Taizé unió en el Líbano a jóvenes cristianos y musulmanes para celebrar juntos la Anunciación
Dentro del primer encuentro de Taizé en Oriente Medio, el día 25 de marzo estuvo dedicado al encuentro con los jóvenes musulmanes. El prior de Taizé, hermano Alois, aseguró que desde una vivencia profunda de la propia fe «es posible una verdadera amistad con personas que piensan de manera muy diferente», aunque esa amistad vaya acompañada por el dolor de que «el tesoro de mi fe no puede ser recibido y compartido por el otro»
En la Navidad de 1982 el hermano Roger Schutz, fundador de la comunidad ecuménica de Taizé, decidió ir a un Líbano todavía en guerra civil para intentar aportar su granito de arena a la construcción de la paz. Fue allí donde lanzó la Peregrinación Mundial de Reconciliación, que luego se transformaría en la Peregrinación de Confianza a través de la Tierra que Taizé sigue sosteniendo hasta hoy. Pero han tenido que pasar 37 años para que este país acogiera el primer encuentro de Taizé que tiene lugar en Oriente Medio.
Fue del 22 al 26 de marzo en Beirut, donde unos 1.700 jóvenes cristianos (1.000 libaneses; 300 de países como Siria, Irak, Irán, Jordania y Egipto; y 400 europeos) se reunieron, acogidos por familias locales, para compartir la oración y la reflexión.
Un rasgo particular de esta cita fue el lugar central que se dio al encuentro también con jóvenes musulmanes. De hecho, la fecha estaba elegida para coincidir con el 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación y desde 2010 fiesta nacional en el Líbano, instituida por consenso entre las comunidades cristiana y musulmana.
En torno a María
Ese día, en los talleres participaron jóvenes de las dos religiones, reunidos en torno a la figura de María, «puente entre el cristianismo y el islam». Esa noche, en la oración vespertina, el hermano Alois, prior de Taizé, subrayó que para unos y otros, «María es ejemplo del creyente. Con confianza, se entregó a la voluntad de Dios. De ella podemos aprender esta actitud de entrega a Dios. Me gustaría decir hoy a nuestros amigos musulmanes lo mucho que admiro, en su gran tradición espiritual, esta sed de entrega a Dios».
Citando cómo Jesús «superó las barreras culturales, sociales y religiosas de su tiempo para entrar en relaciones con personas que no compartían su fe», el sucesor del hermano Roger quiso responder a la pregunta de cómo adoptar esta actitud de apertura profunda.
«En primer lugar —comenzó—, creo que a través de una vida interior feliz podemos recibir sin temor la diferencia del otro, en una confianza benevolente. El fruto de esta actitud interior es una auténtica fraternidad», como los hermanos de Taizé viven con sus vecinos musulmanes en Bangladés y Senegal, así como con los inmigrantes y refugiados que acogen en la localidad de la Borgoña francesa de la que toma nombre la comunidad.
Al día siguiente, en este mismo sentido, recordó que «no perdemos nada de nuestra identidad en un diálogo genuino con creyentes de otras religiones, si nuestra fe está profundamente enraizada».
«¡Es posible la amistad con el diferente!»
Crecer en la fraternidad —dijo, todavía el día 25— «implica respetar al otro en su diferencia. En cualquier diálogo interreligioso genuino, una actitud de respeto nos debe impedir querer obligar al otro a pensar como nosotros. ¡Es posible una verdadera amistad con personas que piensan de manera muy diferente incluso en temas esenciales!».
Esta amistad, sin embargo, se vive con el dolor de que «el tesoro de mi fe no puede ser recibido y compartido por el otro. Lo que para mí es la fuente de una profunda alegría, puede incluso permanecerle inaccesible. ¡Que eso no nos impida entrar en diálogo! —alentó el hermano Alois—. Incluso con estos límites misteriosos, siempre estamos llamados a amar y respetar al otro como es».
Aludiendo a la situación mundial, el prior subrayó que es «fundamental hacer todo lo posible para expresar que las religiones no quieren la violencia, sino que buscan ser elementos de paz, amistad y fraternidad entre todos los seres humanos».
La riqueza del oriente cristiano
El resto del encuentro no se apartó bastante de otras citas de Taizé, como el Encuentro Europeo que tuvo lugar en Madrid el pasado diciembre. 20 parroquias de distintas confesiones de Beirut acogieron la oración y los grupos de compartir por la mañana.
Allí, los jóvenes reflexionaron sobre el lema del encuentro, El justo crecerá como un cedro del Líbano. Esta reflexión estaba dividida en tres temas: las raíces y cómo deben alimentarse del agua de vida; el tronco y el crecimiento espiritual, y las ramas (que, en el cedro, van hacia los laterales) y la llamada a ir hacia los demás.
La oración del mediodía y la tarde tenía lugar en el Centro Internacional de Exposiciones y Ocio de Beirut. Y, por la tarde, los jóvenes participaron en talleres que se centraron en la riqueza de la tradición cristiana oriental y en los desafíos sociales de la región. El martes 26, los jóvenes extranjeros visitaron otras zonas del país.
«Dios es la fuente de la hospitalidad»
Las meditaciones del hermano Alois el resto de los días se centraron en la confianza y en la hospitalidad, el tema que ha elegido para todo el año 2019. «Antes de ser un llamamiento a la generosidad hacia el extraño o el que llama a nuestra puerta, la hospitalidad es parte de la identidad de Dios. De hecho, Dios mismo es la fuente de la hospitalidad: nos recibe a todos, sin condiciones previas, desea nuestra felicidad».
«Además —continuó—, a través de Cristo, Dios ha llegado tan lejos como para convertirse en uno de nosotros. Humildemente, está a nuestra puerta y llama. Como hombre pobre, espera y espera nuestra hospitalidad. Si alguien le abra la puerta, entrará. Para nosotros, los cristianos, es ante todo a través del rostro y del mensaje de Cristo como sabemos que Dios es amor: nos ofrece su amistad».
En este sentido, destacó en otro momento que el encuentro hubiera sido preparado por grupos en los que se mezclaban jóvenes de todas las iglesias de la región. «Mientras que en el pasado las divisiones cristianas a menudo han sido una pesada carga, ahora descubrimos todo lo que podemos vivir juntos, en el nombre mismo de nuestra fe». En este sentido, pidió que «en nuestras sociedades a menudo marcadas por una creciente desconfianza, que hagamos una experiencia simple de confianza».
El prior de Taizé afirmó también que para alcanzar la unidad es necesario «dejar el primer lugar a Cristo; es él quien nos une». Como consecuencia, «a esta simplicidad en la oración corresponde una simplicidad de vida. Cuando elegimos todo lo posible para simplificar nuestra forma de vida es como si el Evangelio pudiera irradiarse mejor a través de nosotros».