«Alabado seas mi Señor en todas tus criaturas». Esta conocida invocación de san Francisco de Asís bien podría ser un cartel de bienvenida a la campiña inglesa para respirar aire puro y oxigenar el alma con esta serie deliciosa. Todas las criaturas grandes y pequeñas gira en torno a tres veterinarios que trabajan en Yorkshire, a un ama de llaves que siempre está detrás de la puerta para tender puentes y estrechar vínculos en lugar de para fisgonear, y a un conjunto de personajes secundarios que, entre vacas, caballos y otros animales de granja, se van a hacer como de la familia.
En cierta medida heredera de Los Durrell y remake de otra homónima estrenada en 1978, esta joya escondida en Filmin ha tenido cinco millones de espectadores en Gran Bretaña y está basada en los libros del veterinario y escritor James Herriot. Son seis episodios que nos devuelven a una realidad sencilla y amable, lejos del gris ceniza con el que el contexto pandémico nos sigue golpeando, repleto de distopías desasosegantes.
En esta historia hay ecología integral, sin postureo ecológico de salón. No hay acción trepidante y puede que a algunos (especialmente a los más pequeños de la casa) el ritmo se les haga un poco cuesta arriba y que les tire para atrás la sobredosis de realidad animal, con todo lo bucólico y lo que no lo es tanto. Pero por lo demás, no hay tramas oscuras, ni rebuscadas. Aquí todo es vida generosa; luz, antes, durante y después del túnel.
La serie, que ha obtenido el galardón de los Premios Alfa y Omega a la mejor serie de 2020, se puede (y se debe) ver en familia. Verán qué descansada vida y qué ganas entran de elevar la mirada, de quitar por un momento la vista de la pantalla y de dar gracias a Dios por todo lo creado.