo que había que huir. Había mucho miedo», explica sor Juana María Ruiz, hermana de las Hijas de la Caridad. «A mí misma también me daba repelús porque no sabíamos a lo que nos enfrentábamos. Era un virus desconocido», reconoce en conversación con Alfa y Omega.
Aun así, Ruiz y otras tres hijas religiosas de la misma orden se ofrecieron «encantadas» para atender a los infectados de VIH que salían del hospital. «Mucha gente que se contagiaba y cuando llegaban al hospital y les daban el diagnóstico, les daban también el alta porque no tenían sitio para ellos en el centro ni medicación para tratarles», recuerda la hermana. «La verdad es que fue una época realmente dolorosa porque salían del hospital y se iban a morir debajo de un puente». En su mayoría «eran chicos que procedían del mundo de la droga, que se habían contagiado por la dichosa jeringuilla de la heroína, y no tenían dónde caerse muertos literalmente», clama.
Así fue hasta que la Iglesia de Málaga se preocupó de ellos a través de Cáritas y de las Hijas de Caridad. «Se abrió la casa de acogida de Colichet». Y, «la verdad es que los primeros años, lo único que podíamos hacer era acompañarlos ante la muerte». Por aquel entonces, «no se sabía nada del virus y no había una medicación adecuada». A pesar de ello, «muchos de los chicos mejoraban en sus últimos momentos. Claro, eran gente que vivía en la calle, que comía de aquella manera y nosotras los acompañábamos, les dábamos un hogar…».
A pesar de esta labor tan necesaria, hubo gente capaz de criticarla. «Decían que aquella casa era un moridero y que eso no es lo que había que hacer». Sor Juana siempre respondía lo mismo: «En la vida hay que vivir y hay que morir, y para todo eso necesitamos una casa».
Más tarde, en 1986, hubo un punto de inflexión. «Aquel año se descubrió una triple medicación que atacaba el virus y la respuesta fue buenísima». Los chicos ya no morían necesariamente y, a partir de entonces, «el acompañamiento pudo ser mucho más intenso».
«Una exageración»
Sor Juana María Ruiz estuvo realizando esta labor durante 30 años. Incluso una vez jubilada siguió acudiendo a la casa para atender a quienes vivían en ella. El servicio de las hermanas concluyó en diciembre y ahora la religiosa, que tiene 82 años, vive en una residencia en Granada y se dedica «a pequeñas labores dentro de la casa o a ayudar a quien me lo pide. Ahora, por ejemplo, me pillas borrando los números de teléfono duplicados que tenía la agenda de una hermana», concluye la religiosa, cuya labor con los enfermos de sida ha sido reconocido con el premio Gálvez Ginachero en su categoría de labor social. El galardón le será entregado este jueves 29 de septiembre en una ceremonia que tendrá lugar en el salón de actos del Colegio de Médicos de Málaga.
«O los premios están muy baratos o esto es una exageración», dice quitándose importancia la monja. «Está bien que se reconozca esta labor de la Iglesia en la que ha intervenido muchísima gente, entre voluntarios, trabajadores… Pero no es una cosa mía. Fue una muy buena respuesta de la Iglesia de Málaga ante los que más sufrían».
Además de sor Juana, en esta segunda edición de los premios ha sido distinguida la iniciativa Keli Majarí para la promoción de la mujer gitana en el barrio de Los Asperones, auspiciada por la Fundación Champagnat, los Misioneros de la Esperanza y la Asociación Chavorrillos; y la doctora Juana María Ledesma Albarrán, pediatra y cooperante en diversos países de Sudamérica.
Los premios reconocen la labor y el compromiso de profesionales y entidades que promuevan y defiendan los valores que inspiraron la vida del ginecólogo malagueño José Gálvez Ginachero. El doctor, que está en proceso de beatificación, es recordado por su actividad médica, pero también su trabajo en el ámbito educativo y por su enorme acción social.