El Papa Francisco ha pedido durante este tiempo de Cuaresma una oración especial por la paz en Sudán del Sur.
Eduardo Hiiboro, obispo de Tombura-Yambio y presidente de la Conferencia Episcopal, en su mensaje cuaresmal nos dice: «En tiempos como estos, soy consciente de que andamos buscando el sentido en medio de tanto caos, algo de luz en medio de la oscuridad. Las respuestas no vienen fácilmente. Pero podemos encontrar consuelo sabiendo que incluso el rincón más oscuro puede ser iluminado por una única lucecita, que incluso el más terrible desanimo puede ser iluminado por un único rayo de esperanza».
Pero esa lucecita, ese rayo de esperanza, solo puede surgir de un corazón sanado, de un corazón reconciliado. Después de más de cinco décadas de violencia y conflicto en este país hay demasiados corazones heridos, atropellados, traumatizados. Por eso el Papa pide que el mundo entero ore por Sudán del Sur.
Las negociaciones entre las partes en combate siguen en Etiopía. Pero la paz duradera y profunda no se consigue en los hoteles de cinco estrellas en los que están ahora mismo reunidos los representantes del Gobierno y la oposición. Allí solo se discuten estrategias y cómo repartirse el poder, a sabiendas de que ambos bandos tienen las armas cargadas y a punto por si la negociación no resulta. Es un esfuerzo de diálogo quizá necesario pero profundamente insuficiente, pues la verdadera fuente de paz surge como un manantial de agua fresca de los corazones habitados por el Dios de la esperanza, el Espíritu de la vida, el Príncipe de la paz.
Hartos de tanta guerra, es normal que nos entren las prisas pues todos deseamos hoy mismo un Sudán del Sur en paz y armonía. Pero el camino a desandar es muy largo. Hay que ir desatando muchos nudos pacientemente.
Ojalá en esta Cuaresma millones de corazones habitados por el Espíritu se pongan en espera, se unan en oración por Sudán del Sur. Quizá así, la paz poco a poco se vaya abriendo paso, atisbando en el horizonte. El pueblo sufriente sursudanés la desea ardientemente.