«Tenemos acumulada una deuda demográfica difícil de saldar»
El economista Manuel Blanco publica Una sociedad sin hijos. El declive demográfico y sus implicaciones
«Llevamos más de 30 años con las peores cifras de Europa en fecundidad, y no hemos hecho nada por remontar esta situación. Tenemos acumulada una deuda demográfica que es difícil saldar», dice Manuel Blanco Desar, economista y politólogo de la Universidad de Santiago de Compostela, que acaba de presentar en Madrid su libro Una sociedad sin hijos. El declive demográfico y sus implicaciones (ED Libros).
Para Blanco Desar, «no hay una sola causa, sino un conjunto de ellas. Hay tantos motivos como grupos sociales tiene nuestra población».
Lo cierto es que la causa principal «no es la económica», porque «en las últimas décadas hemos alternado períodos de bonanza y períodos de crisis, y los datos indican que la tasa de fecundidad apenas se ha alterado», lamenta.
El autor de Una sociedad sin hijos apuesta más bien por «parámetros sociales y culturales, porque está demostrado que ante la misma situación económica, parejas con ciertos principios morales y/o religiosos son más prolíficas que otras que han asumido la costumbre cultural y que viven más en el carpe diem».
«Una situación insostenible»
En el terreno económico, las pensiones no son el único tema sobre el que debatir: la situación por la que atraviesa nuestro país hace que «la deuda que tiene España, pública y privada, al final se va a convertir en una deuda perpetua, ya que cada vez vamos a tener menos gente en edad fértil y laboral para saldar ese volumen de endeudamiento que tenemos. Además, los niños y jóvenes de la actualidad van a tener una carga mayor a la que han tenido que soportar sus padres y abuelos. Es una situación insostenible».
Las pensiones son solo «el problema que más permite visualizar esta deuda demográfica«, pero «hay problemas mayores». Por ejemplo, «vamos a sufrir una pérdida de competitividad respecto a las potencias emergentes, ya que cada vez tenemos menos jóvenes y menos capacidad de innovación». En este sentido, una medida como alargar la vida laboral «es totalmente anticompetitivo. Una fuerza laboral envejecida no puede competir, es una aberración, una medida a la desesperada».
La principal solución que se propone a la hora de abordar este problema es la inmigración, pero tiene sus riesgos: «es innegable que la presión demográfica en nuestra zona sur va a seguir trayendo inmigrantes, que son personas con iguales derechos que cualquiera de nosotros. Pero en otros países hemos comprobado que, cuando se supera cierto porcentaje, en los autóctonos surge una reacción en contra. Cuando los inmigrantes superan entre el 10 % y el 20 % de la población, hay una reacción sobre todo por parte de las clases de menor renta, porque ven amenazado su trabajo y su situación económica. Lo acabamos de ver en Suecia, por ejemplo».
«Para cuadrar el puzzle –continúa el profesor Blanco Desar–, necesitamos tener más hijos para facilitar la correcta integración de los hijos de estos inmigrantes, porque, nos guste o no, van a venir. Se precisa una buena base de nacionales para garantizar una correcta integración». Por ejemplo, en «el mayor motor de integración, que es la escuela, pero los colegios no pueden convertirse en guetos. Creo que una buena ratio sería 80 españoles y 20 inmigrantes. Se necesita una masa crítica de niños y jóvenes, porque si no, hay una coexistencia, no una verdadera integración».
En su opinión, es necesario «mejorar nuestra educación para mejorar la competitividad, porque la triste realidad es que todos los informes indican que estamos entre los peores de los países de nuestro entorno».
Pero además «hay que operar en el factor demográfico, aumentar la masa de gente en edad laboral. Esto es realismo, no natalismo. En otros países, como Francia, hasta la izquierda está apoyando estas medidas de apoyo a la natalidad, políticas para familias que hacen posibles más nacimientos».