Tiempos de incertidumbre y resistencia - Alfa y Omega

Mi vivencia con el virus es una pesadilla; desde luego, ya nada será nunca igual. Mi padre falleció el 26 marzo, después de haber estado ingresado tres semanas. Mi madre falleció una semana después, el 1 abril, tras tres semanas ingresada. Partieron sin que pudiese darles un último abrazo, un último adiós, sin que pudiese verlos por última vez, después de unas semanas en las que la información que recibía sobre ellos era escasa. Lo viví con mucha incertidumbre, con la impresión de que no se sabía muy bien qué estaba ocurriendo. En septiembre, tras unos días enfermo, yo mismo ingresé en urgencias con problemas respiratorios y pasé 21 días en la UCI, 19 de ellos conectado a un respirador. Hoy me recupero lentamente de aquella experiencia cercana a la muerte.

Cuando la vida me enfrentó a la prueba de despedirme sin abrazos, decidí despedirme por carta de mis padres y publicarla junto con unas fotos, para poder decir adiós al menos en las redes sociales. También quise poner mi caso como ejemplo para sensibilizar a otros y otras sufrientes, para mostrar algunos elementos de enfrentamiento del duelo. Elegí fotos alegres, porque me gusta recordar a mis padres por lo que me mostraron en la vida: la alegría de vivir y las ganas de transformar las cosas, de dejar un mundo un poquito mejor que el que se encontraron. Yo soy fruto de sus ideas, de su ejemplo y de su cariño, y me siento orgulloso de ello.

La muerte sin abrazos de mis padres me puso a prueba, y mi propia experiencia cercana a la muerte también. Por eso, hoy soy consciente de que somos frágiles y vulnerables. El virus existe y sus riesgos también; el virus mata. Es increíble que algunos se atrevan siquiera a insinuar lo contrario, o a defender que se puedan saltar las normas sanitarias que nos protegen a todos. La vida y la salud están o deberían estar por encima de todo, porque si se pierden ya no se recuperan, no hay segundas oportunidades.

Soy psicólogo, experto en emergencias, y llevo toda mi vida trabajando desde mi querida profesión para ayudar a otros en situación de vulnerabilidad y fragilidad, para estar y acompañar a los que sufren –desde el 11M a los duelos acompañados en situaciones menos conocidas–. Para afrontar estos duros momentos recurrí sin duda a lo que sabía, pero también y, sobre todo, a lo que venía practicando estos años: empatía, cercanía, sentido del humor, flexibilidad… Aunque lo que más me sirvió para salir adelante, como factor que explica gran parte de lo que conocemos como capacidad de superar e incluso crecer ante situaciones críticas (resiliencia), fue el apoyo recibido por quien me rodeaba.

Solo con apoyo se sale adelante, solo con él se recoloca un sentido de la vida que queda alterado, porque uno descubre que las cosas no pasan por algo, que el mundo no es justo y que la muerte puede aparecer en cualquier momento, demostrando lo poco que somos. Vivo hoy una nueva vida, una nueva oportunidad, y las penas son más relativas; la pasión por vivir y disfrutar más intensa; las ganas de reír y de querer, de sonreír y también de seguir compartiendo la vida con otros y mejorando la realidad son, si cabe, mayores. A la incertidumbre, al miedo, a la muerte, hay que mirarlos a los ojos, saber que están ahí y que te acompañan, saber que detrás de ellos habitan la esperanza, la ilusión, la sonrisa, el afecto, el cuidado. La vida es un regalo efímero que hay que disfrutar a cada momento.

Navegar por tiempos de zozobras e incertidumbres nunca resultó fácil, pero nuestra vida es un conjunto de pérdidas y nuestro aprendizaje para enfrentarnos a ellas. Si no aprendemos a llorar, tampoco sabremos sonreír; sin tristeza no hay alegría, y sin atravesar el largo y duradero túnel del duelo no se puede seguir viajando. Cuando pasas por ese túnel ya nada volverá a ser como antes, pero solo cabe viajar, a veces con luces que te acompañan y otras veces a oscuras, pero viajando y mirando de frente al futuro, recordando el pasado y viviendo el presente.

El virus existe y está aquí para quedarse un largo tiempo; hay que aprender a convivir con él y adaptarse, no queda otra. El objetivo pasa por cambiar nuestros hábitos para relacionarnos con los otros y comunicarnos, o por modificar nuestra forma de trabajar. Partamos de ahí y afrontemos los importantes cambios con espíritu de aprender.

Afectan el cansancio acumulado, la incertidumbre sin saber cuándo terminara mínimamente todo; afectan el aislamiento y la falta de abrazos, pero solo nosotros podemos elegir cómo vivir esta complicada situación. Como decía Víctor Frankl, «a un hombre le pueden robar todo menos una cosa, la última de las libertades del ser humano, la elección de su propia actitud ante cualquier tipo de circunstancias, la elección del propio camino».