¿Te cuesta dar limosna? Pues atento al filete empanado del Papa - Alfa y Omega

¿Te cuesta dar limosna? Pues atento al filete empanado del Papa

¿Te cuesta dar limosna? ¿No quieres dar porque el pobre quizás se lo gaste en vino? ¿Sueltas tres monedas a la carrera y santas pascuas? Entonces te interesa leer lo que ha dicho el Papa en su catequesis jubilar de este sábado

José Antonio Méndez

«Un aspecto esencial de la misericordia es la limosna». Lo ha recordado este sábado el Papa Francisco en su catequesis jubilar. Una práctica que, aunque muy recomendada por la Iglesia no sólo en tiempos como la cuaresma, sino para cualquier ocasión, suele costar integrar correctamente en el día a día. ¿Quién no ha dado sólo unas monedas, guardándose un billete, a la hora de dar una limosna? ¿Quién no ha sentido recelos por la posibilidad de que nuestra limosna termine favoreciendo el alcoholismo o las mafias? ¿Quién no ha dudado si su limosna se debía a un remordimiento por un gasto excesivo, como para lavar la mala conciencia? Por eso, el Papa ha querido abordar esta cuestión, poniendo los puntos sobre las íes.

No es tan sencillo

«Puede parecer una cosa sencilla dar limosna, pero debemos estar atentos a no vaciar este gesto del gran contenido que posee», ha dicho el Papa. «En efecto, el término “limosna”, deriva del griego y significa precisamente “misericordia”. La limosna, pues, debería traer consigo toda la riqueza de la misericordia. Y como la misericordia tiene mil caminos, mil modalidades, así la limosna se expresa de muchos modos, para aliviar la dificultad de cuantos se encuentran en necesidad».

La limosna en la Biblia

El Papa ha explicado que «el deber de la limosna es tan antiguo como la Biblia. El sacrificio y la limosna eran dos deberes que una persona religiosa debía cumplir. Existen páginas importantes en el Antiguo Testamento, donde Dios exige una atención particular por los pobres que eran los que no poseían nada, los extranjeros, los huérfanos y las viudas. En la Biblia este es un estribillo continuo: el necesitado, la viuda, el extranjero, el forastero, el huérfano».

¿Y por qué tanta insistencia en ayudar a los demás? ¿Por qué no limitarnos a no explotar a los demás, practicando una justicia más bien espartana? Es aquello del «que cada palo aguante su vela», que dice el refrán. Pues simplemente porque, como ha dicho el Papa, «Dios quiere que su pueblo mire a estos hermanos nuestros» «que están al centro del mensaje» de la Palabra de Dios.

Dar limosna, sin prisa

¿No queda claro? Pues ha insistido el Papa: «Alabar a Dios con el sacrificio y alabar a Dios con la limosna. Junto a la obligación de acordarse de ellos, es dada también una indicación preciosa: «Cuando le des algo, lo harás de buena gana» (Deut 15,10). Esto significa que la caridad exige, sobre todo, una actitud de alegría interior. Ofrecer misericordia no puede ser un peso o un fastidio del que liberarse a prisa».

¿Y si se lo gasta en vino?

Es frecuente, sin embargo, que surja la duda: ¿Qué hago ante quien va a malgastar mi limosna en sus vicios? Pues también el Papa ha dado respuesta: «¡Cuánta gente se justifica porque no da la limosna diciendo: «Pero, ¿cómo voy a hacerlo? Éste a quien yo daré irá a comprar vino para emborracharse». ¡Pero si él se emborracha es porque no tiene otro camino! Y tú, ¿qué haces a escondidas, cuando nadie ve? Y tú, ¿eres juez de aquel pobre hombre que te pide una moneda para un vaso de vino?». Sin comentarios.

El ejemplo de Tobías

Como uno de los grandes déficits que hay en la Iglesia es el de la formación bíblica de los fieles, el Papa ha echado mano del Antiguo Testamento para ilustrar esta situación: «Me gusta recordar el episodio del viejo Tobías que, después de haber recibido una gran suma de dinero, llamó a su hijo y lo instruyó con estas palabras: «A todos los que practican la justicia. Da la limosna de tus bienes y no lo hagas de mala gana. No apartes tu rostro del pobre y el Señor no apartará su rostro de ti» (Tob 4,7-8). Son palabras muy sabias que ayudan a entender el valor de la limosna».

¿Soy capaz de mirar a los ojos del pobre?

Y ha insistido en esta necesidad de mirar a los ojos a quien pide limosna, con un par de preguntas incómodas: «Jesús nos ha dejado una enseñanza insustituible al respecto. Sobre todo, nos pide no dar limosna para ser alabados y admirados por los hombres por nuestra generosidad: «Haz de modo que tu mano derecha no sepa lo que hace tú izquierda». No es la apariencia la que cuenta, sino la capacidad de detenerse para mirar a la cara a la persona que pide ayuda. Cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿Yo soy capaz de detenerme y mirar en la cara, mirar a los ojos, a la persona que me está pidiendo ayuda? ¿Soy capaz?».

Porque la limosna no es «la simple moneda ofrecida a prisa, sin mirar a la persona y sin detenerse a hablar para comprender que cosa tienen verdaderamente necesidad».

Cuidado, hay cosas que dañan a los pobres

Pero el Papa no es un ingenuo, ni quiere que alimentemos las mafias. Por eso ha recordado que «debemos distinguir entre los pobres y las diversas formas de mendicidad que no hacen justicia a los verdaderos pobres». Dicho de otro modo: «La limosna es un gesto de amor que se dirige a cuantos encontramos; es un gesto de atención sincera a quien se acerca a nosotros y pide nuestra ayuda, hecho en el secreto donde solo Dios ve y comprende el valor del acto realizado».

El ejemplo del filete

Todo lo dicho se resume bien en una anécdota que el Papa ha contado para hablar de cómo la limosna debe implicar el compromiso personal, el trato cercano y cierto sacrificio: «Yo recuerdo una mamá: tenía tres hijos; de seis, cinco y tres años, más o menos. Y siempre enseñaba a sus hijos que se debía dar limosna a aquellas personas que la pedían. Estaban almorzando; cada uno estaba comiendo un filete a la milanesa, como se dice en mi tierra, “apanado”. Y tocan a la puerta, el mayor va a abrir y regresa: «Mamá, hay un pobre que pide comer, ¿qué hacemos?». «¡Le damos –gritan los tres– le damos!». «Bien: toma la mitad de tu filete, tú toma la otra mitad, tú la otra mitad, y hacemos dos sándwiches». «¡Ah no, mamá, no!». «¿Ah, no?». Tú, da de lo tuyo. Tú da de aquello que te cuesta. Esto es involucrarse con el pobre. Yo me privo de algo mío para darte a ti».

El Papa, san Pablo y Jesús

Como conclusión, una triple cita de autoridad: unas palabras del Papa, que cita unas palabras de san Pablo, que cita unas palabras del mismo Jesús: «Hagamos nuestras entonces las palabras del apóstol Pablo: «De todas las maneras posibles os he mostrado que así, trabajando duramente, se debe ayudar a los débiles, y que es preciso recordar las palabras del Señor Jesús: Hay más felicidad en dar que en recibir«».

José Antonio Méndez / Renato Martinez. RV