Andrés Martínez Esteban: «Tenemos necesidad de Dios, ¡y a Dios le tenemos en la Eucaristía!»
Andrés Martínez Esteban es el capellán no oficial (no tiene nombramiento como tal) de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, cuyo fundador será canonizado por el Papa Francisco este domingo 16 de octubre. El sacerdote, que da clases en la Universidad Eclesiástica de San Dámaso y es el responsable del Archivo Diocesano, celebra Misa todos los días en la casa que las religiosas tienen en Madrid. Hablamos con Andrés poco antes de que embarque rumbo a Roma para asistir a la canonización de Manuel González, más conocido como el apóstol de la Eucaristía
¿Cómo viven la Misa las misioneras, cuyo carisma es el de la Eucaristía?
Para ellas, como debería ser para cualquiera, la Misa es el centro y el momento fundamental de la jornada. De hecho, empiezan el día con laudes y con la Eucaristía. Siempre me ha llamado la atención, desde que les celebro la Misa, que lo preparan todo con sencillez y en esa sencillez hay muchísimo cariño. En esa sencillez saben hacer que la Eucaristía sea un momento muy especial. Lo cuidan todo mucho.
¿Y cómo vive la Misa el sacerdote que celebra la Eucaristía para las misioneras?
Cualquier sacerdote, esté donde esté, tiene que vivir la Misa muy bien. Es cierto que a mí me ayuda celebrar la Misa para las misioneras, que tienen como centro la adoración y la reparación eucarística. Ellas me ayudan a mí y yo tengo que ser consciente de que mi modo de celebrar les tiene que ayudar también a ellas.
Yo colaboro en una parroquia el fin de semana y sé que la gente se fija en lo que hace el sacerdote: los gestos, las palabras, el cuidado de la celebración, la predicación, la lectura del Evangelio. Todo eso tiene que llenar el corazón.
La Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal hablaba recientemente de la actualidad del mensaje del próximo santo. ¿Es hoy más necesario que nunca el mensaje de Manuel González?
Es más necesario que nunca porque los cristianos necesitamos tener experiencia de Dios. En la Iglesia hablamos de hacer cosas, de organizar, de planes, pero si no hay una experiencia de Dios todo eso no sirve absolutamente para nada. Y ¿cómo se tiene la experiencia de Dios? A través de la oración, a través de la contemplación y de la adoración eucarística.
El hombre es religioso por naturaleza y si no acude al Dios verdadero, el Dios que se ha revelado en Jesucristo, se va a buscar otros dioses. Tenemos necesidad de Dios, ¡y a Dios le tenemos en la Eucaristía!
También encontramos a Jesucristo en los pobres, en los necesitados, en los que carecen de todo e incluso carecen de Dios. Esos también son Cristo. Al igual que Cristo se parte y se reparte como alimento, esto lleva también a los cristianos a la necesidad de darnos como alimento para mostrar a Dios.
¿Cómo puede crecer en fe eucarística un cristiano corriente?
Fundamentalmente puede hacer dos cosas. La primera, buscar momentos de adoración eucarística. Creo que eso es fundamental porque es la presencia real de Cristo en la Eucaristía y ahí adoramos a Dios, no adoramos una imagen. Cuando el hombre adora está realizando la virtud de la religión y está reconociendo quién es Dios y quién es él. Se sitúa como la criatura ante el creador, da gloria y alabanza a Dios por quién es.
En segundo lugar, conociendo y amando cada día más la Eucaristía. Un cristiano tiene que saber por qué se hacen determinadas cosas en la Eucaristía, por qué el sacerdote no se inventa una oración o por qué se lee el Evangelio y no se lee el Quijote… Hay una razón de ser de las cosas, que en definitiva me lleva a introducirme en el misterio de Dios. Si yo no conozco bien la Eucaristía, tampoco voy a amarla. No se ama lo que no se conoce. Se crea un bucle, en el que la Misa resulta aburrida porque no la conozco, y como no la conozco no la amo, y por lo tanto, como no la amo me resulta aburrida, y como es aburrida no la conozco…
¿Hoy la gente conoce su significado y ama la Eucaristía?
Uno de los grandes intentos del Papa Benedicto XVI fue precisamente recuperar ese sentido trascendente que tiene la Eucaristía. Por desgracia, la mala aplicación del Concilio Vaticano II en materia litúrgica, en vida sacramental, ha hecho que se banalice el sacramento de la Eucaristía. Y son muchos los que piensan que se trata tan solo de una fiesta, algo meramente humano. Al final eso no llena. Si yo voy a una iglesia y voy a encontrar lo mismo que encuentro en una discoteca, pues me voy a la discoteca. Si voy a la iglesia es para encontrarme a Dios y para esto necesito tener los medios adecuados para ese encuentro. Esos medios adecuados son una buena celebración realizada con cuidado y con cariño. Se puede hacer con una gran sencillez, no hace falta hacer cosas raras. Así se puede acercar mucha gente a Dios.